El humanismo del Renacimiento tiene su centro en una recuperación de la medida del cuerpo humano. Leonardo da Vinci, con su estudio del hombre de Vitrubio y Miguel Ángel, con su trabajo sobre el torso del Belvedere, estudian la figura humana y sus proporciones y ese estudio va a ser el centro de todo su arte y de la profunda revolución que el Renacimiento comportó en la cultura de la humanidad. Perder la proporción del cuerpo humano, del cuerpo del hombre y de la mujer hace a la civilización y a la cultura inhumanas, dejan de ser humanistas.
El cuerpo humano es así la medida del arte, y es también la medida de nuestras casas, del alto y ancho de sus puertas, de la altura de las ventanas, de la iluminación que le ponemos. La altura de los escalones tiene que ver con el movimiento del cuerpo. El tamaño del asiento de un coche y el coche mismo tienen que ver con la medida del cuerpo, lo mismo de la cabina de los camiones, de los trenes, de los aviones. Todo necesitamos calcularlo a partir de la medida de nuestro cuerpo. Porque calculado el cuerpo humano calculado el coche, con el tamaño del coche, calculamos el ancho de la carretera o de la autopista que necesitamos. El cuerpo humano está en el centro de todas las medidas que realizamos.
La sartén está hecha para que la mano pueda manejarla, igual pasa con el destornillador y con la teclas del ordenador que utilizo en este momento. Las herramientas son útiles si se adaptan a la mano, si son una adecuada prolongación de esta. Las herramientas son útiles si se adaptan al hombre, son la prolongación de este.
La sensibilidad del cuerpo nos da el hambre, si tenemos que comer o beber, el tiempo que tenemos que dormir, el ejercicio que necesitamos hacer. Estamos acostumbrados a ponerles horarios a los niños y esto es una primacía de la razón o de la mente sobre la sensibilidad de su cuerpo. No hay que preocuparse tanto por los horarios de los niños, su mismo cuerpo les pide dormir y comer, y también les dice cuando tienen suficiente. Igualmente la sensibilidad del cuerpo regula la enfermedad y el dolor qué debemos y qué no debemos hacer.
En el cuerpo además están las emociones almacenadas, nuestros enfados no resueltos, los miedos no afrontados. Nuestro corazón se dilata con la alegría y nuestro estómago se encoge con el miedo, nuestro fuerte enfado nos levanta un dolor de cabeza. Nuestras emociones, cuando las sentimos, ocupan un ubi del cuerpo. Nuestro cuerpo y nuestras emociones están intrínsecamente relacionados. Para poder regular nuestras emociones primero debemos aprender a escuchar a nuestro cuerpo, a sus sensaciones, focalizar la sensación sentida, como tan bien explica Aristóteles la emoción. En nuestro cuerpo está nuestro estrés que a gritos nos pide que actuemos de otro modo.
En su libro “Tierra de Hombres”, Antoine de Saint-Exupery relata la historia de un piloto de avión caído en los Andes, que se pone a caminar y llega al punto del agotamiento, en ese momento, movido por la idea de que su mujer pueda tener su pensión de viudedad, cosa que no ocurrirá si con el deshielo no hayan su cuerpo, se pone en marcha hacia unas rocas que divisa y al final anda durante 48 horas. La expresión de Saint-Exupery es “un animal nunca lo haría”. Es cierto los caballos pueden morir de agotamiento cuando el hombre les fuerza y les fuerza a correr. Sin un hombre de jinete, pararían antes.
El hombre tiene esa capacidad de que la razón tome el mando y fuerce al cuerpo hasta más allá de la extenuación, la mente humana es poderosa. Pero los momentos en que la mente toma el mando de esa manera tan dictatorial sobre el cuerpo deben ser pocos si queremos que nuestra vida sea humana. En las situaciones cotidianas, en nuestro ritmo de trabajo, de comida, de sueño,… en nuestro ritmo de vida, cuerpo y mente se deben equilibrar, llegar a la armonía y… el cuerpo es la medida.