En mis tiempos de universidad, en aquella lejana y cercana España de los años 70, en una residencia universitaria a la que acudía a estudiar, jugamos algunas veces a un juego, que llamábamos “bofetada estoica”, ¡otras épocas!
Te preguntarás, ¿en qué consiste? Muy bien, dos chicos (solo los chicos jugábamos) se ponen frente a frente a la distancia del brazo y con las manos atrás. El que comienza le da una bofetada al otro, que debe sencillamente aguantarla sin mover las manos. A continuación, es su turno de dar una bofetada. Lo de estoico venía a cuento porque había que aguantar estoicamente la bofetada que te daban.
El juego seguía siempre el mismo esquema: se empezaba muy flojo, muy muy flojo. Ya sabías que te iban a devolver la bofetada y por eso medías. Pero siempre ocurría, este es el quid del juego, que una bofetada era más fuerte y entonces era contestada de forma más fuerte, produciéndose siempre una escalada: bofetadas más y más fuertes, hasta que alguien interrumpía el juego o terminaba en una pelea, ya sin normas.
Es curioso, pero me parece que este esquema se produce en muchas relaciones humanas que terminan en conflicto. Por ejemplo, en las separaciones, especialmente con hijos. Comienza la separación y se va con mucho cuidado para no hacerse daño. Pero se produce un hecho que molesta, se saca un dinero consistente de la cuenta corriente sin avisar, y el otro responde con algo que molesta… y así inicia un proceso que si no se corta acaba en una guerra. Lo mismo una empresa de amigos que se rompe.
El proceso va acompañado de pérdida de la confianza, de la comunicación “inteligente”, en esa situación se ve solo el golpe que se puede dar al otro, ahora ya adversario a derrotar y no persona.
En los procesos de acción-reacción
se ve solo el golpe que se puede dar al otro.
En realidad, es una lógica de los procesos de acción reacción, de la lógica de contrastar, de pensar yo gano, tu pierdes. Y de algún modo es el proceso que se inicia en todos los conflictos, también en los que han llevado a grandes guerras entre países, entre empresas, etc.
Hay también una lógica del ego, del “solo yo” que subyace, del no quedar mal ante los demás. Eso en la bofetada estoica de mis tiempos universitarios era un elemento crucial: era un espectáculo que agrupaba a toda la residencia, y no quedar mal ante ese público, no quedar mal era una clave. Hay algo muy humano en esto de la imagen social, pero que puede tener también esta derivación perversa. Aquí también juega.
Era un juego sencillo y primitivo, y en su sencillez ahora me doy cuenta que esconde una enseñanza. Sirve tanto para las guerras mundiales como para nuestra vida cotidiana y los conflictos que se nos producen. Lo pongo aquí, porque en Inteligencia emocional siempre oímos de la importancia de iniciar procesos win-win, donde todos ganemos, porque en el yo gano-tu pierdes, es a la baja, todos pierden. Por eso en las guerras, como en el sencillo conflicto a bofetadas, todos pierden.
Es un proceso yo gano-tu pierdes,
que siempre es a la baja
y al final todos pierden
Sirve para reflexionar si estamos inmersos en alguno de esos conflictos, conocer su lógica puede ser importante para aprender a interrumpirla. Si la seguimos, ya sabemos a dónde vamos. Y reconozco que a veces es difícil de parar. Las guerras, su máximo exponente, suelen terminar con la derrota completa, no resulta nada fácil pararlas antes. Es la lógica de la violencia, si es que tiene alguna.
Seguro que se te ocurren comentarios a esta costumbre a la vez tan primitiva y tan reciente, salvo que decidas llamarme viejo.