El eros en «La voz a ti debida» de Pedro Salinas

       

         Salinas tiene un libro que «relata» el eros: «La voz a ti debida». Tengo que reconocer que ese libro me volvió loco, me enamoró cuando yo tenía 15 años y desde entonces siempre me ha acompañado.

        Salinas es un maestro al expresar que la experiencia de la belleza que está en el origen del enamoramiento, y que termina transformándose en imagen de la persona. Igual que el «Cantar de los cantares» es un lenguaje que comienza en lo sexual. Pero el sexo no es solo sexo, es también una creación humana, donde intervienen todas las potencias de la persona, también la fantasía y la imaginación.

        El eros, los sentimientos generados en el sexo, llevan a descubrir, a través de una intuición agudísima, a la persona en si misma, en su totalidad existencial y vital. Si nos limitaramos a un lenguaje estrictamente sexual, solo se es capaz de dirigirse a «partes» del cuerpo de la persona, y por eso es un lenguaje medible y cuantificable y, por ende, intercambiable. En su plenitud, el lenguaje del cuerpo que es el eros dirige a la persona completa. Este lenguaje integra el impulso del deseo sexual con todos los sentimientos de vinculación que se generan.

        Al final no son las cualidades concretas, que como todo lo material admite una comparación, una medida, una cantidad, se trata de la persona, que es siempre incomparable. Todo lleva a que el otro es único, el lenguaje del cuerpo lleva a distinguir una persona entre todas, el amor es un encuentro entre personas. La clave del eros es justamente, el descubrimiento de la persona del otro en su singularidad. Para el eros el otro es único. Esta es la verdad que Pedro Salinas nos hace evidente:

 

Para vivir no quiero

                 islas, palacios, torres.

                ¡Qué alegría más alta:

                vivir en los pronombres!

                 Quítate ya los trajes,

                las señas, los retratos;

                yo no te quiero así,

                disfrazada de otra,

                hija siempre de algo.

                Te quiero pura, libre,

                irreductible: tu.

                Sé que cuando te llame

                entre todas las gentes

                del mundo,

                sólo tú serás tú.

                Y cuando me preguntes

                quién es el que te llama,

                el que te quiere suya,

                enterraré los nombres,

                los rótulos, la historia.

                Iré rompiendo todo

                lo que encima me echaron

                desde antes de nacer.

                Y vuelto ya al anónimo

                eterno del desnudo,

                de la piedra, del mundo,

                te diré:

                «Yo te quiero, soy yo» (40).

 

        No se podía expresar de modo más nítido que lo que se escoge es la persona y no elementos cuantificables de ella. La persona puede ser rica, de buena posición social, guapa, etc. El eros pasando por el lenguaje del cuerpo que es muy concreto, hace penetrar la decisión hasta lo más profundo: descubrir a la persona.

        Aquí tenemos lo que podíamos llamar una definición de persona. Amar la persona significa vivir en los pronombres, no quedarse en lo externo, en algo que puede incluso ser importante desde otros prismas, pero no es el tú, la persona en sí misma. Hay que llegar hasta el mismo núcleo de la persona y no quedarse en su periferia.

        Esa imagen de la persona es lo que origina el lenguaje del corazón, que produce a su vez una particular experiencia de los valores. Nada como el lenguaje del corazón hace descubrir lo valioso de la vida. Esta experiencia se irradia sobre todo lo que está en relación con la persona amada. Este lenguaje, al contrario que el únicamente sexual, se experimenta como positivo, incluso como origen de lo positivo de la vida. Lo positivo y lo perfecto. Amado y amada recíprocamente se ven perfectos. En el «Cantar de los cantares» el Amado lo dice expresamente: No hay mancha en ti (Ct 4,7) y Paloma mía, mi perfecta (Ct 5,2).

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        No sólo se descubre la persona del otro, con ella se descubre la vida. Este es otro contenido de la lectura del enamoramiento: el sentido de la vida, que se lee «mi vida no tiene sentido sin ti». Aparece un compromiso de la vida que se ha entrelazado con la del otro/a. Cualquier enamoramiento es for ever, ya lo decía hace años Elton Jhon con su canción (y lo han dicho antes y después todos los amantes) true love, for ever: el verdadero amor es para siempre. El enamoramiento y la medida están reñidos, también la medida del tiempo. El enamoramiento es en el presente, un presente estable sin tiempo, sin medida. Por ello,  enamoramiento solo se concibe en la permanencia; es más, se constituye como la base de la estabilidad de las dos personas implicadas.

        Por eso, cuando hay una separación entre dos personas realmente enamoradas, siempre hay una depresión: la vida ha perdido el sentido y habría que encontrárselo de nuevo. Mi vida se había orientado con él/ella y ahora se queda sin rumbo, no sé cómo vivirla, todo ha perdido su color. Esta dimensión temporal del amor es de nuevo Salinas quien nos la dice en modo magistral:

 

Mañana. La palabra

                iba suelta, vacante,

                ingrávida, en el aire,

                tan sin alma y sin cuerpo,

                tan sin color ni beso,

                que la dejé pasar

                por mí lado, en mi hoy.

                Pero de pronto tú

                dijiste: «Yo, mañana …»

                Y todo se pobló

                de carne y de banderas.

                Se me precipitaban

                encima las promesas

                de seiscientos colores

                (…)

                ¡Mañana! Qué palabra

                toda vibrante, tensa

                de alma y carne rosada,

                cuerda del arco donde

                tu pusiste, agudísima,

                arma de veinte años,

                la flecha más segura

                cuando dijiste: «Yo…» (30)

        El amor es hoy, presente, porque los sentimientos se viven en el presente, y es también mañana, es futuro, mejor es lo que me posibilita afrontar el futuro. Por eso el amor es proyecto. La vida esta englobada dentro del proyecto que el yo hace con el tu. Un proyecto común al que el amor da fundamento, o con mayor precisión, sentido. El amor es lo que convoca la propia vida: «con-voca», es decir, llama a vivir con, otorga la propia llamada. El proyecto de la propia vida (que ahora es común) se construye alrededor del amor, es un proyecto de amar.

          Espero que estés de acuerdo en esta aportación de lo erótico, de lo sentimientos ligados a la relación sexual, que nos hace Salinas: descubre a la persona, lo particular de la persona, descubre lo valioso, introduce el tiempo, abriendo el futuro. Así nos mete en el proyecto que es el amor. Me gustaría conocer tu manera de entenderlo.

salinas

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