Hemos indicado que el nivel del autodominio establecía un primer nivel básico de autenticidad que consiste en aceptar y conocer nuestras tendencias más profundas, nuestros sentimientos, nuestras emociones más recónditas. Este reconocimiento de nuestras tendencias y sentimientos profundos constituye la honestidad. Ahora damos un paso más en el recorrido de la autenticidad: la manifestación externa de eso que hemos descubierto internamente. La revelación de nuestro yo profundo y muy real.
La autenticidad no se detiene solo en el autoconocimiento, requiere la revelación de ese autoconocimiento, requiere un diálogo con los demás sobre nosotros mismos. Para la autenticidad es necesaria una cierta transparencia, comunicar y comunicar con verdad. Este nivel de comunicar a otras personas nuestros sentimientos, lo que aflora a la conciencia de nuestra intimidad es la sinceridad. Luego la autenticidad requiere honestidad y sinceridad.
La sinceridad sola, sin honestidad, sin saber que se siente, sin el contacto con la realidad que supone contrastar con nosotros mismos, puede ser, y en mi experiencia muchas veces lo es, un cuchillo. Hay sinceridades que son sencillamente agresiones sin la humanidad del contraste personal. Es una objetivación de datos que no son engarzados en un contexto humano y sencillamente agreden. La medida del hombre y de la mujer no es la objetividad del dato, sino la realidad de otra persona. Para hablar de los demás, de sus cosas nos tenemos que tener presentes a nosotros mismos y, por tanto, a nuestras debilidades y nuestros errores. Desde ahí sí que podemos hablar. Luego sinceridad con honestidad, sinceridad con conocimiento de nuestras tripas.
Me gustaría hacer una ulterior aclaración. Hay una autenticidad que consiste en decir la verdad sobre uno mismo. Esta autenticidad es hacia todos. Somos una palabra que se expresa y es muy importante que esa palabra sea verdadera. Sin embargo no tenemos ni de lejos la obligación de decirlo todo a cualquier persona que nos interrogue. Que hablemos la verdad sobre nosotros, que nos presentemos como somos, que tengamos la suficiente personalidad para hacernos presentes tal cual somos, es desde luego una característica de la autenticidad. Pero eso no impide que hablemos de determinadas cosas solo con aquellas personas en las que confiamos. Esta sería la parte del diálogo. El diálogo real y profundo sobre uno mismo se establece en la confianza y por lo tanto no con cualquiera, sino con aquellas personas que, precisamente, vemos que nos aceptan como somos. El diálogo real se establece entre dos personas auténticas, es decir, según hemos visto arriba, honestas (que se conocen) y sinceras (que dicen lo que sienten).
Luego se trata de dos aspectos diferentes. El primero presentarnos como somos, tener la suficiente autoestima para no tener que ocultarnos (autenticidad). El segundo es dialogar con aquellas personas con las que confiamos sobre aquello que resulta importante para nosotros. La persona es relación, ya lo vimos en Buber, somos un ser creado para el encuentro, un ser que vive y se realiza en relación, y el diálogo se descubre como el vehículo necesario para la relación. El diálogo es un elemento humano básico del que no podemos prescindir en nuestro crecimiento personal.
En ese diálogo con un amigo, no se busca solución para los problemas concretos, laborales, personales o del tipo que sea, lo que se busca es contarlos para comprenderse a sí mismo mejor en ellos, para hallar el enfoque personal adecuado, busca hablar para descansar, porque sólo con un amigo se siente comprendido a fondo, estimado, valorado, porque necesita oír las valoraciones sobre sí mismo en otros labios, que vengan de fuera. El diálogo es el camino hacia la paz, donde todas las cosas encuentran su sitio.
El diálogo se hace en el encuentro, cada diálogo con un amigo/amiga es una serie de encuentros (Alberoni). El diálogo es una relación discontinua, una serie de encuentros en las que se va «escribiendo» nuestra biografía, nuestra historia, se le da sentido a los hechos que nos han sucedido. En cada encuentro de diálogo se trenza el hilo de lo sucedido en nuestra vida y se proyecta el futuro.
El diálogo es una necesidad humana. El diálogo es un momento de meditación, de observación de la realidad desde la aprobación de nuestra persona, es la creación de un espacio cerrado donde se forja el sentido de la existencia.