Libertad y compromiso

Volvemos a la idea, ya expuesta, de que las personas, en realidad todas las relaciones 20668885_sYo-Tu, solo pueden elegidas por amor. Ese tipo de relaciones, al no ser instrumentales, al traer consigo sus propios fines, comprometen nuestra vida, pues debemos ajustar nuestros fines a los del Tu y al menos respetarlas en sus fines propios, esto nos obliga, al menos en alguna medida, a modificar nuestro propios fines, por lo tanto a variarlos, lo que quiere decir que nuestra vida entra en esas relaciones, se ve modificada por esas relaciones.

Las relaciones Yo-Tu, por tanto, son fruto de una decisión existencial, que compromete la vida, que le pone fines, que no son un simple medio. Pongamos un ejemplo: elegir la profesión tiene consecuencias para toda la vida, ya que, entre otras muchas cosas referentes a su sentido instrumental, adquiero la mentalidad misma de la profesión; por así decir, de algún modo yo mismo me hago la profesión: me hago ingeniero, abogado o electricista, con consecuencias directas muy diversas sobre el modo de concebir el mundo: veo el mundo como un ingeniero, con la mentalidad del ingeniero… o del abogado, o del electricista. Por ello es tan importante y tiene tantas consecuencias amar de verdad el propio trabajo.

Una relación pasa a ser parte de la finalidad propia o no, cuando la persona se compromete o no, la hace algo realmente suyo o no; y el modo es que esa persona o actividad se convierta en un fin para la persona y no simplemente un medio. Cuando es un fin, un fin real, no simplemente una meta, pasa a incorporarse a la vida, mientras tanto no, es simplemente medio, instrumento, algo que se deja, un kleenek que, cuando se ha usado, se tira.

Surge una pegunta que se ha planteado muchas veces: ¿son revocables estas decisiones que comprometen la vida? La respuesta es netamente si, igual que podemos incorporar cosas nuevas a la vida, podemos desaprender (aunque esto sea más difícil existencialmente que sencillamente aprender). También resulta obvio que la revocabilidad tiene un límite debido a la limitación temporal de la vida: me puedo equivocar de carrera o profesión una vez, dos,… cinco. Para emprender una profesión con profundidad, que deje una huella en nuestra vida, resulta evidente la limitación temporal.

Lo mismo pasa con las personas, ¿cuántas pueden entrar en nuestra vida de un modo profundo? No hay un número fijo para esto, solo una limitación de tiempo. Además en ambos casos se corre el problema del miedo a la vida. Tiene miedo a la vida la persona que no se compromete, que cuando le llega el momento del compromiso sale corriendo. Es miedo a permitir otros fines no estrictamente pertenecientes a la persona en la propia vida, los finesde otra persona. En su fondo tiene miedo a que se vea su limitación, tiene una voz interna, muy profunda que le dice: «eres un inútil» (esta voz se refiere a trabajos o tareas), o «no eres digno de ser amado» (esta voz se refiere a relaciones con personas). Un trabajo de la intimidad es escuchar esa voz interna profunda, y saber de dónde nos viene y afrontar nosotros nuestro propio miedo.

Siguiendo con las relaciones con personas, vamos a la relación que más compromete, la relación de pareja. El problema es un problema práctico: ¿cómo escojo yo una persona que es un fin en sí misma, con la que quiero unir mi fin, con la quiero hacer un proyecto común? ¿cómo respetar su finalidad y a la vez conseguir la mía? Todo lo que yo «veo» de ella, todo lo que yo puedo objetivizar de ella es precisamente eso: objeto y por tanto convertible en medio y por eso mismo no me da la persona.

En toda relación de pareja hay algo que se podría llamar la «crisis de los motivos». Todas las razones que pueda poner para escoger una pareja hay un momento en que pueden hacer (y muchas veces hacen) crisis: tiene dinero (es rica), tener hijos, es guap@, el sexo,… incluso me siento muy bien con ella/él (es muy gratificante desde el punto de vista de los sentimientos), tiene un gran sentido del humor, nos divertimos. ¿Qué puede pasar? que no vengan los hijos,… que le vaya mal económicamente, que pase una mala temporada que se le agria el carácter y entonces… ¿qué hago? Si me voy, no estaba unido con ella/él, sino con «los hijos posibles», con el dinero, con su aporte sentimental, etc., pero no con ella/él, ella/él es todo eso, pero también algo más que eso. Si me quedo, entonces la razón no era tal, era un motivo, un impulso, pero no la razón que lleva a escogerla como pareja. En toda pareja que dure un tiempo se pasa una temporada donde cada uno de los motivos posibles hace crisis.

La persona se define a partir de su intimidad, que es justamente lo no objetivizable, lo que no se puede convertir en objeto. Amar es compartir la intimidad y para eso debo conocer a la persona en profundidad, debo compartir sus sentimientos, conocer sus gustos. Atentos porque no es un conocimiento experimental, matemático,… algo que trocea la persona, la divide para irla conociendo por sectores. Así no se la conoce nunca, se conoce todo menos la persona: cualidades, condiciones, etc., en resumen lo objetivable… y lo que buscamos es el sujeto, no el objeto. Muy acertadamente Salinas dice en una de sus poesías: «No necesito tiempo para saber cómo eres, conocerse es el relámpago». Es un conocimiento que podríamos calificar de globalidad, que se da en momentos, en encuentros reales con el tú que es la otra persona. Dicho en una palabra: enamorarse.

No quiero decir que no haga falta un tiempo, hace falta: el sujeto y el objeto de algún modo son inseparables. En el proceso del establecer una pareja, de formación de los sentimientos, de formación del hogar común, hay que redefinir los valores de todo, hay que reconocer de nuevo el mundo, que ahora tiene un nuevo color. Ya hemos dicho que el amor es una revolución de dos personas (Alberoni). El encuentro de los dos no necesita tiempo, la revolución necesita tiempo.

Se me ha olvidado decir que con los compromisos se construye y crece la intimidad. Cuando estos compromisos se van encajando de modo coherente unos con otros, de modo que la intimidad los vaya admitiendo y por así decir, transformando en si misma, surge una intimidad fluida: la persona que vive a gusto consigo misma. Este es el nudo entre libertad y compromiso, la libertad «necesariamente» decide, pero nuestra intimidad, nosotros como la persona que somos, solo crecemos cuando nos comprometemos.

Termino en el mismo punto que comenzaba esta entrada: Una persona debe encontrar y escoger el amor, eso es encontrar sus compromisos. La libertad que es algo amplio es constructiva cuando se alía con el amor, creando esa tríada: amor, libertad, comromiso. El amor es lo que realiza la unión, lo único por tanto que nos une verdaderamente. Bajado al terreno práctico, al que nos puede ayudar en el día a día, esto significa que, cualquier unión de personas que no tenga compromiso, respeto a la finalidad del otro, termina siendo simple utilización.

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