Extractos de Martín Buber, Yo y Tu, Caparrós Editores, Madrid (1998). Primera edición: 1922.
Tres son las esferas en las que se construye el mundo de la relación.
La primera la vida con la naturaleza, en la que la relación llega hasta el nivel del lenguaje.
La segunda, la vida con los seres humanos, en que la relación adquiere forma lingüística.
La tercera, la vida de las entidades espirituales, en que la relación carece de lenguaje, pero generando lenguaje.
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De la vida con la naturaleza podemos allanar el mundo «físico», el de la consistencia; de la vida con los seres humanos el mundo «psíquico», el de los afectos; de la vida con los seres espirituales el mundo «noético», el de la validez. Pero entonces a las esferas se les quita la transparencia, y con ello el sentido, cada una de ellas deviene utilizable y opaca, y permanecen opacas por mucho que las invistamos con nombres luminosos – cosmos, eros, logos -. En efecto, sólo hay en verdad cosmos para el ser humano si el todo se convierte para él en morada con hogar sagrado en el cual él ofrezca sacrificio; y sólo hay eros para él si los seres se convierten en imágenes de lo eterno, y la comunidad con ellos en revelación; y solo hay logos para él si evoca el misterio con obras y servicio al espíritu.
El callar escudriñador de la forma, el hablar amoroso del ser humano, la mudez elocuente de la criatura, todas ellas son las puertas hacia la presencia de la palabra.
Pero, si ha de acontecer el encuentro pleno, las puertas se reúnen en un solo portón de la vida real, y tu ya no sabes por cuál has entrado.
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De entre las tres esferas se destaca una: la vida con los seres humanos. Aquí se plenifica el lenguaje como secuencia, en discurso y contradiscurso. Solo aquí encuentra respuesta la palabra explicitada en el lenguaje. Solo aquí va y viene de la misma forma la palabra básica, están vivas en una lengua la palabra básica de la invocación y la de la respuesta, Yo y Tu no sólo están en relación, sino también en firme «lealtad». Aquí y solo aquí están unidos los momentos relacionales por el elemento del lenguaje, elemento en el que ellos están inmersos. Aquí lo interpelante se ha abierto a la plena realidad del Tu. Así pues, solo aquí se dan también como realidad que no se pierde el contemplar y el ser contemplado, el conocer y el ser conocido, el amar y el ser amado.
Tal es el portal principal en el que desembocan las dos puertas laterales.