Imagino que va a sorprender esta entrada sobre el hogar, pero me parece necesaria porque el hombre no es un ser aéreo o etéreo, sino un ser que vive con los pies en tierra y que por tanto necesita un ubi, un lugar… y los sentimientos tienen un papel muy importante en esto.
Como estamos viendo los sentimientos son relación, o mejor, nos ponen en relación con el mundo que pasa a ser nuestro mundo personal. Los sentimientos, nuestra esfera afectiva, lo que se llama en términos coloquiales el corazón es dónde se sitúa el hogar. El hogar es la sede de nuestras relaciones básicas. La intimidad no puede flotar en el aire, necesita un lugar físico, un lugar donde vivir, guarecerse, una vivienda, una cueva, una guarida… Cuando una pareja, o sencillamente una persona, se establece por su cuenta, es decir, no sencillamente ha huido o está de viaje, lo que hace es establecer un nuevo hogar.
El hogar sólo se puede establecer sobre el amor. El amor es la única fuerza capaz de sacarnos de nuestro hogar original para establecer otro nuevo. El punto no es la salida, ya que esta se puede dar por motivos múltiples, sino el establecimiento de un nuevo hogar: es para esto para lo que es imprescindible tener un amor. El hogar es la intimidad de dos, es lo más común, localizada. Tener vivienda es un derecho humano que generalmente las constituciones reconocen (opino que no tanto realmente protegen), y tiene una gran profundidad para el ser humano, que no puede estar siempre en la calle, salvo con un gran desgaste personal y social. Tenemos necesidad de un lugar donde sentirse acogidos, en casa. El hogar sobre todo es una cuestión de sentimientos.
El hogar no es cuestión de cálculos, ni de razonamientos, es un sitio dónde sentirse queridos, comprendidos, acogidos. Cada nuevo amor es, a nivel social, como una revolución, una revolución de dos personas (F. Alberoni) que rompen su nicho original y fundan uno nuevo, salen de su hogar original y fundan uno nuevo. Es justamente por este rasgo revolucionario en lo social por el que el amor está por encima de muchos condicionamientos: raza, cultura, edad, … y le gusta saltárselos para demostrar su fuerza «revolucionaria». El amor es autónomo frente a los esquemas sociales. Su primera función, o al menos una función que siempre incluye, es hacer una nueva “república de mi casa”, un nuevo hogar. Por esto un nuevo amor implica la creación de un nuevo hogar y resulta difícil incluirse en un hogar que no es el nuestro, que no ha fundado nuestro amor.
El nuevo hogar es la intimidad formada entre los dos, no es ni uno ni otro, sino la intimidad formada entre los dos, si falta uno la intimidad y lo que lleva consigo, la acogida, el hogar desaparece. El hogar no es el sitio material dónde vive la familia, está formado por el entramado de sentimientos comunes a la pareja y que los acompaña allá donde vayan, convirtiendo precisamente en hogar cualquier sitio donde se instalen. Los hijos nacen y crecen en esa intimidad que forman padre y madre, ese es su hogar, el primer sitio de crecimiento, el sitio que no se juzga, del que parten todas las comparaciones, toda la visión de la vida.
El centro del hogar es el lecho, la cama donde la pareja se ama. El sexo tiene una importancia central en el hogar humano, todas las relaciones y todas las distribuciones se hacen alrededor de él. En el hogar además las relaciones sexuales se restringen a la pareja central fundadora del nuevo hogar. Las demás están inhibidas y anatematizadas por el mayor tabú, el del incesto. Sobre la fuerza afectiva y social del sexo se funda cada nuevo hogar y este tendrá la fuerza del amor de su pareja fundadora. El sexo no solo es una necesidad individual es, de modo especial, una necesidad de intimidad sexual con otra persona y desde este prisma es la mayor fuerza movilizadora de la historia humana. Nada ha movilizado al hombre como esta necesidad de fundar un hogar: un lugar donde vivir y practicar el sexo de un modo íntimo con su pareja. La tríada de conceptos es por tanto: sexo, intimidad, hogar. Para el hombre es el centro de su necesidad de vínculo con otros seres humanos, el nudo principal que trenza la tela de la sociedad humana. No es el único nudo social, pero es el principal porque es el que actúa con más fuerza y el numéricamente mayor.