El diálogo de los sexos, y con este término me refiero a todas las atracciones y tendencias sexuales, establece dos modos de desaparición del pudor. Como estamos viendo en las entradas anteriores, el pudor es la barrera de la intimidad de las personas, barrera ligada al cuerpo. Esos dos modos son la atracción sexual y el enamoramiento.
La persona puede y necesita jugar con la atracción sexual cuando esta aparece en la adolescencia. Este proceso se vive interiormente dentro de una atracción enorme, estamos en una atracción instintiva. Ese juego experimenta el sexo como atracción por el objeto, por tanto el sexo no se experimenta necesariamente como unión con otra persona: el sexo puede ser soplo sexo. En este caso se experimenta también la caída del pudor, pero el pudor ligado a los valores físicos, caída necesaria para la experimentación del placer. No necesariamente cae el pudor ligado a la intimidad personal. Esta experimentación con el sexo es necesaria y va a estar en el centro de las relaciones de la persona durante toda su vida. El sexo está ligado a la experiencia del placer y por tanto a cómo se experimenta la misma vida. Esto sería lo que Maslow en su pirámide de las necesidades indica cuando pone al sexo como necesidad básica.
Solamente cuando el sexo se da en conjunción con el nivel emocional es cuando aparece esa enorme atracción que llamamos enamoramiento. El enamoramiento es el aspecto emocional de esa única atracción en su nacimiento. El enamoramiento es un fenómeno clave porque significa la apertura de la intimidad personal, el sexo solo no tiene este poder de abrir la intimidad personal sin la presencia del enamoramiento. En mi opinión el enamoramiento es lo único que abre la intimidad personal (le dedicaré espacio más adelante al enamoramiento en varias entradas de este blog). Esto sería lo que Maslow en su pirámide de las necesidades indica cuando pone la intimidad sexual como necesidad a nivel de pertenencia: creación de relaciones.
Este proceso que junta la atracción sexual y la erótica, se vive interiormente dentro de una atracción enorme. La atracción es tanto instintiva como emocional. Comienza la apertura de la propia intimidad. Esta apertura mutua engendra confianza y la confianza apertura de la propia intimidad: comienzan a contarse todo. Apertura que se produce porque se pierden los miedos. El perder el miedo hace que el pudor vaya desapareciendo. Es el amor, que surge con el enamoramiento, lo que va haciendo que se incremente la intimidad que se comparte entre las dos personas. Esta es la regla universal del amor. El amor hace desaparecer los miedos, todos los miedos, también este profundo del pudor y las dos personas pueden presentarse sin temores, desnudas una ante la otra, en todos los sentidos no solo el físico, aunque en este también. Podemos resumir diciendo que estamos ante la absorción del pudor por el amor. La aparición y el crecimiento del amor va absorbiendo el pudor y esto hace que las barreras de la intimidad entre las dos personas vayan desapareciendo.
El enamoramiento, que es la puerta del amor, conlleva la valoración del otro. Por ello, quien ama valora y se siente a su vez valorado como persona, con un proceso que es natural, y que además se experimenta interiormente como natural, se comienza a abrir la intimidad con todos sus mansiones. La intimidad, y el pudor que es su puerta, no es, por tanto, algo que se abandona, es algo que se abre, que se dona, es una donación a una persona concreta y con un sentido concreto. La intimidad solo se puede donar, violada, abierta a la fuerza no es intimidad, desaparece. Se trata por tanto de un proceso que respeta la libertad de cada una de las personas: «me doy a quien yo quiero». Esto hace que la persona se ilumine de sentido. «Por eso, todo desvelamiento (de la verdad personal) que no esté al servicio del amor es exhibicionismo … no todo debe ser revelado en cualquier momento. En el silencio del amor que se encubre a sí mismo y a la verdad, hay más verdad que en toda desamorada entrega» (von Balthasar).
Ahora podemos entender que para amar una persona necesita una labor de integración de los tres niveles que hemos visto. «La atracción sexual y la erótica, la primera biológica, la segunda psicológica, no serían ‑y no son‑ duraderas, si no van enhebradas por el hilo amoroso que pertenece al reino del ágape (…) . Esta triple estructura se haya imbricada en toda la conducta amorosa del hombre. La sexualidad humana es algo más que sexualidad» (J.J. López‑Ibor, El libro de la vida sexual, 7). Esta la atracción a nivel instintivo y el enamoramiento a nivel emocional, más la decisión consciente de establecer una relación con esa persona. Todo esto se da en unión, de una forma que tiene una gran fuerza y que unifica a la persona. En el centro está la donación sexual con todo el atractivo del sexo. En lo sucesivo la donación sexual va a afectar a la pareja, pues esta se vive como exclusividad en ese terreno, como el tesoro que comparten entre los dos, el signo de que se aman.