La dimensión tendencial-instintiva es la comunicación de un ser corpóreo animal con el exterior, con el mundo (veremos que no es un mundo sino un perimundo) que le rodea. Esta comunicación se hace a través de lo que llamamos sentidos y se dirige a las necesidades del animal, que es un ser corporeo-biológico. Según esas necesidades el animal tiene tendencias: debe ser capaz de cubrir esas necesidades para vivir. La meta es vivir, perpetuarse como individuo y más allá en la especie. En la noción de vida dejamos por ahora subrayada que tiene una relación con el tiempo. Las necesidades son básicamente: comer, beber, dormir, seguridad y reproducción.
Instinto es como denominamos a esa respuesta al medio que realizan los animales, sus tendencias dirigidas a sus necesidades. Los instintos trabajan con una dualidad: placer y dolor. Estamos en el mundo de la sensación. En primer lugar el placer, que en su primera acepción es una «sensación producida por los sentidos por algo que gusta o agrada». Dolor, en cambio, «sensación que causa padecimiento en alguna parte del cuerpo» (María Moliner). A buscar el placer y evitar el dolor se dirigen los deseos o instintos.
A nivel instintivo podemos decir que la interioridad de un ser vivo es el centro de la elaboración de respuestas. Cada ser vivo es uno y elabora respuestas unitariamente, esto quiere decir que hay un único centro donde esto se elabora: la interioridad. La interioridad es precisamente este ser uno, la unidad del individuo, su misma individualidad. Por eso podríamos decir que es la sede dónde se elaboran todos los datos recibidos a través de los sentidos del animal y también los datos que proporciona la percepción de las respuestas en si mismas. El animal no solo capta el exterior y datos fijos, recibe también datos de su cuerpo y si su respuesta ha logrado cubrir la necesidad o no. Según se sube en la escala biológica la interioridad elabora más datos, hasta complejidades realmente grandes.