El amor es la revolución social de dos personas

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         Esta idea de Alberoni es realmente profunda. El amor se instaura como una revolución social de dos personas. Movidos por la triada, eros, enamoramiento, amor los amantes reestructuran la propia existencia para adaptarla al otro. Sienten que deben salir de sus núcleos sociales originales, de su hogar, de su familia, para crear otro núcleos social nuevo.

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El eros en «La voz a ti debida» de Pedro Salinas

       

         Salinas tiene un libro que «relata» el eros: «La voz a ti debida». Tengo que reconocer que ese libro me volvió loco, me enamoró cuando yo tenía 15 años y desde entonces siempre me ha acompañado.

        Salinas es un maestro al expresar que la experiencia de la belleza que está en el origen del enamoramiento, y que termina transformándose en imagen de la persona. Igual que el «Cantar de los cantares» es un lenguaje que comienza en lo sexual. Pero el sexo no es solo sexo, es también una creación humana, donde intervienen todas las potencias de la persona, también la fantasía y la imaginación.

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El cuerpo es la medida

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El humanismo del Renacimiento tiene su centro en una recuperación de la medida del cuerpo humano. Leonardo da Vinci, con su estudio del hombre de Vitrubio y Miguel Ángel, con su trabajo sobre el torso del Belvedere, estudian la figura humana y sus proporciones y ese estudio va a ser el centro de todo su arte y de la profunda revolución que el Renacimiento comportó en la cultura de la humanidad. Perder la proporción del cuerpo humano, del cuerpo del hombre y de la mujer hace a la civilización y a la cultura inhumanas, dejan de ser humanistas.

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¿Qué hace especial al ser humano entre los animales?: 4. la mano y el uso de herramientas

La revista Scientific american en septiembre afirma «la existencia de 2 tendencias definidas en nuestra evolución: caminar erguidos y el uso de herramientas». Sigo hablando por tanto de lo especial del homo sapiens.

Resulta evidente que el uso de herramientas que señala Scientific American tiene una relación directa con la mano del homo sapiens. La pregunta es entonces que hace tan especial la mano que ha sido capaz de realizar tantas herramientas. La primera idea es que las herramientas lo que hacen es ampliar la función de la mano. Lo mismo que el cuerpo es la medida de todos los instrumentos, la mano es la herramientas de todas las herramientas.

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El hábito hace al monje

Se perfectamente que el dicho tradicional dice lo contrario, que el hábito no hace al monje, queriendo significar que el ideal de perfección personal que ser monje significa no se logra sencillamente poniéndose el traje. Estoy plenamente de acuerdo con esto, ya que el hábito incide en los elementos sociales-organizativos y los personales quedan fuera. Quiero aclarar esta idea hablando de los hábitos, de los uniformes, del vestir uniformado. Hablo desde la perspectiva del lenguaje corporal y lo que este transmite en la comunicación. Solo decir como premisa que el lenguaje corporal es más importante de lo que parece.

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La Ciudad de Dios de Agustín de Hipona. Una idea maniquea de la persona en conflicto permanente

“Dos amores construyeron dos ciudades: el amor de Dios hasta el Agustin-de-Hipona-La-Ciudad-de-Diosdesprecio de uno mismo, la ciudad de Dios; el amor de uno mismo hasta el desprecio de Dios, la ciudad terrena” (San Agustín, La Ciudad de Dios, 14,28).

Yo he leído realmente La Ciudad de Dios hace muchos años y solo ahora me he dado cuenta de la dicotomía radical que plantea el texto. Amor de Dios y amor de uno mismo fundan ciudades diferentes.

Primera idea por el término ciudades hoy pondríamos culturas. Agustín lo pone en el sentido de civilizaciones, hay que darse cuenta que él vive en la cultura de las ciudades-estado, que originan imperios enteros o zonas de influencia. Son formas de entender el poder, la organización de la sociedad, etc. Por ello pienso que utilizar cultura sería lo correcto.

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Cerebro, cuerpo y emociones. Las ideas de Antonio Damasio

Antonio Damasio es un conocido autor que ha trabajado sobre la conexiónantonio damasio error descartes entre las emociones y sentimientos y el cerebro. Sus avances confirman muchas ideas de la inteligencia emocional y destruyen otras. Quiero en algunas entradas recoger algunas de las tesis del libro «El error de Descartes» porque son las hipótesis que actualmente trabaja la ciencia en el campo de las emociones y por tanto constituyen una fundamentación necesaria para quien quiera trabajar la inteligencia emocional. Los entrecomillados indican citas literales del libro.

La primera tesis es que «sentir es un componente integral de la maquinaria racional». Es decir sentimientos y emociones forman parte del modo en que los humanos razonamos, sin ellos no hay razonamiento ni toma de decisiones adecuada. Se puede hablar de sentimientos y razón, pero no como elementos autónomos sino como elementos integrantes de un mismo sistema. «El procesamiento de emociones y sentimientos son indispensables para la racionalidad». (a lo largo de la entrada utilizo emociones y sentimientos indistintamente).

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Vestido, pudor e identidad personal

Vamos a detenernos en el hecho del vestido. El vestido tiene varias funciones: protección 17202040_sdel frio, pudor, adorno, etc. Conviene darse cuenta que el hecho del vestido, el hecho de cubrir o adornar el cuerpo, es un hecho absolutamente transcultural en el homo sapiens, se da en todas las culturas, no existe ninguna raza ni cultura en el que no se manifieste de algún modo. Además apunta a una peculiaridad del homo sapiens entre los mamíferos. En general estos tienen pelo que les cubre todo el cuerpo, mientras el homo sapiens es el mono desnudo, utilizando el título del famoso libro de Desmond Morris. Entre esas varias funciones del vestido vamos a fijarnos en la del pudor, partiendo de que se puede afirmar de partida que es un hecho generalizable, ya que la función de pudor del cuerpo es también generalizable, como hemos visto ya en las 2 entradas anteriores..

Así pues, el pudor del cuerpo tiene una relación con el vestido. En relación con el pudor, el vestido puede servir tanto para ocultar las partes y órganos relacionados con el sexo, como para ponerlas en evidencia. El pudor no se identifica de manera sencilla con mayor vestido (aunque si hay una correlación), ni el impudor con la desnudez (tenemos el ej. de esas tribus de la zona tropical que llevan caracteres sexuales descubiertos, por motivo del clima, y el taparlas origina la reacción de una mayor atracción física, algo que ocurre también en otras culturas). Hay un ejemplo sencillo que puede servir para entender el fenómeno del ocultar los elementos sexuales, el bikini. El top del bikini tanto sirve para ocultar los pechos como para darles color, lo que provoca que a veces se puedan ver a mayor distancia.

Del mismo modo que el pudor en general, el pudor sexual lleva a ocultar, en este caso los valores sexuales a la observación de personas con las que no se comparte esa intimidad. El pudor sexual se va descubriendo a medida que las partes sexuales se constituyen en la conciencia de la persona como objeto de atracción y, en su fondo, de placer, y trata de evitar que el extraño pueda considerarlos así. Mientras no se da esta aparición en la conciencia del objeto sexual como atractivo, no aparece el pudor sexual. Luego el pudor, o el impudor, tiene más que ver con la persona que lo experimenta que con el objeto en sí mismo. El pudor tiene, por tanto, una dimensión subjetiva y cultural: depende de la persona y de la educación recibida. Depender de cada persona quiere decir que no reaccionamos igual ante los valores sexuales y nuestro modo de hacerlo constituye una parte importante de nuestro estilo personal. Depender del entorno cultural, quiere decir que depende de lo aprendido en cada cultura y en cada generación, basta pensar en los modos de vestir en 1900 y ahora, por ejemplo, para darse cuenta que la sensibilidad a lo sexual ha variado y muy radicalmente con el tiempo.

Por encima de las variaciones, marcadas por moda, tiempo, educación, situación (en la playa o en la iglesia, por poner dos ejemplos extremos) siempre hay esta realidad subyacente: la persona se resiste ante extraños a ser considerada un objeto de placer; o no se resiste, es decir quiere ser considerada un objeto de placer. Las partes sexuales del cuerpo vienen en este último caso puestas en evidencia y el acercamiento tiene componentes explícitamente sexuales.

De todos modos hay que advertir que lo dicho en el párrafo anterior son dos extremos: no ser considerado objeto de placer o ser considerado objeto de placer. La realidad está en el intermedio, la persona en su presentación modula cuanto quiere introducir en su presencia ante las demás personas los valores sexuales que ostenta. Hay personas que en su presencia incluyen de modo evidente y casi provocativo los valores sexuales, hay personas que los tapan de un modo casi total, hay personas en el medio de estos dos extremos. La realidad es también que los valores sexuales están ahí y aún en el hecho de ocultarlos hay también un mostrarlos.

12590532_s«Con el pudor el ser humano manifiesta casi ‘instintivamente’ la necesidad de la afirmación y de la aceptación de su ‘yo’ según su justo valor. Lo experimenta al mismo tiempo tanto dentro de sí mismo, como hacia el exterior, en frente al otro. Se puede por esto decir que el pudor es una experiencia compleja en el sentido de que, casi alejando un ser humano de otro, busca a la vez su acercamiento personal, creando una base y un nivel idóneo para este acercamiento» (Karol Wojtyla, Uomo e donna lo creo, 68).

Con el pudor sexual el homo sapiens regula la entrada en lo social, en el mundo de la relación, de los valores sexuales, de un modo que varía por personas y culturas. Como si lo sexual fuese una fuerza excesivamente fuerte en su conciencia para mostrarse sin más y necesita ser velada, medio ocultada o destacada. De este modo lo sexual es un lenguaje que ocupa un centro en las relaciones del homo sapiens, el valor que decide ocultar u ofrecer, aquello que de un modo instintivo está considerando como lo más importante por las personas en las relaciones que establece con los demás miembros de su especie.

Añadimos un elemento más. Se puede decir que lo significativo no es la desnudez sin más, sino el desnudarse en actitud de ofrecimiento. El cuerpo es siempre un lenguaje. Por esto no hay impudor, por ejemplo en desnudarse ante el médico: no hay ofrecimiento ninguno. Recuerdo algo que me contó un médico: un colega le llamó para que echase un vistazo a una paciente. Es algo común cuando hay dificultades de diagnóstico, pero en este caso mi amigo se extrañó, porque no parecía existir esa necesidad y más tarde interpeló al colega: ¿qué problema tenías? Este contestó: Problema ninguno, solo quería que valoraras!!! … y aquí se refirió a las partes sexuales de la mujer. Mi amigo se indignó ante la violación de la intimidad de una mujer que no había ofrecido nada.

Se puede pensar que el impudor es ofrecimiento y el pudor no-ofrecimiento. La realidad sin embargo es algo más profunda. El efecto del pudor, al velar los valores sexuales, es plantear las relaciones en un nivel más general. Es decir, el pudor  impide que lo primero ofrecido por el lenguaje corporal sea lo sexual. Limita el terreno del ofrecimiento de los valores sexuales y esa limitación posibilita que las relaciones consideren a la persona en su conjunto, con todos sus valores.

El lenguaje del pudor sexual es necesario para las relaciones sociales en general, y también en la relación de pareja, porque la persona en pareja también “necesita” ser aceptada en cuanto tal, es decir, en el nivel global de su vida y no solo en cuanto valor sexual. Desde este punto de vista, la relación de pareja es aquella en que pudor e impudor desaparecen: la persona con sus valores sexuales explícitos, la persona desnuda es la que establece la relación. Desde este punto de vista la relación de pareja, no solo una relación con contenido sexual, es la relación más profunda pues es la única que realmente comprende todos los ámbitos posibles de relación de la persona. Además es la relación que se establece superando todos los miedos, la que nos deja inermes ante los demás.

La ostentación de los valores sexuales podríamos decir que es una oferta de comunicación que apunta a lo sexual, de un modo prioritario. Sin embargo hay que tener en cuenta que las relaciones sexuales en cuanto tales no establecen la igualdad entre las personas. Esto es tan cierto que las relaciones sexuales se pueden establecer como relación económica: sexo por dinero. Quizá es el miedo a esta utilización económica de la persona la que nos lleva a velar la dimensión sexual en las relaciones sociales: nos da miedo su fuerza y su capacidad de establecerse como relaciones Yo-Ello, y no solo como relaciones Yo-tu, siguiendo la terminología de Martin Buber.

Como resumen, se puede decir, por tanto, que el sexo es ofrecimiento. Es muy importante darse cuenta de esto, porque entonces es un lenguaje. El gesto externo que ofrece la sexualidad puede significar dos cosas diferentes: abrirse a la otra persona para darle la propia intimidad, es decir, crear la relación personal más profunda que hay u ofrecerle solo valores sexuales, solo sexo. Es decir, el lenguaje de la sexualidad se sitúa a dos niveles: a compartir intimidad, la intimidad personal de dos personas, o a compartir sexo. Esto se ve claramente en la pirámide de las necesidades de A. Maslow, el sexo se puede considerar una necesidad básica similar a comer, beber, dormir o respirar o se considera una necesidad que se encuentra en el nivel de pertenencia: la que establece las relaciones de pertenencia más básicas: el padre, la madre, los hermanos, la familia. Esta es la ambigüedad permanente del sexo,  o mejor su doble posibilidad, que se encuentra continuamente presente en la conciencia de las personas.