Las emociones en acción después de los ataques en París.

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Quiero seguir utilizando algunas ideas de Sigmund Freud (Psicología de las masas, Alianza Editorial 2008), para analizar los fenómenos de masas que se están produciendo alrededor del terrorismo en París tanto este último mes de noviembre como antes en enero con los asesinatos de Charlie Hebdo. Aunque esta entrada va a ser más emocional, utilizando como herramienta de análisis la pirámide de las necesidades de A. Maslow.

La manera de actuar de las autoridades y señaladamente del presidente Hollande que ha corrido a ponerse de líder de la masa, ha sido primero, ante al miedo, dar seguridad a la multitud y para ello se ha sacado el ejército a la calle y se han tomado muchas medidas que la gente ha aceptado de buen grado a pesar de que eliminan muchos derechos. La seguridad que aplaca el miedo es preferible a los derechos. Incluso se ha eliminado el derecho de habeas corpus que es la semilla jurídica que desde la Edad Media inglesa va a ir originando los derechos humanos y ya se puede detener a alguien que no ha cometido un delito de forma preventiva y se han ampliado los plazos de detención. En lo que llevamos de siglo XXI hemos visto con bastante frecuencia este fenómeno de la detención preventiva, que considera antes al individuo como enemigo que como persona sujeto de derechos, baste pensar en Guantánamo y en el Estado de Israel en Palestina.

En la pirámide de Maslow la necesidad de seguridad está por debajo de la necesidad de logro. Estar seguro se busca antes que la capacidad de acción que permite obtener logros. Y se han cerrado carreteras, prohibido partidos de futbol, etc., se detiene a personas apoyados en las páginas que frecuenta en internet, etc. La seguridad es la palabra clave que lo justifica todo. La necesidad de seguridad es detectada por el miedo. Lo que el miedo señala es todo aquello conectado con las necesidades de la propia vida. Evidentemente el primer bien es la vida misma y después el lugar donde se vive. El miedo es una emoción que se activa en círculos concéntricos, incrementándose progresivamente hacia el centro.

Por ello, después de obtener la seguridad en el propio territorio, la misma necesidad de seguridad impulsa a ampliar el círculo de seguridad y a las pocas horas de los atentados, Francia ya estaba atacando por aire al “enemigo”. El ataque es una de las respuestas que produce el miedo. Como se trata de seguridad, dan exactamente igual las personas inocentes que mueran, no van a ser recogidas por la opinión pública con el foco mental hacia el enemigo. Solo importa el hecho de atacar a alguien a quien se señala como enemigo. Ese hecho que proporciona seguridad es lo que importa. En la guerra de Irak al final resultó que ese “enemigo” no tenía nada que ver con el ataque del 11-S, que incluso era contario a él. Pero eso después del ataque importa ya poco. Ahora dan lo mismo las atrocidades que haya cometido Al Assad, se perdonan con tal de atacar al “enemigo” señalado.

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Además de miedo hay pérdida. La pérdida entendida como definitiva activa la tristeza. Y hay mucha tristeza después de los atentados. Se lloran las víctimas y es preciso recordarla. Pero también hay otra pérdida: la pérdida de la seguridad de la propia patria. Además del miedo del que ya he hablado, esta pérdida genera enfado. El enfado es la emoción que surge cuando el sistema emocional considera que una pérdida es recuperable. Evidentemente después de los atentados hay enfado que busca recuperar lo perdido, la propia seguridad. Este enfado es sano, ya que se dirige a recuperar algo que se considera propio y sobre lo que se aposentaba la propia seguridad.

Pero también, atacar al “enemigo” como reacción, satisface en alguna medida la venganza. El sentimiento de venganza lo produce el dolor de la pérdida, un dolor no resuelto que pide el daño del otro, la venganza pertenece a la familia emocional del enfado como emoción básica y de ahí saca toda su energía y se dirige contra el causante, real o presunto, de la pérdida. Por ser un sentimiento y no una emoción, necesita una cierta elaboración, no es espontáneo como el miedo, y busca tapar el dolor de la pérdida que resulta insoportable en la interioridad. La pérdida duele tanto que la tapamos para no pensar en ella o para hacerla más soportable. Es sentimiento secundario, es decir no apunta a satisfacer necesidad alguna. No tiene que ver con la seguridad, ya que la venganza se realiza desde la seguridad. Más bien al tapar el dolor, encubre una necesidad primaria que habría que satisfacer y que no se quiere reconocer. La necesidad que hay que satisfacer tiene que ver con la emoción tristeza y es la elaboración de la pérdida sufrida.

Mientras el terror está presente es muy difícil llegar a elaborar la pérdida. En el caso de Francia es una pérdida producida por hijos de la nación y significa una reelaboración de las pertenencias, de las filiaciones. Como hemos señalado unos de los sentimientos del contagio por simpatía producido por los atentados es precisamente el sentimiento de pertenencia: es la patria francesa la que ha sido atacada.

Mientras que el miedo ocupa toda la percepción, no cabe reelaborar las pertenencias y solo es posible la definición neta y clara de amigos y enemigos. El miedo enfoca la atención en el peligro, tiene un efecto como de anteojeras apuntando al peligro percibido. En este caso se señala como enemigos explícitamente a una minoría “radicalizada”. Pero resulta obvio que si señala una minoría es que hay una “mayoría”. Esa mayoría son los musulmanes residentes y muchos ya nacidos en Francia, unos cuatro millones, a los que hay que sumar los del resto de la Unión Europea. Reelaborar toda esta situación de pertenencias sería elaborar la pérdida, porque efectivamente esa minoría perteneciente a una mayoría rechaza de plano la vida social, política y económica de Francia y de la UE.

Además habría que sumar el efecto de las acciones de Francia en Oriente medio. El conjunto es francamente algo complicado de asimilar. Al calor del terror se corta por en medio con los matices, que no importan. Importa el nosotros y el ellos (no hay un vosotros) y tomar medidas de seguridad y de venganza. Comienza la guerra de venganza ocultada por motivos de seguridad que lo va a tapar todo.

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