Quién está enamorado es quién conoce (Enamoramiento-10)

Como aparece en las últimas entradas sobre el enamoramiento, uno de los sentimientos integrantes del enamoramiento es la admiración. La admiración no es una exageración fuera de la realidad, como razona quien no se admira, que se vuelve sensato al temer la12353557_s apertura y la sumisión que ve en quien está admirado y busca que ponga algo de distancia, pero eso es lo que no puede hacer el enamorado, ni atender a razonamientos que destripen la muñeca, que descompongan lo sucedido en partes.

Quien admira no destripa la muñeca, eso le parece un desastre, porque quien admira ve lo amado en su integridad. No admira sólo cualidades del objeto, sino de lo amado en sí, por eso no puede destriparlo. Se puede decir que, quien admira, es el que tiene un conocimiento exacto, preciso de aquello que admira, quien lo conoce y conoce sus cualidades y, por eso, da su justo valor. Así, por ejemplo, quien está enamorado de las motos las admira y, precisamente por eso, sabe lo que pueden dar de sí, sus problemas, sus fallos, sus posibilidades, etc.; es la persona que mejor partido les puede sacar y quien nos enseña a respetarlas.

Admirar es ver el conjunto, la totalidad. Por eso quien admira integra las cualidades en el conjunto. La admiración no se dirige a una cualidad concreta, sino que sitúa cada cualidad en relación con las otras. Como hemos visto, el enamorado ve la singularidad, lo que hace al amado único e irrepetible. Es justamente en el marco de esa unidad donde puede situar las cualidades. Si no se está enamorado, si no se ve la unidad, no se sabe para qué sirven las partes.

Además hay que darse cuenta de que estamos en el terreno de la realidad, de lo realmente existente, de lo particular, de ningún modo en lo genérico o abstracto. Estamos en el terreno del descubrimiento de lo que las cosas son, no parcialmente, no destripadas, sino en sí mismas, en su totalidad, en la trabazón que las une y las hace ser una. Poniendo un ejemplo: no se trata de la boca, ni de los ojos, ni del tipo, ni del dinero que se posee, ni de los andares, ni de la familia a que pertenece, ni de los títulos que tiene … se trata de la persona en sí misma, en su globalidad, en su totalidad. Esto lo ha dejado inmortalizado Salinas: Para vivir no quiero/ islas, palacios, torres/ qué alegría más alta/ vivir en los pronombres. Es el tú lo que interesa, no alguno de los elementos de la parafernalia que necesariamente le acompaña.

La persona no son sus cualidades, sin embargo es vista en cada una de sus cualidades, se nos da entera en cada gesto (esto lo vio muy bien Max Scheler): en la sonrisa, en los andares, en el modo de hablar.  Lo  que  interesa  es  ella,  esa  persona  singular  e irrepetible que hace que todas las cualidades sean una cosa, que hace  que  sean  precisamente  eso:  cualidades.

La admiración reacciona ante la singularidad de la persona, ante lo que es irrepetible y, a la vez, está preñado de promesas para mí. El sujeto que admira ve en relación consigo mismo, no abstractamente, no teóricamente, no como alguien que analiza y descompone, sino como alguien que une y comprende y que tiene que ver conmigo, con mi propia vida, a la que merece servir con la propia vida.

Por todo esto el enamorado establece relaciones Yo-Tu con el objeto amado, y las relaciones Yo-ello le parecen algo horrible, que no respeta la realidad… Y tiene razón. Nadie como él conoce la realidad del objeto amado, porque la realidad se abre ante la entrega y pide, pide mucho a la persona antes de abrirse a ella.

La realidad se abre en esta dualidad de apertura, admiración y sumisión, servicio al objeto amado. La realidad exige siempre mucho del ser humano, exige el compromiso y eso es a lo que prepara el enamoramiento. La realidad objetiva en verdad es un mito para el ser humano. Toda realidad para abrirse va a pedir nuestro compromiso, sin compromiso no se entregará, permanecerá opaca y cerrada para la persona. Esta es la realidad que conoce el enamorado y a la que responde con su apertura, con su entrega, con su compromiso.

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