Esta es la segunda entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998.-en las citas indicaré solo la página), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.
Hay un buen ejemplo de la distinción entre las miradas Yo-Tu y Yo-Ello nos lo proporciona la película «Bailando con lobos» dirigida y protagonizada por Kevin Kostner.
El argumento se desarrolla en una tribu de indios americanos que comienzan a estar en contacto con el hombre blanco. Hasta la llegada de este, las tribus de la pradera americana vivieron de la caza del bisonte, de los que había millones. Pues, bien, en la película la tribu entera está esperando la llegada del bisonte, que pasa cerca de donde se encuentra acampada en su emigración invernal. Una noche oyen pasar a los bisontes y a la mañana salen en su busca. Cuando los encuentran lo único que hayan son cadáveres de bisontes despojados de su piel y abandonados como un reguero por la pradera, un reguero de muerte y de despilfarro. Ellos aprovechaban todo del bisonte, en el desolador espectáculo que ven se ha cogido solo la piel y el resto de los animales se ha abandonado y se pudre al sol. Antes que ellos ha llegado el cazador blanco, que busca las pieles, porque es lo que les da dinero, ¿lo demás? Lo demás simplemente se abandona y se pudre al sol…
Al cabo de algunos años de tropelías como esta, jefe Seattle, un indio que estableció un tratado con el gobierno de los Estados Unidos, escribió al presidente para manifestarle su estupor al ver que los blancos trataban la tierra y toda la vida que contenía, sin respeto alguno: «Os es indiferente una tierra que otra porque no la ve como a una hermana, sino como a una enemiga. Cuando ya la ha hecho suya, la desprecia y la abandona. Deja atrás la tumba de sus padres sin importarle. Saquea la tierra de sus hijos y le es indiferente. Trata a su madre -la Tierra- y a su hermano -el firmamento-como a objetos que se compran, se usan y se venden como ovejas o cuentas de colores. Hambriento, el hombre blanco acabará tragándose la tierra, no dejando tras de sí más que un desierto».
Mi pregunta, clave para entender lo que viene a continuación y que me gustaría que os plantearais en profundidad, es la siguiente: ¿qué veían los blancos y qué veían los indios en la pradera? ¿Cómo veían al bisonte? ¿Cuáles eran sus actitudes respectivas?
Podemos sacar una primera conclusión rápida: vemos en función de nuestra actitud. El blanco ve dinero en los bisontes, el indio parte de su vida, del mundo en el que vive.
Volvemos a Buber: «la actitud del ser humano es doble según la duplicidad de las palabras básicas que es capaz de pronunciar (…)
«Una palabra es el par Yo-Tu.
«La otra palabra básica es el par Yo-Ello» (Ello podría ser también Él o Ella)
Resumo lo dicho hasta ahora: La actitud viene determinada por palabras que pronunciamos, y la actitud determina la visión del mundo que tenemos. Esto Buber lo dice así: «No existe ningún Yo en sí, sino solo el Yo de la palabra básica Yo-Tu y el Yo de la palabra básica Yo-Ello». Tan radical como que nuestro Yo, quienes somos, nuestro ser, está determinado por nuestra actitud, por lo que vemos, por cómo lo vemos.
¿Veían el mismo mundo el jefe indio de nuestro ejemplo y el cazador blanco que dejaba los cadáveres despellejados de bisontes por la pradera? Segunda pregunta, más importante, ¿eran el mismo tipo de persona? ¿No es su Yo diverso en función de su mirada, de su actitud ante la pradera?
Si nos observamos veremos que ya hemos tomado postura por uno y en contra del otro, que hemos entrado directamente en una cuestión de valores, de lo que es valioso en la vida, y que hemos tomado esa postura en función de la diferente mirada sobre la pradera, del diferente modo de ver al bisonte de ambos personajes.
Luego la actitud determina la mirada, que se convierte en algo básico, fundamental.