Desde hace tiempo en las explicaciones sobre que es la empatía hablo de inundación empática, que en mis diapositivas defino como: Fenómeno social en el que un grupo de personas entra en un mismo sentimiento que les hace vibrar en conjunto, por ejemplo, participando en un concierto, etc.
Es evidente que este fenómeno se ha da dado la semana del 5 del 11 de enero de 2015 en Francia y que la inundación emocional se ha extendido al mundo occidental en su conjunto. No es la primera vez que observo un fenómeno de esa categoría en la que el contagio emocional se extiende sin límites a través del conjunto de la sociedad, con frecuencia traspasando los límites de fronteras. El 11 de septiembre de 2001 y el ataque a las torres gemelas es un buen ejemplo, quizá el más paradigmático de todos. En España se produce con ocasión del asesinato de Miguel Ángel Blanco en julio del 1997. También el mismo impacto y la misma atención focalizada de los grandes medios de comunicación se produjeron por ejemplo en el tsumani del 26 de diciembre de 2004.
Hacen falta dos elementos para que se produzcan esos fenómenos: un acontecimiento impactante y la unanimidad de los medios de comunicación en su enfoque de la información. De este modo otros acontecimientos no han tenido el mismo impacto a pesar de indudable importancia. Pongo como ejemplo las 2 agresiones de Israel a Gaza en los años 2007 y 2012 con más de mil muertos palestinos en cada una de las dos ocasiones, mientras Israel utilizaba cazas y tanques contra población civil y sin embargo no hay unanimidad en los medios de comunicación, lo que impide el fenómeno de inundación empática.
La moderna sociedad de la comunicación y el fenómeno de la globalización han propiciado que estos fenómenos se puedan producir del modo tan amplio en que se producen actualmente. Aunque me resisto a poner universal, porque precisamente el fenómeno de estos días, Je suis Charlie hebdo, se ha extendido como la pólvora por el mundo occidental, pero no ha impactado del mismo modo en el mundo islámico. La inundación empática se produce siempre con extrema rapidez y tiene algo de inundación: fenómeno natural que sucede sin poderlo remediar y que desborda todas las previsiones.
Las emociones son los elementos que aparecen en nuestra percepción como evaluación de la situación. La razón, la facultad reflexiva trabaja sobre ellas para establecer las conclusiones, las “etiquetas” con que se va a calificar la situación. En los cursos sobre gestión emocional siempre se habla de la necesaria conjunción entre emoción y razón o si se quiere entre cabeza y corazón. Normalmente la frase que utilizo es: la emoción plantea los problemas y la razón busca los medios para solucionarlos.
La capacidad social del hombre hace que este proceso no sea solamente individual sino como en los casos que estamos viendo, y muchos otros, el proceso sea también social. La fuerza de lo social es grande en el ser humano, algo que choca con el paradigma cultural de occidente que está fuertemente basado en una concepción individual o si se refiere individualista. Fenómenos como el que hemos experimentado estos días dejan al desnudo que lo social tiene mucho peso en el ser humano.
Quiero hacer una distinción en los fenómenos que provocan una inundación empática global. Los hay cuyas causas son naturales, como el ya citado tsunami del Indico o también el terremoto de Haití del 12 de enero de 2010. En estos casos toda la humanidad se encuentra del mismo lado, con el mismo punto de vista, les diferencia solo el ser afectados más o menos de cerca por la situación. Otros fenómenos de tsunami emocional dividen a la humanidad o les afecta diversamente o en posiciones opuestas. Estos son los debidos a causas humanas. El ejemplo de Charlie Hebdo es un de ellos. En los primeros es la urgencia de medidas lo aconsejable, en los segundos hay que integrar antes el conjunto de sentimientos afectados.
Quiero hacer caer en un punto importante. Cuando un fenómeno adquiere esta capacidad de contagio tan fuerte la capacidad de juicio individual queda ofuscada. Hay una elaboración social y al individuo le es difícil sustraerse a esa influencia, solo lo hará si tiene fuertes motivos para sustraerse a la histeria colectiva. He puesto histeria a consciencia, porque histeria es el afloramiento de la emoción con una deficiente elaboración racional, lo emocional parece haber tomado el mando y no espera a la reflexión.
Hay que darse cuenta que el fenómeno viene con su impacto emocional y su reflexión ya elaborada. Es decir puede ser consumido ya completo, ya que los juicios por el hecho ya vienen introducidos en la información que los medios de comunicación transmiten. Los medios de comunicación también son inundados y pierden su capacidad crítica y sencillamente aportan datos al elemento emocional amplificando las conclusiones, siempre en la misma línea. Una vez tocada la seguridad y su componente emocional, el miedo, ya todo parece estar justificado. Estamos en casos de inundación emocional que tocan al miedo, que es cuando más desaparece la capacidad crítica.
En el caso de esta semana pasada, de un ataque a un periódico por unas caricaturas satíricas que ofenden al mundo de religión musulmana, hemos llegado a oír informaciones sobre un escenario general de conflagración entre occidente y mundo islámico. Los medios de comunicación han pasado desde un inaceptable asesinato de vidas humanas, relacionado con modos encontrados de entender la libertad de expresión, a un escenario global de conflicto. Occidente se ha apresurado a tomar medidas para esa batalla y en un día, en el mismo clima emocional de contagio los ministros de la unión se han reunido a los que rápidamente se han unido autoridades USA y de Israel. Los políticos olvidan el consejo del sabio de Loyola: “en tiempo de tribulación no hacer mudanza” y toman medidas que afectan a los derechos fundamentales, a las mismas bases sobre las que está construido occidente. La seguridad y el miedo prevalecen. Un ejemplo bastante claro de esto es que las medidas tomadas después del 11S han provocado la guerra de Irak y Afganistan, situaciones de violación de los derechos humanos como Guantánamo y recortes fortísimos en las libertades individuales, y sin embargo no parecen haber logrado su objetivo de conseguir seguridad respecto al mundo islámico. Lo sucedido esta semana pasada con Charlie Hebdo es un buen ejemplo.
No parecemos estar preparados para estos fenómenos y todavía no hemos aprendido a gestionarlos. Quizá no tenemos experiencia suficiente para hacerlo. Es un tipo de gestión emocional nueva que desbarata los medios tradicionales. Evidentemente es un elemento más de ese mundo global en el que ahora vivimos.
Otro ejemplo de inundación empática es el futbol. El futbol y, en general, el deporte es uno de los fenómenos de inundación emocional más extendidos. En el futbol aparecen dentro del fenómeno multitud de elementos de violencia reprimida, de enfados no gestionados que se echan al árbitro, a los jugadores contrarios, incluso a los hinchas. Aquí no juega tanto el miedo como el enfado, pero nos encontramos ante la misma incapacidad de gestión emocional.
Quizá yo también he pecado de escribir en caliente sobre un fenómeno que ha ocupado todos los medios de comunicación durante la última semana. Pero quería poner el acento en el aspecto emocional que no he visto tratado. La inundación empática me parece el motor más poderoso del fenómeno. Una gestión emocional social que lleve a una integración de razón y corazón es imprescindible.