En defensa de niñas y niños

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Este verano me ha sucedido encontrarme por la calle varias veces con riñas de padres o madres a sus hijos en diferentes situaciones. He visto hasta cachetes o mejor, bofetadas. Una madre enfadada con su hija porque se va distraída por la calle y ella, la madre, tiene que estar pendiente; un buen enfado, lleno de gritos y recriminaciones. En otro caso de un padre a un hijo mayor, bueno de unos 9 años, porque no ha estado pendiente de su hermano menor. En varias ocasiones porque no iban suficientemente rápidos o no han reparado en que hay mucha gente por la calle y se pueden perder.

En todos los casos los sentimientos del padre o madre son los que mandan en la situación: el miedo a que se pierda o a que lo pille un coche u otros, que genera varios gritos y una situación de violencia que el niño no entiende, porque no es quien siente el miedo.

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El vínculo de un padre con su hijo

13460126_sHoy quiero hablar del vínculo padre hij@ desde un punto de vista personal, hablando de mi propio vínculo con mi hija, Noor, que ahora tiene 7 años. Después sacaré algunas consecuencias en la cultura de hoy.

El año pasado, por las circunstancias de mi trabajo, tenía mucho tiempo para ella e iba a llevarla y a buscarla al colegio, la llevaba al médico y la cuidaba cuando estaba enferma, estaba con ella en casa cuando era necesario, en resumen, estaba mucho tiempo con ella. Este año mis circunstancias han variado y bastantes de esas cosas ya no puedo hacerlas y su madre va a buscarla al salir de la escuela, etc.

Por supuesto Noor ha notado el cambio y me ha hecho preguntas como: cuando me ponga malita, ¿no te vas a quedar conmigo papá?

Por mi parte ha habido un hecho, que se ha repetido varias veces, que me ha hecho consciente de que mi vínculo con ella es enorme. Algunos días la dejo para el desayuno en la escuela a las 8 de la mañana. A Noor le ha costado quedarse y se pone triste y me dice que no me vaya. Uno de los días, una vez dentro, se asomó a una reja desde la que se ve la calle por la que me alejo y me gritó “papá” y comenzó a hacer gestos de adiós. A mí se me hizo un nudo en la garganta y unas enormes ganas de llorar. Verla allí despidiéndose me hace sentir que me dejo algo muy profundo, muy de dentro de mi vida. Un sentimiento hondo que me sorprende mucho y que me da la impresión que se extiende por todas mis tripas.

Ese es mi vínculo padre-hija, y sé que por ella voy a hacer cualquier cosa, que voy a hacer lo posible para que sea feliz, para que consiga sus metas, … También sé que quiero estar con ella: es un sentimiento de tristeza, de pérdida por verla que se queda y que yo me tengo que ir.


El vínculo con una hija o hijo nos afecta muy profundamente y se clava en todo nuestras tripas y en nuestro ser, de tal modo que ya no entendemos la vida sin ella/él


carolina2Esto me ha hecho consciente de que a ella le está afectando el cambio… y a mí también y mucho más profundamente de lo que soy capaz de expresar en este momento.

Ahora mis consideraciones: Uno de los elementos culturales de mayor calado y con mayores consecuencias es la progresiva importancia social que está adquiriendo el vínculo entre padre e hijas e hijos. Sin embargo, en mi opinión es algo que está en nuestro ADN en sentido literal: el sistema emocional está diseñado para generar un fuerte vínculo entre padre e hij@. Las limitaciones a este vínculo son y han sido culturales. Sus consecuencias de este cambio en la cultura son incalculables.


Hasta hace muy poco, el vínculo padre e hij@ estaba muy desvaído porque la cultura determinaba que figura del padre estaba básicamente fuera del hogar.


En la cultura previa a la postmodernidad, el vínculo padre e hij@ estaba muy desvaído porque la cultura determinaba que figura del padre estaba básicamente fuera del hogar, en el trabajo, y la relación con los hijos y su educación era tarea de las madres. Además, en todos los primeros trabajos sobre el vínculo y la relación paterno-filial y materno-filial, el acento estaba puesto en la madre y en lo necesario de la relación afectiva que crea con el recién nacido. En ese mismo contexto se han enmarcado los estudios sobre el apego, que sin embargo han posibilitado una visión más completa, al hablar de figura significativa, que puede ser en principio además de la madre, por supuesto el padre, e incluso otra persona.

Esta es mi conclusión: lo que es nuevo es la valoración cultural de este vínculo, el vínculo de los padres con sus hijas e hijos está ahí. Es muy importante cuidarlo, valorarlo y cuidarlo. Muchos cambios positivos de la sociedad vienen detrás. Por ejemplo, he visto, fundada por un padre, una escuela para el cuidado de las hijas. Cada vez hay más padres, separados de sus parejas o por otros motivos que se hacen cargo de una hija: por supuesto que es función del padre peinar, ayudar a comprar ropa, etc. todas esas funciones que se denominaban femeninas de las que los hombres estaban excluidos. Ahora no, ahora los padres con hijas se interesan por ellas, porque interesan a sus hijas.


Si estás de acuerdo con esta opinión que expreso me encantaría que comentaras con tu experiencia para enriquecer la mía y la de todos los que lean esta entrada.

El vínculo de un padre con su hij@

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Desde siempre he repetido que la madre “vive” al hij@ desde el primer momento del embarazo, mientras que al padre “se lo cuentan”. Primero le informan del hecho embarazo, después del embarazo mismo y sus vicisitudes, del parto y lo que ocurre en él, en el que puede no estar, y más adelante durante la lactancia, especialmente la natural, es un espectador, al que se niega su papel de actor, algo que puede vivir incluso con frustración.

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La madre vive al hij@ desde el primer momento, al padre se lo cuentan

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La pregunta es: ¿Cuándo se forma su vínculo emocional con su hij@? Esé vínculo emocional que es para el hijo su conexión con sus necesidades y por el que accede a descubrir la vida y para el padre una fuente de emociones tremendamente satisfactorias, de las que se va a alimentar. Todo lo que he dicho hasta ahora para el padre son informaciones, datos exclusivamente racionales, que perfectamente pueden ser vividos en la distancia y con la posición del espectador. La creación del vínculo, de cualquier vínculo emocional necesita un acontecimiento, un hecho en el tiempo que cree un impacto emocional en la personal. Los datos racionales por si mismos no lo producen.

Hay todavía un elemento diferenciador más entre padre y madre respecto al hij@. En la madre el impacto emocional se produce desde el primer momento de la concepción, en cuanto percibe que se ha quedado embarazada, impacta en su cuerpo desde dentro. El acontecimiento para la creación del vínculo está ahí. Solo necesita aceptación. La madre solo puede aceptar o rechazar algo que le ha sucedido y que no puede negar.

En el padre esta situación es diferente, solo ha recibido informaciones, datos, ningún impacto. Su aceptación del hijo es voluntaria, no es solo aceptar como en la madre, necesita su actividad, su actitud positiva de aceptación. La madre efectivamente puede negar al hij@, pero lo hace de algún modo contra su biología. Desde el principio del derecho romano se recoge esta diferencia: la madre siempre es segura. El padre debe aceptar su paternidad y puede no hacerlo.

La situación secundaria en el embarazo es tan evidente, que no necesita explicación. Pero es que durante los primeros meses de la la lactancia, especialmente la natural, su papel es secundario, sintiéndose muchas veces apartado por esa tercera persona que ha nacido en medio de su pareja y, desde la princesa Diana, ya sabemos que 3 son multitud. Mi mujer todavía me recrimina con respecto a mi hija Noor que mientras ella se despertaba a darle de mamar, yo seguía plácidamente dormido. La misma agudeza que pone la naturaleza en el oído femenino para oír al hij@ que se despierta con hambre, la ha puesto en el hombre para borrar una señal en medio del sueño y a la que se puede aportar muy poco.

En tal caso mi pregunta cobra fuerza: ¿cuándo se forma el vínculo? Y la respuesta es para mí cada vez más clara: en el hombre no hay un acontecimiento predeterminado biológicamente como en la mujer, hay que buscarlo, y si se quiere crearlo.

Pienso que es mejor buscarlo que crearlo, que parece algo más artificial, hay que aprovechar las oportunidades de la vida. Un momento importante es asistir al parto, yo lo hice, pero a continuación la experiencia de la lactancia me volvió a postergar a un segundo lugar.

En mi caso creo que el momento de creación de ese lazo con mi hija fue cuando mi mujer, a los 6 meses de su nacimiento se incorporó de nuevo a su trabajo y durante todo el tiempo de su jornada laboral, se iba a las 8.30 y regresaba a las 17h, me quedé al cargo de Noor. Es curioso no recuerdo tanto el hecho de darle de comer como tenerla que dormir después de comer. Porque había que dormirla y ya mi pareja no estaba para solventar el problema. Había que acompañarla a dormirse. Pergeñé el sistema de pasearla medio en penumbra rodeando la cama, eran los meses de mayo y junio cuando comienza a subir el calor en Madrid. Con el movimiento y mi sonido gutural, que no canto, se dormía. Terminé adquiriendo bastante habilidad y sobre todo sentí que mi contacto con ella se incrementaba. Verla dormirse, atender a sus inquietudes, hacía nacer en mi una ternura, como si se me derritiese el estómago. Un sentimiento increíble. Ese sentimiento no ha desaparecido hasta el día de hoy, especialmente cuando la veo dormida.

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El lazo afectivo del padre con su hij@ no nace si no se hace nacer, hay que crearlo, despertarlo. Y cuando nace es fortísimo.

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Mi conclusión: el lazo afectivo del padre con su hij@ no nace si no se hace nacer, hay que crearlo, despertarlo. Y cuando nace es fortísimo, un sentimiento que no se experimenta más que con un hij@.

Voy a hacer preguntas a los hombres o a las mujeres lo que han percibido en sus hombres:

  1. ¿Cuándo se creó tu lazo con tu hij@?
  2. ¿Con qué sentimientos lo experimentas?
  3. ¿Qué sentimientos experimentaste en el embarazo? ¿Durante el parto? ¿Y durante la lactancia?

Puedes dejar tu respuesta en los comentarios.

La familia emocional

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¿Qué es lo nuevo en la familia de hoy en día? Hay una gran novedad en la familia, novedad que se detecta por todas partes. El centro de lo nuevo es ser respetuosa de las emociones y sentimientos de todos y cada uno de los miembros de la familia. Lo nuevo es ser una familia emocional.

Para, saber qué es lo nuevo lo primero hay que saber qué es lo viejo, o mejor, de dónde viene la familia, cuáles son las raíces.

Desde hace tiempo se ha repetido un mismo esquema de análisis de la familia. Procedemos de la familia autoritaria y cuando esta desaparece nos encontramos con la familia permisiva. Evidentemente la familia se analiza exclusivamente desde el tipo de autoridad que se da en ella y esa autoridad sólo puede ser la de los padres en conjunto. En la familia autoritaria padre y madre marcan las directrices y también las sendas que deben recorrer los hijos. Esa familia autoritaria, al menos en España, aunque también en otros países, había crecido en un tiempo en la que la presencia de la Iglesia era muy grande a todos los niveles. La autoridad de la familia se concebía como derivada de la autoridad de la Iglesia y también estaba protegida y alimentada por esa autoridad. La legitimidad de la autoridad de los padres se mantenía mientras estos se mantenían dentro de lo que la Iglesia ordena, era un orden religioso y una autoridad moral, que también estaba recogida a nivel legislativo.

Con el desaparecer de la presencia y la influencia de la Iglesia en la sociedad desaparece también esa autoridad y la familia, que no cambia de esquema, pierde la autoridad y se transforma en una familia permisiva: ya no hay justificación para la autoridad y esta desfallece. La crisis de la familia se junta por tanto a la crisis de valores de la que habla la Iglesia y que es la causa de la introducción del divorcio y la rotura de la familia denominada tradicional.

Pues bien, todo este análisis que se sigue repitiendo con diversos matices, no tiene mucho que ver con la nueva familia emocional, tal como la he denominado. Primero, la nueva familia no está apoyada básicamente en una concepción de la autoridad, ni en las relaciones desiguales que toda autoridad implica. La nueva familia está basada en relaciones de igualdad. La nueva familia está basado en el respeto a cada persona en cuanto tal persona y a su libertad y capacidad de decisión. En la nueva familia todos, madre, padre, cada uno de los hijos que haya, tienen la misma dignidad de personas, no hay uno por encima de otro. Este nuevo modo de concebir la relación es respetuosa con la libertad de los hijos y se adapta a ella conforme se van desarrollando, acompañándolos en su desarrollo.

Esta nueva familia emocional tiene su centro en un contenido y no es una estructura de poder. El contenido son las emociones y sentimientos de cada uno de los miembros de la familia.

La herramienta más importante de la nueva familia no son las órdenes que deben ser obedecidas como surgidas de la voluntad del cabeza de familia, así se denominaba al padre (no a la madre, otra de las desigualdades de la familia tradicional). La herramienta central de la nueva familia es la escucha. Padre y madre que quieren fundar una familia emocional deben aprender a escuchar a sus hijos, a cada uno de sus hijos, porque cada persona es diferente. Deben ser sensibles a las emociones y sentimientos de cada hijo y detrás de esas emociones detectar sus necesidades. Esas emociones enraizadas en el ser biológico y personal de los hijos.

La herramienta de los valores, que durante años ha sido, y en algunos ambientes sigue siendo, el remedio que se ofrece para la “crisis” de la familia, no es útil desde el prisma de la familia emocional. No es útil porque los valores no se pueden inculcar artificialmente desde fuera. Los valores son la elección más profunda de nuestro sistema emocional y en cuanto tales solo pueden ser escuchados y descubiertos en cada persona y en cada familia. Es decir, cada familia tiene valores diferentes, valores que son introducidos por la vida, no por elecciones externas, de madre y padre y después de cada uno de los hijos, conforme se va desarrollando como persona. Es decir, no hay una elección dogmática de los valores, sino una elección vital.

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Por tanto la nueva familia es natural, es decir, tiene sus raíces bien agarradas en la tierra de los seres biológicos que somos.

La nueva familia no es dogmática, es decir no impone creencias, sino que es respetuosa con las que tienen cada uno de sus miembros. Por ejemplo las creencias religiosas pueden existir, pero no son obligatorias, sino que son adoptadas por cada uno de los miembros en el uso de su libertad. Luego la nueva familia es religiosa al ser respetuosa con la espiritualidad de cada persona, precisamente al ser respetuosa con cada persona, ya que la espiritualidad es una dimensión personal.

Del “cómo” es la nueva familia hablo en mi libro: El diario de las emociones de mi hija Noor, que te invito a leer. Sobre el qué, sobre los contenidos, esos te pertenecen, son tu terreno personal, dicho de un modo que copia la publicidad, son lo que constituye la república independiente de tu casa.