Llevo tres entradas hablando del pudor y de la apertura de la intimidad persona, ha llegado el momento de hablar en directo del significado personal del acto sexual. Si hemos comprendido el trabajo del pudor en relación con el amor, el acto sexual en ese contexto es el acto que entrega totalmente a la persona, no se entrega algo se entrega una persona. En la biblia se usa la palabra «conocer». No es un acto sencillamente animal, carente de racionalidad y afectividad, es un acto humano que significa el más profundo conocimiento, la más profunda verdad personal. El hombre y la mujer que se aman, descubren que existe una palabra que expresa todo ese amor que se tienen, en esa palabra se entrega la intimidad irrepetible de la persona; por eso nos parece abominable hacerlo por dinero, porque sería aceptar la objetivación, la cosificación que pone en marcha el pudor.
En la película «proposición indecente» de hace ya unos años, un multimillonario (Robert Redford) ofrece a una pareja un millón de dólares por acostarse con la mujer, y después de varias discusiones, ambos aceptan. El problema que se produce es que después él no puede superarlo y casi casi se acaba rompiendo el matrimonio (…bueno no voy a matar aquí el final). Esto indica a mi entender la imposibilidad para el marido de cosificar la sexualidad de ella, no es sencillamente un acto instrumental con el que se gana un millón de dólares, es siempre algo más.
«La unión corporal sexuada es una donación cumplida, por eso el esposo es ya de la esposa y la esposa es del esposo. No se trata simplemente de una entrega prometida, sino de una entrega realizada, cumplida, hecha actual. Esto puede parecer sorprendente, pues parece que la única entrega que puede r la persona, la entrega por la que renuncia a si misma por amor, es la muerte. Sin embargo, la hondura humana de la sexualidad consiste precisamente en ser la capacidad de donación total personal, en un cierto aspecto» (Antonio R. Retegui).
Toda banalización de la sexualidad acaba afectando a la capacidad de entrega de la persona. El acto sexual involucra a la persona: es la palabra más comprometida que se puede pronunciar. Por ello, me comprometo con esa persona, con su vida, a proteger su intimidad, a fundirme en ella. Un sexo objetivado destruye esa palabra, disecciona el cuerpo y la intimidad, y por tanto incapacita para la entrega, para el amor.
De hecho el lenguaje popular liga el sexo con la mentira y el engaño. Si la persona es una palabra que se expresa, efectivamente el sexo, que expresa a la persona puede ser la verdad o la mentira más gorda. Por eso el que prodiga su palabra corporal tiene que entrar en un mundo de mentiras de engaños: eso se lo dirás a todas, tiene que mentir para seducir. Como puede verse hay una relación con todo el organismo moral de la persona, con sus capacidades morales, el sexo está en el inicio de toda sinceridad, de toda autenticidad de la persona.
Cuando se realiza sin mentiras, el sexo tiene siempre un sentido de totalidad, de unión con el otro. Es lo más propio, personal que se pueda dar; es la misma persona que se da, como en ningún otro acto. Por eso no se puede hacer como prueba … El amor, el cariño, no se prueba, o se da o no se da. Aquí estamos en la ley del todo o nada y esto se ve claro en las experiencias de desengaño: uno va en serio, otro prueba, lo que significa uno se da el otro no; uno se compromete, el otro es un espectador. El desengaño es profundo cuando se ve, se comprueba que el otro juega conmigo, con mi persona; en este caso, la sensación de ser utilizado es fuerte, la de soledad también. Sólo comprometiéndose a fondo, sin fisuras, sin mentiras, se entra en la verdad de las personas. El sexo es lo que permite esa entrega radical de las personas, esta es una de sus virtualidades.
Me gusta tu aporte ,lastima que hoy en día se cosifique tanto las personas al igual que al sexo y lo hagan por hacerlo sin el mas mínimo respeto por ellos mismos ni por el acto como tal.
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