Siguiendo con el sentido de la religión en el hombre, lo que resulta claro es la presencia de una búsqueda de sentido de la existencia, la afirmación de algunos valores máximos en los que fundar la propia vida. Se trata de un elemento clave y permanente en el ser humano.
historia
El papel de la religión en la sociedad
La religión acompaña al hombre desde el alba de los tiempos. Los primeros signos antropológicos, los primeros signos que identifican unos restos paleográficos como humanos son precisamente signos religiosos y en concreto indicaciones de existencia de culto a los muertos. Esta sería precisamente la línea divisoria en los homínidos de la primera aparición de lo que llamamos comunidad humana. De este modo la presencia como fenómeno de la religión en las sociedades humanas es un hecho histórico absolutamente innegable, y sus signos aparecen por todas partes: en la arquitectura, en todas las artes, en los relatos, en resumen, en todas las huellas del paso del hombre sobre la tierra.
«Condenados a ser libres» (Jean Paul Sartre)
Esta como tantas otras lúcidas frases de Sartre expresa una verdad palmaria: estamos condenados a ser libres, estamos obligados a escoger en la vida y esa elección nuestra marca nuestra vida, en realidad, elige nuestra vida. Nuestra vida se compone de nuestras elecciones y no elegir es ya tomar una opción, un camino, que en este caso está hecho de cerrazón, es como un bloqueo, un bloqueo de nuestra vida, pero quedará. Querámoslo o no tenemos que hacer elecciones constantemente y eso marca nuestro recorrido existencial, y termina por decidir quiénes somos.
La Ciudad de Dios de Agustín de Hipona. Una idea maniquea de la persona en conflicto permanente
“Dos amores construyeron dos ciudades: el amor de Dios hasta el desprecio de uno mismo, la ciudad de Dios; el amor de uno mismo hasta el desprecio de Dios, la ciudad terrena” (San Agustín, La Ciudad de Dios, 14,28).
Yo he leído realmente La Ciudad de Dios hace muchos años y solo ahora me he dado cuenta de la dicotomía radical que plantea el texto. Amor de Dios y amor de uno mismo fundan ciudades diferentes.
Primera idea por el término ciudades hoy pondríamos culturas. Agustín lo pone en el sentido de civilizaciones, hay que darse cuenta que él vive en la cultura de las ciudades-estado, que originan imperios enteros o zonas de influencia. Son formas de entender el poder, la organización de la sociedad, etc. Por ello pienso que utilizar cultura sería lo correcto.
3º fase de la meditación: la autenticidad y el diálogo
Hemos indicado que el nivel del autodominio establecía un primer nivel básico de autenticidad que consiste en aceptar y conocer nuestras tendencias más profundas, nuestros sentimientos, nuestras emociones más recónditas. Este reconocimiento de nuestras tendencias y sentimientos profundos constituye la honestidad. Ahora damos un paso más en el recorrido de la autenticidad: la manifestación externa de eso que hemos descubierto internamente. La revelación de nuestro yo profundo y muy real.
La autenticidad no se detiene solo en el autoconocimiento, requiere la revelación de ese autoconocimiento, requiere un diálogo con los demás sobre nosotros mismos. Para la autenticidad es necesaria una cierta transparencia, comunicar y comunicar con verdad. Este nivel de comunicar a otras personas nuestros sentimientos, lo que aflora a la conciencia de nuestra intimidad es la sinceridad. Luego la autenticidad requiere honestidad y sinceridad.
La sinceridad sola, sin honestidad, sin saber que se siente, sin el contacto con la realidad que supone contrastar con nosotros mismos, puede ser, y en mi experiencia muchas veces lo es, un cuchillo. Hay sinceridades que son sencillamente agresiones sin la humanidad del contraste personal. Es una objetivación de datos que no son engarzados en un contexto humano y sencillamente agreden. La medida del hombre y de la mujer no es la objetividad del dato, sino la realidad de otra persona. Para hablar de los demás, de sus cosas nos tenemos que tener presentes a nosotros mismos y, por tanto, a nuestras debilidades y nuestros errores. Desde ahí sí que podemos hablar. Luego sinceridad con honestidad, sinceridad con conocimiento de nuestras tripas.
Me gustaría hacer una ulterior aclaración. Hay una autenticidad que consiste en decir la verdad sobre uno mismo. Esta autenticidad es hacia todos. Somos una palabra que se expresa y es muy importante que esa palabra sea verdadera. Sin embargo no tenemos ni de lejos la obligación de decirlo todo a cualquier persona que nos interrogue. Que hablemos la verdad sobre nosotros, que nos presentemos como somos, que tengamos la suficiente personalidad para hacernos presentes tal cual somos, es desde luego una característica de la autenticidad. Pero eso no impide que hablemos de determinadas cosas solo con aquellas personas en las que confiamos. Esta sería la parte del diálogo. El diálogo real y profundo sobre uno mismo se establece en la confianza y por lo tanto no con cualquiera, sino con aquellas personas que, precisamente, vemos que nos aceptan como somos. El diálogo real se establece entre dos personas auténticas, es decir, según hemos visto arriba, honestas (que se conocen) y sinceras (que dicen lo que sienten).
Luego se trata de dos aspectos diferentes. El primero presentarnos como somos, tener la suficiente autoestima para no tener que ocultarnos (autenticidad). El segundo es dialogar con aquellas personas con las que confiamos sobre aquello que resulta importante para nosotros. La persona es relación, ya lo vimos en Buber, somos un ser creado para el encuentro, un ser que vive y se realiza en relación, y el diálogo se descubre como el vehículo necesario para la relación. El diálogo es un elemento humano básico del que no podemos prescindir en nuestro crecimiento personal.
En ese diálogo con un amigo, no se busca solución para los problemas concretos, laborales, personales o del tipo que sea, lo que se busca es contarlos para comprenderse a sí mismo mejor en ellos, para hallar el enfoque personal adecuado, busca hablar para descansar, porque sólo con un amigo se siente comprendido a fondo, estimado, valorado, porque necesita oír las valoraciones sobre sí mismo en otros labios, que vengan de fuera. El diálogo es el camino hacia la paz, donde todas las cosas encuentran su sitio.
El diálogo se hace en el encuentro, cada diálogo con un amigo/amiga es una serie de encuentros (Alberoni). El diálogo es una relación discontinua, una serie de encuentros en las que se va «escribiendo» nuestra biografía, nuestra historia, se le da sentido a los hechos que nos han sucedido. En cada encuentro de diálogo se trenza el hilo de lo sucedido en nuestra vida y se proyecta el futuro.
El diálogo es una necesidad humana. El diálogo es un momento de meditación, de observación de la realidad desde la aprobación de nuestra persona, es la creación de un espacio cerrado donde se forja el sentido de la existencia.
Reivindicación de la belleza
En la filosofía clásica griega y medieval, el ser tiene 4 trascendentales: unidad, verdad, bien, y belleza. Esto es el centro de lo que se ha denominado metafísica. La metafísica es el centro de la filosofía, uno de los mayores intentos de la historia de comprender la realidad, el mundo del hombre.
Los trascendentales indican los aspectos esenciales que se dan en todo ser por el mero hecho de ser (aquí ser funciona como contrario a nada). Cualquier cosa o persona, sujeto u objeto, ser inerte o ser vivo,… tiene esos 4 aspectos. Es uno, puede ser denominado de una forma unitaria, tiene una verdad propia, está ligado al bien y posee una belleza intrínseca. A lo largo de la historia cada aspecto ha sido desarrollado por disciplinas diversas. La unidad la estudia la metafísica, la verdad la filosofía o las diversas ciencias, el bien la moral o la ética, la belleza la estética.
La trayectoria cultural de occidente le ha llevado a poner la verdad en el primer lugar y nuestra cultura está construida como búsqueda de la verdad, y sobre cómo se construye un edificio de conocimientos verdaderos. No hay más que ver el tremendo desarrollo de la ciencia, de las diversas ciencias, todo un floridísimo árbol que cada día posee más ramificaciones. La verdad ha potenciado la perspectiva racional, privilegiando los aspectos conscientes del conocimiento humano. La ciencia ha transformado (debería decir ha reducido) al ser en objeto y ha trabajado con la objetivación, con el objeto y sus características.
La moral, la ética y las ciencias de la conducta, también han tenido bastante desarrollo, no tanto como la ciencia, y desde luego sin el consenso que la ciencia ha obtenido. El bien y su desarrollo no han conseguido una justificación unitaria, un método unitario que consiguiese el consenso. Para la moral las creencias han sido determinantes, esta base la ha alejado de la perspectiva racional y objetiva alejándola de ese consenso de la ciencia. El sujeto está ya necesariamente incluido en las ciencias de la moral y la ética, por lo que ya no se trabaja con mera objetivación.
La belleza ha tenido un desarrollo raquítico y es sin embargo la vía emocionalmente más accesible. Es la vía de mayor amplitud de percepción, es una vía de gran incidencia emocional y vital… y no ha sido realmente explotada en occidente. Las artes, como parcelas del dominio estético, se han desarrollado cada una por su parte, y han tenido un desarrollo cultural esplendido, pero no como una visión unitaria desde la belleza. Así se ha desarrollado la música, con una historia espléndida, igualmente la pintura con una evolución de la experiencia visual realmente impresionante, etc.
Para la cultura occidental, la belleza ha resultado ambigua para la percepción consciente y ha resultado una mala guía para las elecciones existenciales. En un intento de compresión, hemos distinguido entre belleza interior y belleza exterior. Para achacar a la belleza exterior elecciones equivocadas, equivocadas en el sentido de que la persona no escoge adecuadamente en función de su bien y también que puede ser fácilmente engañada. La belleza interior, por su parte, al aludir a características no captables en directo, parece en la primera aproximación más bien un intento de rescatar e incluir elementos que se han quedado fuera de la consideración. En resumen la belleza no se ha prestado con facilidad a elecciones racionales y se ha conjugado con mucha dificultad razón y belleza.
En la percepción de la belleza persiste la conjunción de lo emocional y lo racional y ambos se confunden, o se iluminan, uno a otro. La aparición determinante de elementos emocionales, como tales subjetivos por ser dependientes de las vivencias personales, ha hecho que las elecciones basadas en la belleza no obtengan consenso y que se haya abandonado esta vía. Además en la cultura occidental han predominado de tal modo los elementos racionales, que la belleza ha sido el trascendental relegado en la cultura, el permanente ausente, ya que introduce elementos de la percepción no fácilmente controlables, y eso a pesar de que su peso en la percepción humana es realmente relevante.
Hago esta observación aquí, porque el desarrollo emocional nos va a llevar a través del territorio de la belleza y de su descubrimiento. Tanto es importante el terreno de la meditación que estamos tratando ahora, como en el de los fenómenos emocionales más profundos, especialmente en el enamoramiento. La belleza no puede ser dejada de lado en un desarrollo que pretenda ser emocional.
La inclusión de la belleza como elemento tan importante como la verdad es el desafía actual y futuro de la cultura.
Descartes y la verdad y la duda
El contexto de la época; nos encontramos en el nacimiento de la ciencia moderna, Descartes mismo es un matemático importante. La ciencia empieza a crecer porque se apoya en las matemáticas como instrumento.
¿Qué es lo que está sucediendo? Para aclararlo vamos al conocido ejemplo de Galileo (también Copérnico), y los problemas que planteaba al hombre de la época: por vez primera no hay que hacer caso a los sentidos, sino al razonamiento matemático: dar un salto al vacío. Resulta que lo que se mueve la tierra y no el sol, mientras que los sentidos lo que dicen es que se mueve el sol. Para aceptarlo todo el esquema mental del realismo, construido y afianzado durante siglos, debe caer: los sentidos engañan.
Descartes da el centro de su pensamiento en el Discurso del Método donde aparece el famoso «Pienso, luego existo». En él se puede ver el giro copernicano: del realismo al idealismo.
De modo sucinto, las conclusiones que podemos extraer de ese texto son, o más bien el giro que produce en la consideración realista-medieval hasta entonces vigente, hace pasar de:
de centrarse en lo externo, al yo, como punto central;
de la verdad de los sentidos, a la verdad de mis pensées (que son tanto pensamientos, como sensaciones), la verdad es la de la percepción interna.
de la unidad cuerpo-alma, al alma como verdadero yo, que puede existir sin cuerpo (de todos modos esta idea ya estaba en Platón).
Consecuencia: hemos cambiado de punto de vista, ahora tenemos un punto de vista subjetivo, la verdad está en el interior del sujeto que piensa. Todavía el acento no está en los sentimientos, sino en el pensamiento, pero ahora su validez le viene dada por la confirmación interna. El sujeto pensante.
Un texto clave de Descartes: «Pienso, luego existo» (1637)
(Los subrayados son para mejor evidenciar sus diferencias con el pensamiento aristotélico-medieval)
Desde hace mucho tiempo había observado que, en lo que se refiere a las costumbres, es a veces necesario seguir opiniones que tenemos por muy inciertas como si fueran indudables, según se ha dicho anteriormente; pero dado que en ese momento solo pensaba dedicarme a la investigación de la verdad, pensé que era preciso que hiciese lo contrario y rechazara como absolutamente falso todo aquello en lo que pudiera imaginar la menor duda, con el fin de comprobar si, hecho esto, quedaba en mi creencia algo que fuese enteramente indudable.
Así, puesto que nuestros sentidos nos engañan algunas veces, quise suponer que no había cosa alguna que fuera tal como nos la hacen imaginar. Y como existen hombres que se equivocan al razonar, incluso en las más sencillas cuestiones de geometría, y cometen paralogismos, juzgando que estaba expuesto a equivocarme como cualquier otro, rechacé como falsos todos los razonamientos que había tomado antes por demostraciones.
Y, en fin, considerando que los mismos pensamientos que tenemos estando despiertos pueden venirnos también cuando dormimos, sin que en tal estado haya alguno que sea verdadero, decidí fingir que todas las cosas que hasta entonces habían entrado en mi espíritu no eran más verdaderas que las ilusiones de mis sueños.
Pero, inmediatamente después, advertí que mientras quería pensar de ese modo que todo es falso, era absolutamente necesario que yo, que lo pensaba, fuera alguna cosa. Y observando que esta verdad: pienso, luego existo, era tan firme y tan segura que todas las más extravagantes suposiciones de los escépticos no eran capaces de socavarla, juzgue que podía admitirla como el primer principio de la filosofía que buscaba.
Al examinar después atentamente lo que yo era, y viendo que podía fingir que no tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en el que me encontrase, pero que no podía fingir por ello que no existía, sino que, al contrario, del hecho mismo de pensar en dudar de la verdad de otras cosas, se seguía muy evidente y ciertamente que yo era.
Por el contrario, si yo hubiese dejado de pensar, mientras que todo el resto que había imaginado si era verdad, no tendría razón alguna para creer que yo existo: por esto comprendí que yo soy una sustancia cuya esencia y naturaleza no es sino pensar, y que, para existir, no necesita de lugar alguno ni depende de cosa alguna material. De manera que este yo, es decir, el alma por la que soy lo que soy, es enteramente distinta del cuerpo e incluso más fácil de conocer que él y, aunque el cuerpo no existiese, el alma no dejaría de ser todo lo que es.
Tres ideas sobre la noción de persona en la historia del pensamiento
1. Fruto de un lento progreso.
La primera idea es que la noción de persona humana es fruto de un lento progreso logrado a lo largo de muchos siglos. Los derechos humanos que se desprenden de esa idea de persona son una conquista y como todas las conquistas se puede perder. El progreso logrado puede perderse del mismo modo que se ha logrado. A la vez tampoco es algo ya cerrado, es susceptible de ulteriores progresos. No se va a quedar estable está sometida a los cambios de la historia. En resumen está en nuestras manos como todos los productos culturales y tanto lo podemos enriquecer y mejorar como perder.
2. No hay un definición de persona y de ser humano
La segunda idea es que no hay una definición de persona: no se pueden poner límites definidos, terminan por ser superados. La persona no es algo cerrado. No hay una esencia o naturaleza definida del hombre. El hombre es una conjunción entre la realidad de hecho, su sustrato biológico, psicológico y cultural y lo posible. Evidentemente hay una influencia fuerte de la época, del momento cultural, cada época escoge un grupo de valores, tiene un ideal de hombre y de mujer. Sin embargo, el ser humano está algo más allá de lo cultural: ni siquiera una sola cultura lo define.
Pero en el fondo depende de cada ser humano. El hombre es un ser abierto. Tiene múltiples posibilidades, no está definido ni en su cuerpo, lo puede moldear, elegir. Las metas de la persona son las determinantes.
3. Es una noción de persona como superación de los límites.
El hombre es movimiento, mejora y cambio: el mejor, el único capital real del que disponemos es el tiempo. «Hegel dejó dicho que “el hombre no es lo que es y es lo que no es”. Se refería a que el deseo y el proyecto constituyen el dinamismo de nuestra identidad, que nunca se limita a la asimilación de una forma cerrada y dada de una vez por todas» (F. Savater, El valor de educar, p. 173).
Es también un forcejeo con los límites y su aceptación: límites biológicos, de tiempo, psicológicos: la herencia, de educación y cultura. El hombre es grande porque sabe que tiene límites y porque al saberlo, descubre que también hay un más allá e intenta llegar detrás de ese límite, más allá.
Introducción a la noción de persona
Mientras que el enfoque racional responde a la pregunta: ¿qué podemos saber?, en el enfoque existencial vamos a buscar responder a la pregunta: ¿quién es el que sabe? ¿quién es el sujeto? ¿quién es el hombre? Y cómo surge esa pregunta y la respuesta y la evolución de esa respuesta a lo largo de la historia.
Es sorprendente que desde el comienzo de la filosofía no haya un interés directo del pensamiento en quién es el hombre, pero lo cierto es que esa es una interrogación que no comienza de modo sistemático hasta el movimiento que se llamó humanismo en el Renacimiento. Hasta que no se quiebra la visión objetiva del mundo no comienza de un modo generalizado el interrogante sobre el hombre, salvo respuestas aisladas, no consideradas centrales en el pensamiento o la filosofía. Se considera al hombre un tema poco trabajable porque o se ve de modo objetivo, y entonces entra como una especie más, un universal más, o se ve de modo subjetivo y entonces nos hemos ido a la subjetividad a lo que varía en cada uno, al terreno del que no podemos hablar porque es precisamente eso: subjetivo.
Por estos motivos, la respuesta sobre el hombre corre pareja con la formación o la exploración de la interioridad. Es decir no se da a lo largo de las líneas de pensamiento que se consideran centrales y de interés para la filosofía y los estudios. Es decir tenemos que buscar quienes han contribuido a la formación de la interioridad, de los sentimientos. Nos encontramos con un camino que atraviesa transversalmente la historia del pensamiento. La literatura y la religión tienen mucho peso en este proceso.
Pero primero una idea: Hay una historia de esa formación y de esa exploración, es decir la formación de la interioridad es un proceso histórico. Podemos pensar que la interioridad está ya ahí y hay que descubrirla, pero es un hecho que también ha ido formándose históricamente, es producto de una educación cultural: hasta existe la opinión de que el amor caballeresco y romántico es un producto de la cultura (es historia: nace en una época determinada: con los trovadores en la edad media, durante la baja edad media, y con una localización concreta: su centro es Provenza, Francia). No se trata de dilucidar aquí lo que hay de transcultural o de cultural en la interioridad del hombre, solo subrayar que hay un fuerte elemento cultural, de formación o acumulación histórica.
Hay otro modo de ver este doble prisma, el de filosofía de la primera parte de este tema y el de la respuesta a quién es el hombre, y es de acudir al origen, a los padres de la cultura de occidente, que también se pueden considerar como el origen de cada una de esas líneas de respuesta. Remontándonos así llegamos a Sócrates y Jesús de Nazaret (esta es una reflexión de Spencer). Sócrates es el origen de la filosofía y Jesús el del cristianismo. Sin querer decir nada sobre su verdad histórica, ambos son los mitos fundamentales de la cultura occidental, ese mito constituye en su centro una respuesta a quién es el hombre, con Sócrates y Jesús, estamos ante dos prismas diferentes, pero una misma idea central: la dignidad del hombre, ambos son los dos modelos centrales del hombre. Alrededor de ellos se conforman en la cultura occidental los modos de ser aceptados, los sentimientos básicos, su conformación, la moral, las creencias, los valores.
También tienen muchas coincidencias en sus biografías: ninguno de ellos escribió nada, su enseñanza era peripatética: a todo el que se pone a tiro, dejan un grupo de discípulos, ambos mueren por defender sus ideas a manos de la justicia, ambos considerados ofensores de la religión, etc.
La influencia no es solo de fondo en el modelo de hombre con sus valores, sino también en cosas muy concretas e importantes. Por ejemplo, el método mayéutico de Sócrates (a modo de partera que con preguntas extrae el conocimiento que está dentro de la persona) es indicado como antecedente directo del coaching, además el respeto a cada persona, a su capacidad de llegar a la verdad, a decidir sobre su vida, es la base donde han florecido muchas de las ideas de la Inteligencia Emocional.
Fotografías por: http://www.martin-liebermann.de/