Partimos de las conclusiones de Descartes: ahora tenemos un sujeto pensante. Kant y, sobre todo, Hegel van a llevar esta conclusión hasta el extremo. Ya no existe el mundo objetivo, externo, solo hay certeza en el conocimiento de mis propios pensamientos. Kant distingue noumeno: la realidad en sí, que no es cognoscible y el fenómeno: el impacto de la realidad en mi consciencia, en mi percepción interna, que si puedo conocer. Para Kant el hombre es un sujeto pensante que pone el mundo. Hegel lleva la idea hasta su desarrollo extremo.
Hasta el espacio y el tiempo no son elementos objetivos, sino categorías a priori del pensamiento, son puestos por el sujeto: ojo, ¿cuál es nuestra noción de tiempo?, el del reloj o el interno, no pasa el tiempo lentamente en una espera y a toda velocidad en una película, etc.
El paso siguiente es la proyección del espíritu en las cosas: todo lo que es cultural, todo el mundo del hombre está marcado por un espíritu que se objetiviza, impregna, marca las cosas. El espíritu impregna los objetos que toca, y los deja marcados con su sello. El espíritu se objetiva en sus realizaciones: así distinguimos una cultura: azteca o egipcia, un artista: van Gogh o Kandinsky. Tanto tienen espíritu la persona como los pueblos: la cultura.
Su exageración: la utopía, un mundo mental que se intenta realizar, aún a costa de la realidad misma, que ha resultado terca y se ha resistido a la manipulación, tanto la realidad política (democracia frente a totalitarismos, lo local frente a lo global), como la naturaleza (ecología). Al final también hay que incluir el propio cuerpo. Este es el resumen de la historia de los últimos dos siglos, desde Kant y Hegel hasta quizá la caída del muro de Berlín: la época de las utopías, baste pensar en el nazismo y el comunismo bolchevique.
¿Qué sacamos para nuestro tema?
Un fuerte racionalismo: todo es pensable, ordenable por la razón, hasta la exageración: solo lo racional es real: este va a ser el punto de quiebra de este mundo tan lógico y racional y ordenado. Se ha llevado hasta sus últimas consecuencias la idea del realismo del alma: entendimiento y voluntad, todo lo que no encaja en la razón es declarado inexistente. La definición de verdad de Aristóteles y medieval, adecuación entre la cosa y el intelecto, ha sido girada: primero es el intelecto, que se convierte en el criterio de realidad, lo que no encaja en el intelecto no es real.
Se sigue pensando desde lo global, desde lo general. La razón alcanza lo universal. Por ello, la utopía se impone. El subjetivismo racional no respeta las otras visiones. Un ejemplo de esto es la noción de progreso, que ha tenido una amplia vigencia: es una primacía de la razón, lo que va con la ciencia y la razón es progreso, es avance y por ello debe ser para todos, lo quieran o no. Aquí están muchas de las razones del «colonialismo cultural occidental».
Nos objetivizamos en todo lo que hacemos. Esta idea de Hegel es una clave de nuestro modo de pensar actual y de las corrientes que forman en la inteligencia emocional. Dejamos nuestra huella en todo: viendo nuestra habitación se ve cómo somos.
No quiero terminar sin señalar que Kant es muy importante para la noción de persona y para su desarrollo en los derechos humanos al señalar que en el centro de la moral esta la idea de que persona es aquel ser que no se presta a la utilización: trata a cada persona siempre como un fin y nunca como un medio. Este es el resumen de su enseñanza, que perdura en los derechos humanos concebidos como radicalmente pertenecientes a cada persona: nadie nos concede los derechos humanos que poseemos, son nuestro solamente por existir.