La esperanza (2): el instante

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¿Por qué no sumergirse en el instante? ¡Qué lógico buscar un “desconectador” para ese pasado, pues me está lastrando el presente! “¿Por qué debo cargar con las decisiones, sobre todo esas que se me han hecho tan pesadas? ¡Libérate!”, es la sugerencia que nos aflora incontenible. Otra vez la inquietud: “la vida no puede ser tan estrecha, tan injusta, tan desagradecida, uno no puede vivir así, lastrado, con esa masa de plomo que no se puede levantar”. Liberarse del pasado es liberarse de una carga, es la promesa de vivir feliz, “¡al menos hoy!, ¡esta noche!, ya pensaremos mañana, mañana cargaremos de nuevo con la vida, pero ahora, ¡no!”. Hemos encontrado todos los “desconectadores” del mundo, los hemos investigado, hemos profundizado en sus cualidades, sus efectos sedantes o euforizantes, porque sus efectos colaterales, a veces, nos importan bien poco, sólo el central: desconectar, desconectar. La humanidad los ha encontrado todos, “sólo tengo que recorrer caminos mil veces trillados, no soy el primero que los recorre, eso me ayuda; sólo tengo que buscar donde otros ya estuvieron”. Todos los desconectadores, haya que beberlos o inhalarlos, inyectarlos en vena, o simplemente embriagar la mente con el éxito: jugarle al azar, desnudado de su verdadera fuerza, desnudo de todo, azar puro; emborracharse de éxito frente al azar, aunque siempre al final se cobre sus buenos dividendos, “no me importan los cálculos, quiero ganar”.

¿Y la victoria en el sexo? “¡Qué buen desconectador!: no hay nada tan embriagador como el cuerpo de una mujer, de un hombre, mejor de muchos/as. ¡No!, ella/él no, las personas son un lío con sus exigencias, sus ‘¿me quieres?’, y sus ‘necesito’; ya que estamos desconectando, desconectemos las personas de los cuerpos (es posible conseguir lo imposible) y quedémonos con los cuerpos. ¡Cuántas victorias!: control, dominio, seguridad: lo material, el cuerpo es dominable, de los espíritus es mejor olvidarse; todo seguro, nada de incertidumbres”. Ansia de posesión, de control, de dominio, “que me pague por todos los fracasos, que me compense de ese pasado tan injusto conmigo” … autocompasión, autocompasión: “¡acariciadme!, aunque sean caricias pagadas u obligadas, incluso forzadas, pero las necesito, nadie ha sufrido como yo”.

Poder decir: “¡desconéctame!”, que es lo mismo que decir: “¡bórrame el pasado!, no me hagas llevar esa carga, ¡hazme libre! No me hagas esclavo de esa identidad que el pasado me da, dame la ilusión de poder hacer todo lo que ese pasado no me deja, quítame sus cadenas, sus obligaciones, sus responsabilidades”. “Es el pasado lo que lastra, con ese engendro de palabra: ‘responsabilidad’, que obliga a mirar al futuro y cargar con él”. “La responsabilidad está preñada de cargas insoportables; hasta pretende uncir la libertad a un yugo al decirnos que no hay libertad sin responsabilidad, ¡pues la hay!, ¡desconéctame del pasado y me desconectarás de ella, sin pasado no hay responsabilidad y por eso hay una ‘libertad’ sin peso, una ‘libertad libre’: ¡qué bien suena!”. Sin el pasado otra vez la libertad, esta vez como liberación; liberación del pasado y del futuro. El instante es liberación total. “Mira: se puede borrar el pasado, al menos un tiempo, unas horas. ¡Qué fuerza persuasiva! El instante es lo más elocuente”. En el instante soy cualquiera, quien quiera a voluntad. “Por eso, vuelvo al desconectador, y vuelvo y vuelvo: cada vez más la sensación de volar, aunque el cuerpo se vuelva pesado y yo lo vea … pero está la sensación. Ya no puedo vivir sin desconectador, forma parte de mi vida, toma un protagonismo en ella, la va definiendo: mi vida se define como lo que no tiene definición, soy lo indefinido. Tengo la sensación de no poseer límites: ¿no es algo muy parecido a la eternidad? Infinito e indefinido ¿acaso no son lo mismo? Algo dice que no, pero no quiero oírlo: ¡son la ausencia del límite!, así me hacen sentir. En el instante, desconectando el tiempo, descargando el pasado como si fuera un lastre, he borrado los límites”.

El instante es un presente que ha renunciado al futuro, es un presente sin esperanza, es un remedo de infinito dado en un momento. Es un corral de tiempo separado del resto, que trata de atrapar su dimensión de infinito, pero para hacerlo tiene que aturdirse para no escucharse, porque si se escucha, oye que no hay esperanza, oye al tiempo que se impone y pregunta: “¿y mañana qué?” … es una pregunta insoportable, por eso hay que embotarse, para no hacérsela. ¡Desconectar!

El instante supera a la ambición de futuro en que sabe que la vida se vive en el hoy. El instante ha renunciado a la ambición, pero no al control. No abre el presente donde se encontraría a sí mismo, donde encontraría su vida, toda su vida entregándosele. No lo abre porque también el instante usa la violencia. El instante es un intento de ejercer el control: “si controlo el ahora lo tengo todo”, “el placer del instante lo encierra todo”. Es curioso, en eso tiene razón, pero lo rompe todo con su violencia, con su afán de control. Busca el placer y no se escucha, por eso cierra las puertas… no sólo no se escucha … ¡no quiere escucharse! El que vive en el instante tapona la razón y la voluntad, por eso ya no es él mismo y por eso es insaciable, porque a sí mismo no se alcanza.

Y siempre y por todos lados la inquietud, una inquietud de sentido. Lo que impulsa por los caminos con salida y por los callejones sin salida es siempre lo mismo: la inquietud. “Mi vida tiene un sentido, tiene que tener un sentido, tengo que encontrar ese sentido, ¡no!, no puede ser un grano de arena mecido por las olas, del que nadie se ocupa, sólo fuerzas mecánicas, iguales a millones, a trillones de otros granos de arena. ¡No y no! Mi grano de arena, puesto que tengo que aceptar que soy eso, tiene un sentido. Soy un grano de arena con inquietud de sentido”.

“¿No habrá una forma de vivir que me permita recuperar el tiempo, que me permita reconciliarme con mi pasado y afrontar el futuro con posibilidades de éxito, sin tener que quedarme en la indefinición del grano de arena? ¿Hay un modo de vivir la libertad siendo alguien, definido, sabiendo quién soy?”.

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