Es una película del año 1994, que tuvo un éxito inmenso (7 nominaciones a los Oscar, 2 a los Globos de Oro) en mi opinión realmente merecido. Film Affinity resumen así su argumento: Acusado (falsamente) del asesinato de su mujer, Andrew Dufresne (Tim Robbins), tras ser condenado a cadena perpetua, es enviado a la cárcel de Shawshank. Con el paso de los años conseguirá ganarse la confianza del director del centro y el respeto de sus compañeros de prisión, especialmente de Red (Morgan Freeman), el jefe de la mafia de los sobornos. El “falsamente”, que Film Affinity no recoge, es a mi entender la clave para entender al protagonista, el generador de su fuerza personal, que es inmensa. No merece la pena indicar más para dejar que si no has visto la película, algo que es difícil, la veas.
Yo aquí quiero fijarme en un tema lateral, pero que para mí resultó muy importante precisamente en el momento que apareció la película. Se trata de la situación que plantea en la película el personaje encarnado por John Whitmore. Se trata de un anciano que lleva 50 años en la cárcel y por fin es liberado y sale a la calle. La película, muy cruda, refleja un hecho tremendamente real, después de tanto tiempo fuera no es capáz de adaptarse a todos los cambios que se han producido en el mundo en ese medio siglo y acaba suicidándose: no es capaz de vivir en un mundo que le resulta plenamente desconocido. Las costumbres de la cárcel lo han institucionalizado, y ya no sabe vivir en libertad. En realidad toda persona se encuentra ante la disyuntiva de ser más persona o institucionalizarse.
Aquel era un momento en que la disyuntiva entre institucionalizarme o ser yo mismo estaba en un punto crítico. Debía decidir. La decisión era muy dura, porque significaba un cambio radical en mi vida. Me sentí muy identificado con aquel viejo que al salir se sentía incapaz de adaptarse de nuevo a la vida. En 50 años los coches habían pasado de ser un fenómeno raro a crear atascos, las relaciones entre las personas han cambiado de tono y ya no existe la deferencia que conoció, el trabajo en un supermercado le descoloca, no sabía lo que es un supermercado.
La persona humana tiene esa gran capacidad de adaptación a unas circunstancias que van cambiando. El sistema emocional es la clave de esa capacidad que hace a cada generación nueva.
Pero esa capacidad en cada persona concreta es limitada en su variabilidad, se adapta y aprende, pero le cuesta mucho desaprender y adaptarse a una situación totalmente nueva. Además las situaciones tienen algo rígido, se convierten en instituciones que nos hacen a todos iguales y también desde ese mismo punto de vista nos despersonalizan. Solo hay que ver las fotos de los años 60, de los años 70, de los años 80 para comprobar esto. Ser persona exige un ejercicio de la libertad que puede ser muy doloroso: escoger lo que nos ajusta personalmente y rechazar lo que no. Ser uno mismo dentro de una situación que nos uniformiza, esa es la tarea de ser persona. Qué acepto de la situación que vivo y qué rechazo porque no se adapta a mí es la disyuntiva de cada persona.
Esto sucede además en diversos ambientes: de trabajo: me adapto y doy por buenas cosas que no me lo parecen o no lo acepto y lo rechazo y trato de cambiarlo o incluso cambio de trabajo. Pertenezco a una iglesia y hay cosas que no me gustan, ¿me las trago o las digo? Estoy en una asociación o sencillamente con los amigos, y me adapto o digo lo que pienso de verdad, expreso lo que me gusta.
Entiendo que todo tiene sus límites y que no podemos ser el perpetuo inadaptado y estar siempre quejándonos, que algo hay que adaptarse a las situaciones para poder vivirlas, que incluso vivir significa en gran medida esa adaptación.

John Whitmore
Plenamente de acuerdo, pero hay un adaptarse que es bueno y un adaptarse que es institucionalizarse, perder nuestra esencia… y este es malo. Distinguirlos es la clave para ser de verdad libres. La película en el fondo es eso: un deseo irrefrenable de libertad a pesar de todas las dificultades.