La pregunta que seguro te ha surgido ya es: ¿qué hace un reformador religioso en un blog de antropología y además de antropología emocional? Mi respuesta es muy sencilla: Lutero se encuentra en el centro de la noción actual de persona en Occidente. El individuo tal como lo concebimos es heredero directo de Lutero y su revolución. Lutero es también una piedra miliar en la historia de los derechos humanos, es quien les da su contenido central: el derecho a la libertad de creencia y pensamiento. Por todo eso merece aparecer, y de forma destacada en este Blog. Espero convencerte de eso en estas breves líneas.
Vamos a ver la situación. Hace exactamente 500 años, en 1517, Lutero colgaba sus 95 tesis del portón de la catedral de Wittenberg. ¿Qué incidencia tiene este hecho y toda su predicación posterior en la historia del pensamiento, en la conformación de lo que es Occidente? La lucha de Lutero era una reforma religiosa. ¿Qué se reformaba? Muy sencillo de decir, la Iglesia, la entonces única iglesia cristiana en Occidente. Lutero pretendía una vuelta a los tiempos primitivos del cristianismo, a la pobreza, a la sencillez, al espíritu evangélico. Elementos fuertemente comprometidos en la Iglesia de Roma en los tiempos de Lutero.
En los tiempos de Lutero existía una Iglesia fuertemente jerarquizada, con el papa a la cabeza, que era también una de las fuerzas políticas, sociales y económicas que se había ido construyendo a lo largo de toda la Edad Media. Lutero arremete fuertemente contra todo este aspecto institucional de la Iglesia que la separaba a su entender de su raíz espiritual. Combatía el aspecto económico, ya que estaba corrompiendo a la Iglesia fuertemente mezclada en todos los intereses y la anclaba al dinero con derechos consolidados como los diezmos. También el aspecto político, ligado al económico y muy radicado en la cultura del medioevo: Dios interviene directamente en política, la autoridad y significadamente los reyes lo eran por derecho divino. Era Dios, a través de la Iglesia el que había organizado políticamente la sociedad estamental, cada persona estaba en un lugar asignado por la Providencia y por ello, ahí debía permanecer. La Iglesia intervenía y juzgaba de todo, tanto derechos económicos, como matrimonios, como castigos penales… Su autoridad social, política y económica, era absoluta e indiscutida.
Todo ese edificio de la Iglesia tenía sus cimientos en la autoridad de la Iglesia sobre la Biblia. La Biblia es en la Edad Media la primera fuente legislativa y organizadora de la sociedad y su interpretación estaba encomendada a la Iglesia, es decir, es la Iglesia, por encima del individuo el que juzga si una interpretación de la Biblia es correcta, a las personas solo les queda acatar esa interpretación. De este modo lo social estaba por encima de lo individual y personal.
Lutero arremete contra ese punto central: la autoridad de la Iglesia sobre la Biblia. Curiosamente, él no la discute, sino que afirma que la Iglesia tiene autoridad sobre la Biblia. Sin embargo, introduce un elemento: la última instancia de la aplicación de la Biblia a una persona concreta es la conciencia de esa persona. Es decir, es la propia persona la autoridad última de la Biblia para sí mismo.
Lutero piensa como sus contemporáneos y no se inventa las cosas, sino que recupera elementos que estaban en la tradición de la Iglesia. El punto en discusión es el lugar que ocupan en la jerarquía de normas por las que se rige la sociedad. Lutero pelea y argumenta para que ocupen su posición correcta, muy oscurecida en la situación del momento. El conjunto de esos elementos sobre los que se discute los voy a describir con un principio del derecho canónico y de la moral medieval: De internis neque Ecclesia. De los elementos internos, de los elementos pertenecientes a la conciencia personal no puede juzgar ni siquiera la Iglesia. Parece muy claro, y desde luego era tradicional y, a la vez, una auténtica revolución, porque situaba la conciencia por encima del juicio de la Iglesia. Esto es lo que se empeña en predicar y demostrar el monje agustino.
Considera clave que los cristianos conozcan la Biblia por algo muy sencillo: cómo se la van a aplicar a sí mismos si no la conocen. Es una búsqueda de la autonomía de la persona, de su capacidad de decisión sobre su propia vida, pero insisto aún solo en el terreno religioso. Lutero no va a salir de este.
Pero también constituye un cambio fundamental en la concepción de la persona. De tener una autoridad social como última instancia, la Iglesia, el individuo pasa a ser la postrera instancia decisoria en los puntos clave de la propia vida, aquellos que apelan directamente a su conciencia. La Iglesia puede aconsejar, incluso establecer interpretaciones correctas de pasajes centrales de la Biblia, pero no puede decidir por la conciencia de la persona, que es la que decide como último término. La persona, escucha a la Iglesia, conoce por sí mismo la Biblia y decide.
El éxito de Lutero en esta afirmación de la propia conciencia es tal, que me atrevo a decir que todo el cristianismo, incluyendo la Iglesia católica, la máxima oponente de Lutero, es actualmente luterano. Si, afirmo que la Iglesia católica es hoy día enteramente luterana en este punto. Nadie niega y todos afirman que la conciencia propia es la que debe decidir. El individuo está por encima de la autoridad social. Tanto es este éxito que, desde el punto de actual, lo difícil comprender la poderosa fuerza cultural y religiosa y las radicadas convicciones contra las que se enfrentó Lutero. En Occidente todas las personas y toda la cultura es luterana y no se puede entender de otro modo.
En el terreno cultural, la acción de Lutero se convierte en una auténtica revolución, palabra que utilizo de forma muy consciente. En el terreno religioso puede ser una reforma, en el cultural y social es un cambio profundísimo, que deja su impronta en el modo de ser de occidente. El derecho a decidir las propias creencias religiosas se convierte en el derecho más central y fundamental de la persona. Es el primer derecho sobre el que a persona se construye. Esto es un logro de Lutero, aunque él nunca lo hubiera pensado fuera del universo cristiano. Sin embargo, era solo cuestión de tiempo que lo desbordase. Desde la posibilidad de decidir sobre las propias creencias, la libertad de la persona no va a hacer más que crecer. La libertad de pensamiento es su primer colofón. La importancia de la persona frente a la sociedad y lo institucional es uno de sus resultados más evidentes.
Además, nos encontramos ante el germen de los derechos humanos. Tengo claro que desde el punto de vista jurídico los derechos humanos comienzan a formarse con el derecho al habeas corpus, a no ser detenido sin acusación previa, que se establece en la Magna Carta Libertatum, de Juan sin Tierra, en el año 1215., es decir 300 años antes que Lutero, pero, sin el monje alemán, no se hubiera comenzado el recorrido personal de esos derechos. Su contenido comienza cuando se otorga al individuo su capacidad de decidir y por tanto su libertad.
Me he alargado algo más de lo habitual para la entrada, pero creo que el tema merece la pena. Desde luego me gustaría leer tus comentarios, que seguro la enriquecen, desde ese mismo prisma de influencia cultural, más que desde el punto de vista religioso, en el que he buscado no enfocarme.
Sin querer entrar para nada en la discusión religiosa, añado el dato de que la Iglesia católica ha publicado un sello con Lutero de rodillas ante la cruz con ocasión del 500 aniversario de la Reforma. Esto constituye un cambio inédito hasta la fecha de su visión de la Reforma.
https://es.aleteia.org/2017/10/31/el-vaticano-lanza-un-sello-de-correo-con-imagen-de-martin-lutero/
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Lutero percibió la corrupción y degeneración a que había llegado la Iglesia de Roma, después de siglos de existencia, en los que además se había arrogado un papel preponderante y opresor de las conciencias, impidiendo que se conociera la Biblia si se ignoraba el latín, ya que no existían traducciones a las diversas lenguas del pueblo y este pueblo era analfabeto mayoritariamente.
Nunca la Iglesia de Roma podía admitir, en su tremenda soberbia, que viniera un simple fraile agustino a pretender nada menos que reformarla para hacerla creible, de ahí su condena y excomunión y la Contrarreforma de Trento no se hubiera nunca producido, si Lutero no hubiera conseguido
el éxito y difusión que tuvo.
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