Esta es la entrada 18 sobre el enamoramiento y en ella hablamos del futuro que descubre y propone el enamoramiento. En realidad el enamoramiento es lo único que descubre futuro.
El enamoramiento descubre un proyecto, así es como aflora en nuestra conciencia: quiero pasar mi vida junto a esa persona (o conociendo esta materia, o trabajando en aquello) porque es bella, infinitamente bella. Mi tiempo y mi espacio están ahora comprometidos. Lo descubierto tiene tanta hondura que la vida tiene que configurarse a su alrededor: vale la pena. Se asume la tarea de quitar los obstáculos para estar ahí y para estar “siempre” ahí.
En realidad en nuestro sistema emocional, emociones y acción, están unidos, no se pueden dar uno sin el otro. Esta es una clave para entender las emociones: son las que proporcionan gasolina para movernos, están dirigidas a la acción, abocadas a conseguir algo.
No es posible entender el enamoramiento como algo simplemente para imaginar, para sencillamente soñar, hay que realizarlo, hay que transformarlo en vida, en biografía, en historia personal. El enamoramiento se transforma en objetivo, en meta y se inicia la tarea de encajarlo en la propia vida: la tarea del amor. Si esto no se pudiese hacer, quedaría sólo como una bella propuesta, como algo que pudo ser y no fue: muchas, muchísimas frustraciones se acumulan ahí, en enamoramientos que no se pudo, o no se supo, o no se quisieron llevar a cabo.
La persona es coherente cuando vive para realizar con su vida sus amores, sus enamoramientos escogidos como tarea. Esa es la autenticidad: ser coherente con los amores. No los podrá realizar todos, pero tampoco se puede pasar la vida en la superficie del mar esperando sentir el embate de todas las olas, hay que ir a fondo, hay que escoger nuestro paraje: tenemos la limitación del tiempo y del espacio y es aquí donde se decide, es en el enamoramiento donde la limitación y la grandeza del hombre se conjuntan. Somos limitados en tiempo y espacio, pero en el tiempo y en el espacio podemos encontrar la gloria. Aquellos enamoramientos que se asuman de verdad, aquellos que se coloquen como fines de la vida, serán los que den contenido real a la existencia. Hay una tarea, un proyecto y, por eso, el enamoramiento da la posibilidad a la persona que lo descubre de una historia, de algo digno de ser vivido. Los momentos de gloria han transformado la vida. Ya nos decía Steinbeck: “la importancia de un hombre en el mundo puede medirse por la calidad y el número de sus momentos de gloria”. El enamoramiento es imprescindible para vivir.
El enamoramiento es el comienzo y el impulso para los proyectos de nuestra vida.