El ser humano es un ser social. Es decir, es un ser que tiene una intensa relación con sus congéneres, pero esa relación no es siempre entre iguales, sino que socialmente se dibuja también como jerarquía. El sistema emocional refleja esa existencia de una autoridad y una jerarquía social con una serie de sentimientos.
Esos sentimientos son tanto sentimientos de sumisión como de dominio. Es decir, tenemos sentimientos que nos sitúan en las relaciones desiguales, por debajo de los demás, sumisos, por más que nos pese la palabra. Y los tenemos que nos ponen por encima, dominantes, también aunque nos pese.
Es más, entre estos sentimientos la pareja enfado-miedo se articula uno con respecto al otro, al sentimiento de dominio o superioridad corresponde habitualmente otro de sumisión, miedo. Cuando dos sentimientos de dominio se enfrentan, enfado frente a enfado, tenemos un conflicto sobre quien de los dos sujetos va a detentar la superioridad.
El miedo, o mejor las señales de sumisión del miedo, tienen el efecto de aplacar al dominante. Tanto que las usamos instrumentalmente con ese fin, no hay más que acordarse de nuestra actitud cuando la policía detiene nuestro coche en carretera. El miedo no enfrenta, sino que une para afrontar el peligro conjuntamente.
Tenemos de este modo toda una serie de relaciones sociales jerárquicas marcadas emocionalmente por la pareja enfado-miedo. La utilización de las señales emocionales del enfado para marcar la autoridad está profundamente metida en la cultura, no hay más que revisar los símbolos y signos con los que se revisten las autoridades institucionales. Ejemplo sencillo y claro es la monarquía y toda la formalidad que la arropa, como recibir en lugar más alto, vestidos incluyendo la corona que engrandecen la figura, etc. Igualmente se podría hablar de los jueces, etc.
Las formas de la autoridad tienen su correlativo en las de la sumisión que tienen que ver con el miedo: agachar la cabeza, besar la mano, retirarse sin dar la espalda. Toda esa formalidad es fantásticamente bien utilizada por toda autoridad para mantenerse. Quien quiera cambiar la autoridad, invertir o igualar una jerarquía, debe superar el miedo a romper las formas de sumisión que le han sido impuestas.
El respeto, que es algo tan clave en una sociedad, emocionalmente tiene en quien lo profesa las señales de la sumisión y como emoción marco básica el miedo. Respetar es emocionalmente que nos dé miedo a entrar en la esfera o el terreno que pertenece a otro.
Tenemos algunas emociones más que intervienen en las relaciones desiguales. La primera es la vergüenza. La vergüenza sitúa a quien la siente en posición de inferioridad, ha dicho o hecho algo que siente como inconveniente, ha traspasado los propios límites y por tanto no se atreve ni a levantar la cabeza. Bueno no olvidemos que la vergüenza es un miedo, miedo a uno mismo, pero miedo al fin y al cabo, que por tanto comporta las señales de la sumisión.
El otro sentimiento de sumisión es la admiración. La admiración pertenece a la familia de la sorpresa, no es un miedo, pero nos sitúa por debajo. Por ser de la familia de la sorpresa implica apertura, en el caso de la admiración, apertura total al otro. Estar tan abierto significa también estar a merced de, lo que implica sumisión, estar sometido, depender de. La admiración es parte del enamoramiento e introduce en el este aspecto de sumisión que puede ser utilizado, y a veces lo es e incluso de forma cruel por la persona admirada, por aquella persona de quien se está enamorado, esa persona a la que se admira.
Desde el punto de vista social, admiración es el integrante de la autoridad moral, es decir también de la autoridad, pero de esa que se acepta con agrado. Los romanos decían que la autoridad estaba integrada por auctoritas y potestas, por autoridad (moral) y poder. Desde el punto de vista emocional el poder se sustenta sobre la pareja enfado-miedo y la autoridad moral sobre la admiración.
Queda un último sentimiento, pero no el menos importante, de los que constituyen la jerarquía social: en rechazo o desprecio. Estamos en la familia del asco como emoción básica y por tanto trabajamos con el dentro o fuera.
El rechazo/asco elimina del campo de la propia experimentación, marca lo que no permitimos que entre en nuestra vida. Además el rechazo/asco se forma tardíamente, alrededor de los 3 o 4 años conformado más que por las propias experiencias por la educación: por lo que nos dicen las figuras significativas. Aquellos a quienes rechazamos no entran en nuestra vida. El rechazo produce las barreras sociales y de la exclusión. Y como vemos en formar esa barrera tienen un gran peso las creencias introyectadas, introducidas por nuestros padres u otras personas.
Es un breve resumen, pero espero que te ayude a entender el fuerte entramado de sentimientos que establecen autoridad. Hay más sentimientos sociales, que nos ligan a los demás, pero aquí me quería ceñir a entender desde el punto de vista emocional porque aparecen jerarquías en los grupos humanos.
Desde luego me encantaría recibir tus opiniones en los comentarios!