El enamoramiento está integrado por dos sentimientos: la admiración y el encantamiento (Ortega, Estudios sobre el amor). Estos sentimientos necesitan, para poder nacer, que la persona posea intimidad, esto es, el espacio interior de la persona creado por la soledad; o si se prefiere, por el mundo de expectativas que se forma primero en la adolescencia y, más adelante, cada vez que la soledad se hace hueco en la vida. Para que cualquier tipo de enamoramiento sea posible, la soledad tiene que abrir el espacio interior necesario. Una persona satisfecha, llena, no puede enamorarse: hay que estar abierto, tener un lugar donde recibir al otro. Además, el posible enamoramiento está fuertemente condicionado por el modo como se ha configurado ese espacio interior. A esta peculiar
situación personal la llamo predisposición fundamental (Viladrich), porque pienso que la libertad tiene ahí un papel importante, no siempre bien comprendido. En cualquier caso la predisposición fundamental es la situación psíquica que de modo paradigmático se dibuja en la adolescencia.
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