El nivel racional se centra alrededor del uso de la palabra, algo que, con algunos matices, es bastante exclusivo del hombre y se puede considerar el centro de lo que es específicamente humano, aunque específico no significa todo lo humano. El hombre funciona con un etiquetado (palabra) que pone nombre a todas las cosas y es capaz de unir bajo ese nombre los géneros: todo lo que tiene algo en común, por ejemplo: mesa (todas las mesas, lo que sirve de mesa), o verde (todo lo que tenga el color verde), o carrera (todo lo que compita basado en la velocidad). También la palabra pone nombre propio, particular a lo que no consideramos que se puede englobar en un género: Antonio (para nombrar a una persona), Mallorca (para nombrar un lugar singular).
La reflexión que se produce en la conciencia es realmente lo específico de este nivel. En la conciencia la experiencia personal aparece como fenómeno. Toda nuestra vivencia en cada momento aparece en la conciencia como un fenómeno sobre el que podemos reflexionar, aunque no necesariamente lo hagamos. Ese nivel de reflexión, que funciona poniendo palabras, es lo que vamos a considerar ahora.
El hombre es un animal que habla, que utiliza un lenguaje, entendido en sentido propio como conjunto orgánico de palabras. En realidad se podría decir que esa es su marca propia: la palabra.
Evidentemente esto tiene un soporte biológico: los órganos de la voz y el oído, que han proporcionado ese acceso a la palabra, a todos los lenguajes hablados. Sin embargo la palabra no está ligada a dichos órganos y el acceso se puede realizar también por la vista e incluso el tacto. Realmente es increíble la capacidad del ser humano de acceder a la palabra. En realidad es capacidad de acceder a un significado general, a generalizar el significado. Por tanto el oído y la voz no son un órgano exclusivo de la palabra.
La palabra es cultura, hay montones de lenguas diferentes, que se tienen que aprender desde la infancia. Es convencional y es también histórica: es el resultado de siglos de formación de las convenciones, de ampliación de conocimientos y de la necesidad de nuevas palabras. Es algo vivo y en desarrollo. El lenguaje se aprende, es más, es la parte central del aprendizaje.
La palabra refleja el mundo que soporta la cultura en la que nace. Los esquimales tienen 16 modos de decir nieve; nieve a secas no basta. Nosotros perdemos poco a poco el lenguaje agrícola de nuestros abuelos. Cada ciencia, cada nuevo campo necesita palabras nueva, que amplían y describen el nuevo espacio, y que es lo primero a aprender si queremos entrar en la ciencia, aunque al principio significan poco.
Desde este punto de vista, la palabra es un fenómeno social, aún más, es constitutivo de lo social: el principal soporte de lo social es la palabra, es el vehículo principal de la relación. La relación es comunicación y la palabra soporta la comunicación. La vida social, la cultura tiene su elemento más fundamental en la palabra, por eso una lengua identifica una cultura.
La palabra es lo específico de la persona.