Qué es la presencia. La presencia es ante todo estar. Podemos estar y no estar presentes, este es un gran tema del ser humano que vive en el mundo que conforma su mente, su imaginación, sus intereses, la experiencia vivida, etc. El resultado es que el mundo que vivimos puede no estar aquí y ahora sino muy lejos.
La presencia es también algo que depende de nosotros, de un compromiso personal. Durante tiempo he utilizado una dinámica en los cursos de Educación Emocional y la consideraba una de las claves: estar presente. La dinámica era muy sencilla: darse cuenta del grado de la propia presencia. Utilizaba la siguiente diapositiva:
La diapositiva tiene 2 escalas una numérica: estoy presente al 10%, que era prácticamente presencia física. Ni siquiera me dedico a observar, en realidad paso. El me abstengo es lo que hace unos años se denominaba un pasota, alguien que está pero no se interesa, es como si no fuese con él, en realidad está en otra parte pero no aquí.
Al 30% es presencia como espectador, como observador de lo que sucede, pero sin implicación, con muy poca presencia, en realidad con distancia. En realidad el observador es parte del paisaje, pero no se vive así, se concibe observando lo que sucede, pero no participando. Al observador se lo dan todo hecho.
Al 70% es presencia, pero subordinado a las normas, aceptando el propio papel, si entendemos cualquier situación con la metáfora del teatro. Somos actores, participamos activamente, pero aceptamos las reglas que nos han impuesto. No organizamos la obra, ni la dirigimos, hacemos lo que nos toca. Esto seguro que nos sucede muchas veces en la vida. Quizá en el trabajo, incluso como profesores en nuestro aula podemos estar como actores, adoptando el papel que nos corresponde.
El que está como actor, toma parte activa, pero no termina de implicarse personalmente. Está pero no deja huella, porque esta es siempre personal. Hace lo que le toca, cumple su función. Pero no va más allá de la función. Podría ser eso, un funcionario, alguien que funciona pero que no crea, no innova. La que crea es siempre la persona. Al 70% está pero no comprometido. Si le pidiesen responsabilidades dirá: yo obedecía, he hecho lo que me han dicho.
Estar al 100 es la presencia total como persona, con todas las capacidades, plenamente metidos como persona, con nuestra sensibilidad, con nuestra escucha y con nuestra creatividad. Aquí la implicación hace que se participe tanto del éxito como del fracaso. Al 100% la persona está comprometida, y por eso siente la responsabilidad de lo que sucede, responde en primera persona.
Esta organización de la presencia no es algo moral en el sentido que debemos estar al 100% en todo. Primero porque eso es imposible. Todas las posiciones son necesarias, también pasar, y, por ejemplo, hay que cortar con el trabajo más comprometido e irse a casa a descansar todos los días y tomarse unas vacaciones.
Hay otros momentos en que nos interesa ser observador, ver como otros hacen las cosas pero sin la implicación. Y no podemos prescindir de ello porque dejaríamos de mejorar en nuestro propio compromiso.
En resumen que no se puede estar en todo momento al 100%, que hay que elegir cuando y donde comprometerse. La presencia es una herramienta y mi objetivo aquí ha sido hacerla consciente. Tomar conciencia de dónde queremos estar presentes y en que grado. Porque hay tanto que aprender a comprometerse, meter nuestra plena presencia, como a desconectar, a sacar nuestra presencia de algo (el ordenador que nos ha absorbido, el trabajo cuando ha llegado la hora) cuando eso es bueno para nosotros.