El autodominio es una conquista de la reflexión, que hace consciente nuestro mundo interior y la meditación contribuye poderosamente, por eso es la mejor herramienta, junto al diálogo, para conseguir la libertad interna.
Para ver la necesidad de la meditación, partimos de algo de lo que ya hemos hablado: que el
hombre, a diferencia de los animales, establece un espacio, una separación entre “yo” y conducta. “El animal no se distingue de su conducta, la es”. Esto lo hace notar el mismo Marx y de ahí parte su consideración de lo que es la alienación: alienarse es ser solo la propia conducta, vivir de tal modo que no se puede ser consciente de sí mismo, el proletario es «materia que se experimenta a sí mismo como materia»: trabaja 16-18 horas al día, sin vacaciones, come, tiene hijos y sigue trabajando, todo funciones atrapadas en el nivel biológico: materia. Al no tener espacio para el «ocio», en el sentido clásico de la palabra: no tener tiempo para poder reflexionar, sin poder, por tanto, cambiar, ni mejorar, se convierte en un esclavo. En la polis griega el ocio pertenecía solo a los ciudadanos libres. Al proletario le han negado el ocio y no puede establecer ese espacio con la conducta, se le niega por tanto la libertad y el mismo ser hombre: está alienado: es otro, nunca él mismo.
Pero yendo un poco más despacio, ese espacio entre yo y conducta es introducido por la reflexión. Podemos resumir que la reflexión introduce en la conducta humana 3 puntos, que hemos sacado del ejemplo de los perros (http://wp.me/p3eRnl-3W ):
a) La primera, el hombre normalmente debe elegir su comportamiento entre varias posibilidades y esto lo puede hacer porque entre estímulo y respuesta hay un espacio que permite ponderar, elegir, reflexionar.
b) Segundo, las diversas posibilidades, con una base en las necesidades del hombre y en los materiales del entorno, han sido creadas por el mismo hombre, es decir son culturales; las aprendo por mí mismo o de lo que me enseñan (aprendizaje) los anteriores a mí.
c) Tercero, todo esto se articula en un lenguaje que crea el espacio humano común a varios individuos y ampliable, el espacio de comunicación y de aprendizaje de la experiencia acumulada.
Como vimos así se articulaba lo que hemos llamado ‘libertad de’, la capacidad que tiene el hombre de decidirse dentro del conjunto de su mundo interno, sensaciones, instintos, pulsiones, sentimientos, emociones. ‘Libertad de’ es, dicho en negativo, no estar condicionado por todo ese mundo interior que a veces parece inmanejable, que parece tirar para abajo y deshacer nuestras ilusiones.
Condicionamientos internos del subconsciente, es decir ese mundo donde debe manejarse la libertad, son la configuración afectiva, las deficiencias de educación, de control de carácter, vivencias negativas de uno mismo, etc. en este caso la libertad es posible si existe autodominio, si el impulso no es la última palabra. En resumen se trata de las dos primeras esferas del hombre: la biológico-instintiva y la emocional. Estas esferas aparecen juntas a la conciencia, a la percepción y sencillamente que aparezcan en la percepción consciente ya es un trabajo, una habilidad que hay que adquirir. El autodominio es precisamente la capacidad de poner claridad entre las tendencias internas y elegir la más conveniente.
En esta fase se configura en la persona un primer nivel necesario para la autenticidad: la honestidad. Una persona es honesta cuando es consciente, reconoce y, especialmente, acepta sus tendencias internas, las reales, la de su subconsciente, la de su realidad más profunda. Que todo nuestro mundo interno aflore a la conciencia es una clave para la autenticidad. Desde este prisma el autodominio es autoconocimiento. Conocerse a uno mismo es un objetivo de la primera fase de la meditación.
El aspecto central del conocimiento y aceptación de uno mismo es la aceptación del propio pasado, de la propia vida con lo que en ella haya sucedido. En realidad no se trata tanto de la aceptación de los hechos como del nudo de sentimientos asociados a determinados hechos que nos ocurrieron. Pueden ser de hace poco o de hace mucho tiempo, incluso de nuestra infancia, cuando no hemos sido aceptados o incluso rechazados en nuestro acercamiento a una persona por la que sentíamos atracción, o alguien no valoró adecuadamente nuestra capacidad, o sobrevaloró un error cometido. Todos esos hechos se almacenan con una pelota de sentimientos en los que nos resulta muy doloroso entrar. No entramos en ellos, los obviamos, pero están ahí. En ese caso la persona va dando tumbos, arrastrada por las diversas situaciones del río de los acontecimientos, sin un rumbo propio, lo determinante van a ser los miedos internos. La persona se ve abocada a huir de las dificultades, de los sufrimientos, de los dolores de la vida… huye en realidad de sus miedos internos. En resumen: no aceptarse a fondo lleva a la persona a no aceptar la realidad del mundo en el que vive y huir.
Es trabajo de la reflexión, del diálogo, siempre de la meditación sobre uno mismo, entrar en ese ovillo de sentimientos liados, deshacer desenredar ese nudo que nos hace daño, eliminar los miedos atascados, aceptar errores, perdonarse, si hay que perdonarse. En resumen, llegar a un acuerdo positivo con la propia vida, con lo que nos ha sucedido y con lo que hemos hecho. Una vez deshecho el nudo, la persona puede avanzar por donde ella quiera, no depender, hacer el propio camino. Una vez aceptados nuestros sentimientos y sensaciones, una vez aceptada ella misma, la persona puede comenzar a ser libre.
Se necesita mucha valentía para afrontar cada uno de esos nudos, y todos tenemos alguno. La mayor valentía es esta de aceptarse a uno mismo. La meditación, la reflexión, el diálogo, son las herramientas por las que necesariamente hay que pasar.
Como consecuencia, una persona con capacidad para la meditación, para entrar dentro de sí mismo, para vivir de acuerdo con su intimidad, toma su vida en sus manos. La vida es tiempo y su relación con el tiempo se hace fluida: vive toda la vida en presente, la tiene presente ante sí; ya que asume el pasado en el hoy y desde el hoy proyecta el futuro, un futuro posible, adecuado a él mismo.