Buda y la meditación

Para Buda la meditación es central, es actual, todo contacto con el budismo es contacto con 11982438_sla meditación. Y en la matriz del budismo se han desarrollado múltiples formas de meditación.

Para el budismo el combate con la apariencia es el punto central. Buda es el ejemplo personal de búsqueda espiritual. Él realiza primero el camino que todo hombre debe recorrer para llegar a la unión con la divinidad y alcanzar la iluminación, la luz y la paz interiores.

En su doctrina, el deseo, que también llama el ansia o la sed, es el origen del sufrimiento, por ello para Buda la extinción del deseo es el paso necesario para la iluminación y la felicidad. También busca la extinción del sufrimiento. El dolor es transformado en sufrimiento por nuestra mente. El sufrimiento y el deseo son creaciones de la mente y de la apariencia de la vida. Sufrimiento y deseo se  encuentran de ese modo unidos al ego, y la eliminación del ego, del yo, está en el camino hacia la iluminación. La iluminación transciende precisamente todo deseo, toda ilusión para encontrar la verdad. Se trata de un camino que transciende la individualidad, pero que solo puede recorrerse personalmente.

El camino hacia la esa iluminación interior y hacia la paz conlleva un inmenso sacrificio y trabajo personal, un arduo camino de perfección interior hasta la eliminación de todo deseo. El camino para este proceso interior es precisamente la meditación y el budismo ha nutrido y nutre multitud de caminos de meditación en busca de la paz interior y de la iluminación, de la sabiduría que transciende todo conocimiento. La iluminación permite conectar con la vida por encima de la apariencia del mundo, la apariencia del deseo y del sufrimiento.

El budismo recoge uno de los mayores logros de la humanidad en el trabajo de conocimiento interior y mejora personal, un anhelo que transciende por encima de cualquier visión superficial. Su aportación a la meditación es una de las mayores de todas las culturas.

4ª fase de la meditación: Auto-trascenderse

En esta cuarta y última fase la persona llega a su autorrealización y se siente integrada en 19662769_suna realidad más grande, superior a sí mismo. Realidad que se atisba en la 3ª fase a través del respeto a lo que percibo más grande que yo, básicamente la realidad, donde yo estoy. En el 3º nivel es respeto, ahora es mucho más. Pero recuerdo que sin respeto no se llega a descubrir, la realidad misma sin respeto, se nos cierra.

También si hay un sentido de la vida, es algo más grande que yo, algo que da sentido a mi vida. Desde nuestras experiencias cumbre (Maslow las denomina peak experience) accedemos directamente con nuestra sensibilidad a este 4º nivel de la meditación o contemplación. No es simplemente aceptación de la propia limitación ante lo que es más grande, sino un profundo sentimiento de admiración en la contemplación de la belleza. A este nivel se llega en su centro por la contemplación de la belleza. Cada vez, lo repito, cada vez que llegamos a la belleza tocamos de algún modo este nivel. Lo bello es digno de admiración y la admiración es uno de los sentimientos que integran el enamoramiento, y el enamoramiento es lo que confiere sentido a nuestra vida (sobre esto me reservo escribir varias entradas). La admiración (ante la belleza), que pertenece a la familia de la sorpresa, nos prepara para abrirnos, para abrir nuestro ser a un mundo que es más grande que nosotros. La belleza me trasciende. Este es el mensaje de la admiración. Los otros términos emocionales relacionados son embelesamiento y entusiasmo. La belleza provoca entusiasmo. «Entusiasmo» etimológicamente significa: sentir a Dios dentro. Es un descubrimiento y a la vez un motor de nuestro propio movimiento.

He dicho que accedemos con nuestra sensibilidad, la sensibilidad se entiende aquí como una integración de las 3 dimensiones de la persona: sensaciones-emociones-sentimientos-vivencias-razón… todo integrado en un todo coherente. Sin esto, sin este trabajo previo, que como hemos visto es el trabajo de las 3 fases de la meditación anteriores, no se llega a este nivel. Afinar la propia sensibilidad, trabajar y gestionar las emociones y sentimientos, aceptar en primer lugar y luego integrar nuestras tendencias, aceptar la realidad en la que vivimos, aprender a convivir, aprender a vivir… es un largo y profundo proceso de aprendizaje el que nos trae hasta este nivel y nos pone en condiciones de descubrir la belleza.

Nada como este nivel de la contemplación o meditación, si es vivencialmente alcanzado va a proporcionar «e-moción», un movimiento que provenga de dentro, de las propias entrañas, del fondo del propio ser, que se ha conectado con todo el universo, con lo que es más grande que él mismo y con lo que se siente unido, siente que forma parte.

En la cultura histórica concreta este nivel ha sido tarea de la religión. De esto hablaré en las entradas siguientes sobre la tradición de la meditación.

Fases de la meditación

La meditación se desarrolla en 4 fases. No me refiero a fases de un método, en esto hay muchos métodos diferentes, me refiero a fases existenciales, fases por las que pasa la persona que inicia el camino de la meditación.

En su primera fase, la meditación es el ajuste de todos los aspectos de nuestra 18027938_sintimidad con la realidad circundante. Una visión integrada de nuestra propia vida y del mismo mundo que vivimos, visión que no es posible alcanzar de otro modo. No sabemos quiénes somos si no sabemos qué es la realidad que nos rodea. Hay algo de verdad en el hecho de que la meditación descubre un mundo nuevo, pero no en el sentido que sea otro mundo diferente, se trata de este mismo mundo, de la realidad circundante. La meditación descubre una nueva mirada de la realidad. La meditación descubre perspectivas de este mundo, realidades de este mundo, que de otro modo quedarían ocultas y nuestra visión de este mundo que vivimos sería pobre, ramplona, reducida, sin alcanzar toda la profundidad que la realidad tiene, incluso sería incapaz de tocar la realidad.

En ese descubrimiento de la realidad, de nuestro mundo, la segunda fase de la meditación nos da nuestra definición como persona. Empezamos a descubrirnos en ese trasfondo, quizá mejor en el medio de ese mundo nuevo. Al descubrirnos a nosotros mismos de un modo nuevo, la meditación  apunta a nuestro proyecto vital, qué vamos a hacer, cuál es el sentido de nuestra vida, o mejor, qué es lo que da sentido a nuestra vida.

La tercera fase es la construcción de un mundo nuevo: nuestro mundo, la realidad que vivimos, que es nuevo porque necesita de una libertad nueva: la nuestra. Ahora es ya una libertad integrada. Una libertad que unifica la «libertad de» (autodominio) y la «libertad para» (proyecto).

La cuarta fase es la exploración de todas las posibilidades y la apertura de nuevas, ir más allá, no quedarse solo encerrado en lo vivido hasta un cierto momento, abrirse mucho más, siempre más allá.

Esas 4 fases se corresponden a la vez con 4 ámbitos del hombre, que son a su vez complementarios. En el primero se trata del dominio interior del hombre, de la integración del consciente e inconsciente, es decir, de la libertad y sus posibilidades. El segundo es el descubrimiento de la propia intimidad y desde ahí la vida como proyecto: la realización de una vocación humana, de una vida plena; cada vida es una tarea, un proyecto, que se realiza en relación y al servicio de los demás. En el tercero descubrimos los valores del mundo alrededor de los que vivimos y que dirigen nuestras preferencias y elecciones, su mundo moral y sus ambiciones. Este mundo de valores organiza el propio mundo personal que la persona proyecta alrededor suyo. En el cuarto descubrimos a la persona como relación, como esencialmente relacional, como alguien que encuentra su plena realización en el encuentro con los demás, como alguien cuya vida tiene sentido si descubre el amor. El medio para el encuentro es el diálogo confiado, el diálogo de la amistad. En la meditación descubrimos también nuestra capacidad de relación más genuina: el diálogo, el respeto, el amor.

Además de fases y ámbitos, constituyen también etapas que es necesario recorrer. Sin embargo, no se puede decir que sean etapas que se superan: son facetas de la propia vida que nunca se dejan atrás; por el contrario, siempre es necesario volver sobre cada una de ellas. La primera consiste en lo que se denomina autoposesión: el dominio de sí; la segunda es el conocimiento de uno mismo; la tercera el descubrimiento de una realidad más grande que yo mismo, realidad que proporciona sentido a mi vida, como nuestra vida se organiza alrededor de los valores que ha identificado como prioritarios; en la última se descubre el amor como el sentido de la vida, como lo único por lo que la vida merece la pena.

La necesidad de la meditación

Después de bastantes entradas tratando la noción de intimidad, quiero dedicar algunas a la meditación. La meditación es el principal instrumento de trabajo con la intimidad. En realidad ya he empezado con la entrada anterior sobre la belleza.

Quizás pocas veces nos planteamos la importancia de la meditación en nuestra vida 19811725_scotidiana, es decir su necesidad para la calidad humana de nuestra vida, para desarrollar una vida que sea verdaderamente humana. Y sin embargo, la meditación apunta al centro de lo más específicamente humano, lo descubre, lo hace nacer y por eso constituye una actividad esencial para cualquier hombre o mujer, de tal modo que sin ella, su vida carecerá de cualidades que necesita para ser profundamente humana. La meditación es una actividad característica del hombre, que le especifica como tal. La meditación es la herramienta para trabajar en directo la intimidad, y es por esto que se convierte en algo necesario si se quiere vivir desde dentro, ser realmente uno mismo.

La nos hace ser hombres por su conexión con el amor. El amor tiene su fuente ser honesto consigo mismo y con los propios sentimientos y necesidades. Esta es la base de donde puede fluir el amor, de la que se alimenta. Y ese trabajo de conexión de nuestra intimididad con nuestros sentimientos y necesidades la hace la meditación. Por ello la meditación nos conecta con la fuente más profunda que hay en nosotros. La meditación es totalmente necesaria para una vida verdaderamente humana, para descubrir la propia identidad como personas, para poder contemplar el mundo y descubrir su belleza.

La belleza como vía para la meditación es especialmente importante, toda meditación es de algún modo apertura a la belleza, apertura al ser, y apertura a la belleza. La belleza es el camino la vía el prisma por el que conectamos con el mundo con nuestro ser más profundo. En la meditación las cosas tiene que ser bellas y si lo son, nos entran hasta lo más hondo, hasta las coyunturas de nuestro ser.

Hay muchos sistemas de meditación. Tanto la tradición de origen cristiano como la budista, la hinduista y la islámica, la han desarrollado por diferentes vías. Todas ellas son válidas, o mejor entre ellas hay que escoger aquella que es más adecuada para nosotros

Reivindicación de la belleza

En la filosofía clásica griega y medieval, el ser tiene 4 trascendentales: unidad, verdad, bien, y belleza. Esto es el centro de lo que se ha denominado metafísica. La metafísica es el centro de la filosofía, uno de los mayores intentos de la historia de comprender la realidad, el mundo del hombre.

Los trascendentales indican los aspectos esenciales que se dan en todo ser por el mero 20747446_shecho de ser (aquí ser funciona como contrario a nada). Cualquier cosa o persona, sujeto u objeto, ser inerte o ser vivo,… tiene esos 4 aspectos. Es uno, puede ser denominado de una forma unitaria, tiene una verdad propia, está ligado al bien y posee una belleza intrínseca. A lo largo de la historia cada aspecto ha sido desarrollado por disciplinas diversas. La unidad la estudia la metafísica, la verdad la filosofía o las diversas ciencias, el bien la moral o la ética, la belleza la estética.

La trayectoria cultural de occidente le ha llevado a poner la verdad en el primer lugar y nuestra cultura está construida como búsqueda de la verdad, y sobre cómo se construye un edificio de conocimientos verdaderos. No hay más que ver el tremendo desarrollo de la ciencia, de las diversas ciencias, todo un floridísimo árbol que cada día posee más ramificaciones. La verdad ha potenciado la perspectiva racional, privilegiando los aspectos conscientes del conocimiento humano. La ciencia ha transformado (debería decir ha reducido) al ser en objeto y ha trabajado con la objetivación, con el objeto y sus características.

La moral, la ética y las ciencias de la conducta, también han tenido bastante desarrollo, no tanto como la ciencia, y desde luego sin el consenso que la ciencia ha obtenido. El bien y su desarrollo no han conseguido una justificación unitaria, un método unitario que consiguiese el consenso. Para la moral las creencias han sido determinantes, esta base la ha alejado de la perspectiva racional y objetiva alejándola de ese consenso de la ciencia. El sujeto está ya necesariamente incluido en las ciencias de la moral y la ética, por lo que ya no se trabaja con mera objetivación.

La belleza ha tenido un desarrollo raquítico y es sin embargo la vía emocionalmente más accesible. Es la vía de mayor amplitud de percepción, es una vía de gran incidencia emocional y vital… y no ha sido realmente explotada en occidente. Las artes, como parcelas del dominio estético, se han desarrollado cada una por su parte, y han tenido un desarrollo cultural esplendido, pero no como una visión unitaria desde la belleza. Así se ha desarrollado la música, con una historia espléndida, igualmente la pintura con una evolución de la experiencia visual realmente impresionante, etc.

Para la cultura occidental, la belleza ha resultado ambigua para la percepción consciente y ha resultado una mala guía para las elecciones existenciales. En un intento de compresión, hemos distinguido entre belleza interior y belleza exterior. Para achacar a la belleza exterior elecciones equivocadas, equivocadas en el sentido de que la persona no escoge adecuadamente en función de su bien y también que puede ser fácilmente engañada. La belleza interior, por su parte, al aludir a características no captables en directo, parece en la primera aproximación más bien un intento de rescatar e incluir elementos que se han quedado fuera de la consideración. En resumen la belleza no se ha prestado con facilidad a elecciones racionales y se ha conjugado con mucha dificultad razón y belleza.

En la percepción de la belleza persiste la conjunción de lo emocional y lo racional y ambos se confunden, o se iluminan, uno a otro. La aparición determinante de elementos emocionales, como tales subjetivos por ser dependientes de las vivencias personales, ha hecho que las elecciones basadas en la belleza no obtengan consenso y que se haya abandonado esta vía. Además en la cultura occidental han predominado  de tal modo los elementos racionales, que la belleza ha sido el trascendental relegado en la cultura, el permanente ausente, ya que introduce elementos de la percepción no fácilmente controlables, y eso a pesar de que su peso en la percepción humana es realmente relevante.

Hago esta observación aquí, porque el desarrollo emocional nos va a llevar a través del territorio de la belleza y de su descubrimiento. Tanto es importante el terreno de la meditación que estamos tratando ahora, como en el de los fenómenos emocionales más profundos, especialmente en el enamoramiento. La belleza no puede ser dejada de lado en un desarrollo que pretenda ser emocional.

La inclusión de la belleza como elemento tan importante como la verdad es el desafía actual y futuro de la cultura.