El pensamiento de Aristóteles es un modo de pensar que domina el mundo occidental durante siglos, especialmente desde su reintroducción por Tomás de Aquino (s. XII), sustituyendo al platonismo que es el predominante en el mundo greco-romano y posterior. Refleja muchos modos de pensar todavía actualmente. Se basa en un optimismo: podemos conocer la realidad exterior tal cual, las esencias de las cosas. Conocemos las cosas (res, cosa) en si mismas. Es un conocimiento objetivo, que conoce el mundo exterior.
Al estar el punto del conocimiento en el objeto resulta que el conocimiento es objetivo; lo que quiere decir también igual para todos. El hombre, aún siendo una parte del cosmos, ve las cosas tal cual son: su visión objetiva es la verdad. La verdad es la adecuación entre el intelecto y la cosa en sí. Esta adecuación es posible y es afirmada. Es decir, el intelecto capta las cosas tal como son.
Hay un mundo real y yo puedo conocerlo en sí. Los sentidos me dan información correcta. Ya Aristóteles afirma: no hay nada en el intelecto que no pase primero por los sentidos. Todo pasa por los sentidos, que transmiten básicamente bien.
Todo tiene su sitio, el mundo entero está jerarquizado: Dios arriba y los infiernos debajo (infierno viene de inferi, que significa inferior): es una visión a la vez ordenada y moral del mundo. El orden es clave para Aristóteles: «semejante llama a semejante»: las cosas tienden a su lugar natural, todo tiene su sitio propio.
El hombre es uno más entre los seres de la creación (del cosmos), puesto por Dios para dominarlo: está en la frontera entre el mundo de lo visible y lo invisible: compuesto de alma y cuerpo, el alma es espiritual e inmortal. Ojo, también los animales tienen alma, para Aristóteles todos los seres vivos la tienen, pero no es inmortal (a veces se consideran incluso tres almas: vegetativa, animal, espiritual).
El espíritu del hombre, su alma, es lo que conoce el mundo. Se trata de las dos potencias superiores: inteligencia y voluntad. Las emociones por ser producto de la sensibilidad, no son voluntarias y, por ello, están fuera de la moral y la conducta humana. Tiene importancia lo voluntario y libre: la conducta del hombre que procede de su libertad. En resumen: inteligencia y voluntad, que forman el alma, están constituidas básicamente por lo que entra en el terreno de lo consciente.
Esta mentalidad de algún modo resume la visión medieval del mundo, que es como ha llegado hasta nosotros y se puede decir que sigue vigente.