La esperanza (3): La soledad

shoes-587648_640

La soledad es negra y muerde de noche, por eso los solitarios salen de noche a tratar de huir de su mordisco. La libertad prometida, la libertad frente a todo resulta algo muy duro, termina por no ser soportable, porque condena a la soledad. Esta libertad es un espejismo para el hombre: “me basto a mi mismo, soy independiente”. La independencia es imposible para el hombre, porque genera la soledad y la soledad con su mordisco hace salir para buscar compañía, cualquiera que sea, aunque se sepa que es un engaño, cualquier cosa que pueda parecerse a compañía. La soledad genera un dolor sordo. La soledad hace nacer una inquietud: es madre de la inquietud por la luz, que se siente como un deseo sordo, imparable, nocturno, de compañía, de caricias. Sueños imposibles de ositos de peluche y tactos suaves. Es una inquietud que crece y crece hasta hacerse imposible de soportar, hasta obligar a salir a la noche a buscar cualquier luz, por cualquier camino, cualquiera que sea, pero una luz.

La soledad es una estepa helada donde reina la noche. La libertad obliga al hombre a dar luz, porque eso es la libertad: una obligación de dar luz. Y el hombre no tiene luz, descubre la luz, reverbera la luz, incluso almacena la luz, pero no tiene luz: por eso no puede vivir solo, por eso no puede ser independiente y ser independiente se convierte en una trampa. No somos independientes de la luz … ¿Qué sentido tendría todo? ¿Cómo podríamos ver? Pero si el hombre es independiente, si está solo, entonces su libertad independiente le obliga a plantarse en la intemperie dando la propia luz, y eso termina siendo una engañifla. La libertad es algo muy duro, imposible, cuando hay que vivirla solo. Para el hombre que pretende ser independiente, la independencia toma el puesto de la libertad. La independencia para el hombre es un espejismo de libertad. Un hombre independiente es el que piensa ser capaz de producir luz, el que piensa ser un generador de luz: su libertad crea el mundo y, todo lo más, el hombre tiene baterías que han almacenado la electricidad y pueden durar un tiempo; cuando se acaben, ¿dónde las recargará? Su luz durará un tiempo y se irá debilitando hasta extinguirse. El hombre no produce luz solo, la soledad es oscura. Libertad, independencia, soledad y compañía son los cuatro hilos que forman la madeja donde se enreda el hombre.

En la oscuridad no se puede vivir. El hombre cuando se siente solo busca la luz. El hombre solitario sale a la calle, siempre de noche y busca luces, busca consuelo en cualquier luz que encuentre. La luz es un consuelo que aquieta el dolor sordo que la oscuridad de la soledad produce. Esto el hombre lo tiene muy “claro”: no se puede vivir a oscuras, si se sobrevive en la noche es porque hay claridad, porque en el fondo no está todo absolutamente oscuro.

El solitario es alguien con miedo a mostrar su propia vulnerabilidad (lo que inevitablemente le multiplicará los miedos). no se fía de nadie, fiarse implica mostrar la propia vulnerabilidad. Está solo precisamente porque no confía y lo camufla poniendo a la independencia como su ideal. Aquí solitario e independiente se identifican.

En realidad el solitario es un hombre asustado por la oscuridad y que huye. Como ese niño que se despierta llorando en mitad de la noche por la tormenta y grita por la compañía de su madre. El hombre “solo” está asustado y necesita compañía, aunque muchas veces disfraza su miedo de control: intenta controlar al que le da compañía, intenta controlar un poquito de luz, hacerla suya en propiedad, porque no sabe, no quiere admitir que la luz no tolera derecho de propiedad, que es de todos, sea quien sea el que pretenda tenerla en su mano. El solitario cubre su miedo a la soledad con prepotencia: sea con dinero o con un pretendido “encanto” de su propia persona, encanto que en realidad es sólo una tapadera de su propia necesidad de luz … y quiere mandar, quiere dominar la soledad, quiere tener en su mano el interruptor de la luz, para encenderla a placer. No soporta la incertidumbre de si habrá o no luz, no puede “depender” de que alguien, quienquiera que sea, decida dársela. Busca dominar la luz, aunque sea esa luz pequeñita que se puede mandar con un interruptor y que no consigue disipar mínimamente la noche inmensa.

Al que niega su propia soledad, al que no reconoce su falta de luz, su carencia de luz puede llevarle hasta la violencia, incluso a las mayores violencias. Es más, todas las violencias se originan aquí. Todas las violencias se originan en el miedo y todos los miedos tienen un origen último en el miedo a la soledad, son una nostalgia del seno materno, del hogar donde estábamos protegidos y no estábamos solos, todas las violencias pretenden negar (a uno mismo, porque a los demás no les engañamos), que somos ese niño pequeño que se ha despertado en la noche asustado y necesita la caricia de una compañía verdadera, de alguien verdaderamente interesado en su vida. Todos los violentos son solitarios que viven en el engaño, ocultándose su soledad, ocultándola bajo la prepotencia. Los violentos engañan: son los más necesitados de los hombres, los que están más a oscuras, los que de hecho están más lejos de superar la propia soledad. Los más solos. Los que menos se quieren a sí mismos. El violento es alguien que no se quiere a sí mismo y, falto de reconocimiento, pretende afirmarse obligando, como sea, ¡hasta la violencia!, a otros a reconocerle.

El solitario es alguien con el permanente desasosiego de la búsqueda en sus entrañas. Ave nocturna que busca la luz, pero no la encontrará porque ya cree tenerla. En su búsqueda se cruzan luces. A veces, en la noche, le atrae el resplandor de una autoridad encendida y el solitario se dirige allí: hay luz y muchos que se mueven juntos bajo la única luz. “Una única luz, un único camino. Todos juntos: es una promesa. Voy a ser acogido, voy a poder disfrutar de la luz. Autoridad, normas: ¡pliégate!, tendrás la recompensa de la seguridad. La gran virtud es la obediencia: es lo máximo”. De este modo el solitario puede descargar el peso de la decisión, ya no tiene que escudriñar el futuro, se puede relajar: “¡la autoridad vela por mi! La autoridad señala el camino, ella lo ve, yo no. Obedezco y llego. Renuncio a pensar, otra carga menos, a meterme en líos”. La recompensa es la tranquilidad, que no la paz. “No hace falta saber navegar por el ancho mar, la barca está bajo la autoridad, las tormentas previstas y evitadas. Al remo y alejarse de tierra, fuera lazos, no más lazos que la autoridad, aléjate, aléjate de todo, … seguridad, palabras firmes, autoridad, normas, seguro cobijo”.

La seducción es otra vía del solitario, para conjurar la gloria del ser. El solitario es alguien en quien la ausencia de esperanza ha alejado con ella a su hermana menor: la confianza. El solitario no confía. Le falta la confianza en que alguien se pueda abrir de verdad y, al final, la posibilidad misma de un “tu a tu” le asusta. En realidad la palabra “tu” le da pavor: no quiere nadie a su altura; por eso, señala siempre grados y altitud, para él la vida es una escalera, arriba y abajo. Ponerse al mismo nivel significaría dejar expedita la entrada en su intimidad, lo que implicaría poner al alcance del otro el núcleo de la independencia. El solitario transforma las relaciones en conquistas. Así del solitario surge el seductor. El seductor es un conquistador, que reduce al otro a objetivo, a cima a superar, a cosa, a algo sobre lo que yo puedo poner el pie. En cambio, un solitario con esperanza deja siempre de serlo, porque comienza a confiar. Solitario y esperanza son contradictorios, tanto como solitario y confianza.

¿Hay una superación de la soledad? ¿Existirá realmente un camino en el que se puede conjugar libertad y seguridad? El corazón del hombre … ¿encontrará ese paraíso tan desmesurado que nos pide? ¿No es mejor renunciar a algo ya de partida, aunque sea la libertad? ¿Por qué no agarrarnos a cualquier cosa que nos de algo de paz, una cierta seguridad? ¿Hay de verdad un tiempo en esta tierra que pueda conjugarse con el corazón del hombre, ese corazón insaciable? ¿Existe un tiempo que pueda ser vivido por el corazón, que lo alimente? ¿Existe un tiempo que signifique vida?

Deja una respuesta

Introduce tus datos o haz clic en un icono para iniciar sesión:

Logo de WordPress.com

Estás comentando usando tu cuenta de WordPress.com. Salir /  Cambiar )

Imagen de Twitter

Estás comentando usando tu cuenta de Twitter. Salir /  Cambiar )

Foto de Facebook

Estás comentando usando tu cuenta de Facebook. Salir /  Cambiar )

Conectando a %s