La palabra es comunicación. No se resuelve ni nace, ni se agota en el individuo, nace en la relación entre individuos, es esencialmente social. Sin sistema de signos lingüístico o de otro tipo, solo cabe un tipo de comunicación muy limitado. Es muy importante poner de relieve la importancia y centralidad de la palabra en la comunicación humana.
Para esta idea recurrimos a varias citas de Vygotsky, Pensamiento y lenguaje, p. 53.
«Un pato asustado, que de pronto se ha dado cuenta del peligro, y despierta a toda la bandada con sus gritos, no dice a los demás lo que ha visto [o sentido], sino que les contagia su miedo [inundación empática]».
«La verdadera comunicación requiere significado, es decir generalización, tanto como signos». «Las formas superiores, específicamente humanas, de comunicación psicológica son posibles porque el hombre refleja la realidad a través de conceptos generalizados. En la esfera de las emociones, donde reinan la sensación y el afecto, no es posible el entendimiento ni la verdadera comunicación, sino únicamente el contagio afectivo».
Vygotsky habla aquí años antes del estudio y desarrollo del lenguaje corporal y su integración en la comunicación. En realidad la comunicación se hace impregnada de emoción. La comunicación de una misma frase varía según sea la emoción con que está dicha. Si la frase «Juan dijo que venía» se dice con sorpresa o con alegría o con miedo, la comunicación percibida varía enormemente. La emoción presta a la comunicación un soporte necesario de intencionalidad, de motivación, que es imprescindible en cualquier comunicación.
Sin embargo, Vygotsky insiste en la importancia de la generalización para transmitir la experiencia y sus palabras aquí son a mi entender exactas y vuelven a poner de relieve la importancia y centralidad de la palabra en el mundo de la comunicación humana: «El mundo de nuestra experiencia debe estar enormemente simplificado y generalizado antes de que sea posible hacer un inventario simbólico de todas nuestras experiencias con sus objetos y sus relaciones, y este inventario es imprescindible para poder transmitir ideas. Por tanto, los elementos del lenguaje, los signos que etiquetan la experiencia, deben estar asociados con grupos completos de experiencia, clases determinadas. Solo así es posible la comunicación, pues la experiencia aislada se sitúa en una conciencia individual y, estrictamente hablando, es incomunicable [en realidad, no habría palabras para poder expresarse]».
Sin embargo somos capaces de acceder a la experiencia de los demás y eso se hace en un juego entre la palabra y la emoción con que es expresada. Es la emoción, que también detectamos, lo que nos permite particularizar la experiencia, utilizando para ello la propia vivencia. La propia vivencia es la que permite este acercamiento a la singularidad de la experiencia del otro. La palabra necesita primero la elaboración y la integración con la experiencia, después, para el acercamiento a la realidad del otro, de la capacidad de empatía, que es también una parte específica de la comunicación humana, básica para el acercamiento a la persona individual concreta.
De todo esto seguiremos hablando en las entradas siguientes.