La esperanza (8): El regalo

8153455_sHay un mundo del regalo. El regalo no es un hecho aislado, es un mundo entero. Todo es un gran regalo, pero hay que descubrirlo. Hay personas que pasan toda la vida en el mundo de la competencia, de la lucha y nunca llegan a entrar en el mundo del regalo, de la gratuidad, ni siquiera llegan a vislumbrarlo. Todo les ha costado mucho. Todo son competidores y conquistas o derrotas. Todo es una necesidad de afirmarse. Piensan que afirmándose con su lucha matarán la inquietud. Pero por ese camino la inquietud crece. Objetivo tras objetivo alimentan la inquietud, pero es un alimento que la trasforma en desasosiego. Solo hay paz, acogida, descanso en el mundo del regalo.

Se trata de una disyuntiva: lucha o regalo. Todos estamos en ella, no siempre vemos el regalo. Lo fácil es que la lucha empañe la visión, o eso al menos nos parece para justificarnos, porque si descubrimos el regalo vemos que nada tiene tanta fuerza como el regalo. El regalo es más fuerte que la lucha, pero no queremos aceptárselo y se lo negamos; preferimos confiar en nuestras fuerzas, depender de nosotros mismos. El regalo nos da la impresión de que nos hace dependientes.

La esperanza es el único pasaporte para ese viaje al interior del mundo del regalo, lo que franquea la entrada, de otro modo celosamente guardada. Con la esperanza se tiene la luz y todos los bienes con ella. El que tiene esperanza ve la luz que permite el acceso al mundo del regalo. La esperanza son las gafas que nos permiten ver el gran regalo que se nos ha hecho de la vida misma que vivimos. La luz no la creamos nosotros, pero si la vemos, la reverberamos, y de algún modo la generamos, la multiplicamos.

La ternura por su parte es el modo de comunicarse en el mundo del regalo. Cualquier regalo ya en si mismo es una muestra de ternura, cualquier regalo le dice al otro que es valioso, se dirige directamente a su persona. La misma ternura es regalo, donación, es dar y recibir. Lo que regala es futuro y seguridad a través del compromiso de la propia persona. Si muestro ternura, estoy diciendo: “estoy aquí y estaré aquí para eso que tu necesitas”. La ternura real, verdadera, recíproca es el gran regalo, el regalo de una persona. En el fondo todo regalo es el regalo de una persona, alguien que a través de un signo se ofrece. Sin ternura no habría regalo.

Con la esperanza, la ternura es nuestra tarjeta de visita; la oferta constante que hacemos es el reconocimiento de la capacidad de amor que cada persona tiene, el reconocimiento de su dignidad. Con la esperanza todos los hombres a nuestro lado son personas. Con la esperanza dejamos de vivir en un mundo de objetos, para vivir en el mundo de las personas, que es el mundo del amor y del regalo. Con la esperanzo vivimos en un mundo de iguales.

Con la esperanza se entra en el presente, se puede vivir en él y contactar con la realidad profunda de las personas. Con la esperanza el pasado, el nuestro y el de los demás, pierde su amargor y puede ser asumido, con sus debilidades y errores, sus éxitos y fracasos. Con la esperanza es posible afirmarse frente a la incertidumbre del futuro, pues la esperanza “ve” todo el bien  y todo el amor que se puede hacer con la vida.

La esperanza es lo que afirma que las vidas son únicas, que si en el mundo de lo fáctico somos ese grano de arena, igual a todos los demás granos, sin embargo somos un grano de arena con inquietud de felicidad, cuyo destino es el amor. Con la esperanza se vive del amor y en el amor y se le ve en todos los sitios como la gran oportunidad para nuestra vida. El amor reina en el mundo del regalo. Sólo con la esperanza se puede vivir el amor, porque sólo con la esperanza “vemos” la fuente inagotable de donde fluye y fluye, como un tesoro inagotable, que nos permite beber y ver y dar y dar, sin acabar nunca exhaustos. Con la esperanza todo dar es un recibir y todo recibir es un dar. La esperanza permite descubrir el amor como motor de todas las cosas, porque el amor es activo, actividad incesante. Con esperanza, el amor es el primer motor: hemos llegado a la realidad más profunda de la existencia.

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Sólo el que tiene esperanza vive en la verdad del mundo, porque sólo quien ha descubierto el mundo del regalo conoce la verdad. Si se tiene esperanza es que se ha visto la luz: la belleza de la verdad, la gloria de la realidad más profunda. No una verdad formal, sino la esencia de las cosas y de las personas. Si el resplandor de la verdad ha clavado su aguijón en una persona, la esperanza es la consecuencia lógica: las cosas y las personas, el mundo, se ven en su profundidad, en su ser, no sólo como están sino lo que son y lo que pueden llegar a ser. El que se ha abierto a la gloria, y eso es siempre un descubrimiento, una revelación, algo inmerecido, vive lógicamente de esperanza y la felicidad se le abre igual que estalla la primavera, sin saber cómo.

Sólo se puede entrar en el mundo del regalo si estamos dispuestos a regalar, a regalarlo todo, y, sobre todo, a regalarnos a nosotros mismos. La capacidad de regalar es un misterio, me desborda … y me desborda porque esconde a la Belleza infinita. Sólo a través de convertir la vida en regalo se encuentra la vida. Ahí Belleza infinita y vida van juntos. Quien entra en el mundo del regalo, ha encontrado a la Belleza infinita, a Dios, aunque no lo sepa. La Belleza infinita es el regalo y la base, el apoyo necesario de todo regalo: de otro modo ¿cómo podría un ser indigente ponerse a regalar? Sólo con la Belleza infinita abro el presente, sólo con la Belleza infinita amo, soy capaz de amar: amar es regalar el presente, convertir la vida en regalo. No hace falta que sea la Belleza infinita conscientemente, mejor si es conscientemente, pero no hace falta, incluso alguna vez puede ser perjudicial: es el caso en el que quiero poseer a Dios; busco los encuentros para poseer a Dios … ¡qué absurdo! Si no se posee el presente, mucho menos se posee a Dios, ni a la Belleza infinita.

La Belleza infinita no se tiene, no se posee, está totalmente fuera de los caminos del control. Igualmente está fuera de la violencia. La Belleza infinita que es Dios es la afirmación de cada cosa en si misma, en su preciso valor. La Belleza infinita es la afirmación de uno mismo, es la autoestima primera, la fuente de todas las autoestimas. El respeto primero de todas las cosas. La Belleza infinita es la fuente de la esperanza. Quien tiene esperanza, aunque no lo sepa, de algún modo muy profundo, ha visto la Belleza infinita.

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