La búsqueda del sentido de la existencia

Siguiendo con el sentido de la religión en el hombre, lo que resulta claro es la presencia de una búsqueda de sentido de la existencia, la afirmación de algunos valores máximos en los que fundar la propia vida. Se trata de un elemento clave y permanente en el ser humano.

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El ateísmo históricamente se produce como un resultado de la lucha por la libertad política en contra del dominio de las religiones organizadas, señaladamente las iglesias cristianas. Desaparecida la omnipresencia de estas en Occidente, el hombre más bien se declara agnóstico, lo que implica que tiene que asumir por sí mismo la carga y la responsabilidad de decidir cuáles valores van a ser los fundamentales en la vida, qué valores, qué dioses supremos acepta, sin que esto le venga impuesto por ningún poder superior a sí mismo. De algún modo la afirmación de Sartre se hace verdad, estamos «condenados a ser libres», a decidir con la propia existencia en qué creer y a qué dios seguir. Lo que ha caído por tanto es la función de tutorizar la vida de las personas que ejercían las grandes religiones organizadas, hoy la religión ha dejado de ser un refugio contra todos los miedos del hombre y este se encuentra de algún modo inerme y solo frente a estos.

Esta es la situación al comienzo del siglo XXI, aunque no se puede negar que todavía la religión organizada tiene muchos seguidores y se resiste a desaparecer, incluso en Occidente, no digamos en el resto del mundo en el que no se ha producido ese descrédito de la religión organizada y esta tiene aún mucha influencia en las grandes masas, indiquemos de forma destacada el Islam. Visto así la elección de la propia espiritualidad sigue existiendo y ganando terreno de forma individual, aunque como objeto de esa elección a veces se elija una de las religiones organizadas tradicionales. Otras veces la elección es sencillamente, en esto ha abierto camino el budismo, una búsqueda de espiritualidad, de sentido, pero no una creencia formalizada en un Dios.

Lo que se constata de modo fenomenológico es que hay algo muy profundo en el hombre que le lleva a buscar un sentido a la vida. Sentido que para serlo realmente tiene que ser superior a la misma existencia humana, superior al hombre mismo. Hay algo realmente grandioso en esta capacidad del hombre de afirmar la existencia de “algo” superior a él mismo.

Desde el punto de vista emocional nos encontramos ante lo que Maslow denomina experiencia cumbre (peak experience), una experiencia de sentido global. Como todas las emociones es algo que se da en un momento puntual e indica emocionalmente algo superior a nosotros mismos. Puede ser la contemplación de una puesta de sol o del mar, o el nacimiento de un hijo: la primera vez que la madre le ve, o la primera sonrisa. Suele estar ligada esta vivencia a la belleza, más que a la verdad, pero queda la seguridad de una verdad profunda. Para Maslow más de un 90% experimentan al menos una de esas experiencias a lo largo de su vida. Por esto Maslow introduce en su pirámide un quinto nivel de necesidades que responde precisamente a esta necesidad de encontrar un sentido, sentido que organiza toda la existencia en las personas que lo descubren. De un modo fenomenológico la existencia de este nivel es inapelable. Estas experiencias cumbre se encuentran debajo de las decisiones auténticas de búsqueda de Dios y de modo más amplio de sentido de la existencia.

Estas experiencias cumbre son parte de la Educación Emocional que debe integrar la espiritualidad como una de las necesidades del hombre. Esta es la idea central de la psicoterapia de Victor Frankl.

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