La libertad en Martín Buber

Esta es la séptima y última entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

Caminando en la playa

Caminando en la playa

Parece que nos hemos ido muy lejos, pero ahora es fácil responder: ¿qué es para Martín Buber la libertad? Ahí va la respuesta: las posibilidades que se abren después de establecer una relación Yo-Tu. Sigue leyendo

Un mundo dominado por relaciones Yo-Ello (Martín Buber)

Esta es la sexta entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

Tiempos Modernos

Tiempos Modernos

Un mundo dominado por relaciones Yo-Ello es un mundo instrumentalizado, que divide y subdivide, y no llega a unión alguna con aquello que utiliza, que se vuelve opaco para él. ¿Por qué sucede así? Sigue leyendo

El encuentro Yo-Tu en Martín Buber

Esta es la quinta entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

Avanzamos con nuestro Yo-Tu. «El Tú me sale al encuentro por gracia –no se le encuentra buscando» (…) «Toda vida verdadera es encuentro».

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El prisma Yo-Tu en Martín Buber

Esta es la cuarta entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

¿Cómo es el prisma Yo-Tu? Oigamos a Buber: «La palabra básica Yo-Tu funda el mundo de la relación». «Cuando estoy ante un ser humano como un Tu mío le digo la palabra Yo-Tu, él no es una cosa entre cosas, ni se compone de cosas». «Así como la melodía no se compone de tonos, ni el verso de palabras, ni la columna de líneas, siendo preciso quitar y romper hasta que se ha hecho de la unidad una pluralidad, así también ocurre con el ser humano al que digo Tu. Yo puedo abstraer de él el color de sus cabellos, o el color de su discurso o el color de su bondad, y he de hacerlo continuamente; pero entonces él no es ya más Tu».

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El prisma Yo-Ello en Martín Buber

Esta es la tercera entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998.-en las citas indicaré solo la página), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

En primer lugar afirmar que Yo-Tu y Yo-Ello, son modos diferentes de relacionarnos. En la relación Yo-Ello, el ser humano es experimentador, alguien que experimenta. «En cuanto experiencia el mundo pertenece a la palabra básica Yo-Ello», dice Buber.

Con el martillo

Con el martillo

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La mirada Yo-Tu y Yo-Ello en Martín Buber

Esta es la segunda entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998.-en las citas indicaré solo la página), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

Hay un buen ejemplo de la distinción entre las miradas Yo-Tu y Yo-Ello nos lo proporciona la película «Bailando con lobos» dirigida y protagonizada por Kevin Kostner.

Bailando con lobos

Bailando con lobos

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La relación Yo y Tú y la libertad (Martín Buber)

Voy a hacer una serie de entradas comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

Para Martín Buber el ser humano libre es el que descubre la relación Yo-Tu. En la medida en que descubre esa posibilidad y establece relaciones reales Yo-Tu, el ser humano es libre.

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¿Qué hace especial al ser humano entre los animales?: 4. la mano y el uso de herramientas

La revista Scientific american en septiembre afirma «la existencia de 2 tendencias definidas en nuestra evolución: caminar erguidos y el uso de herramientas». Sigo hablando por tanto de lo especial del homo sapiens.

Resulta evidente que el uso de herramientas que señala Scientific American tiene una relación directa con la mano del homo sapiens. La pregunta es entonces que hace tan especial la mano que ha sido capaz de realizar tantas herramientas. La primera idea es que las herramientas lo que hacen es ampliar la función de la mano. Lo mismo que el cuerpo es la medida de todos los instrumentos, la mano es la herramientas de todas las herramientas.

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Las personas y las cosas

Esta entrada es un homenaje a Martin Buber y a su libro Yo y Tu, que me maravilló allá por el año 1985 y del que no he dejado de sacar enseñanzas.

mar-amanecer-1Hay dos prismas con los que vemos el mundo, prismas que nos hacen establecer 2 tipos de relaciones. Los dos primas son (a) ver algo/alguien como igual, como merecedor de respeto en su existencia tanto como nosotros, algo/alguien que existe en el mundo por su propio derecho, derecho que es igual a nuestro derecho a la existencia. Este prisma establece relaciones entre iguales, una relación entre dos sujetos que tienen el mismo derecho a la existencia. Esta es la relación Yo-Tu de Buber. (b) Ver a alguien/algo como portador de un interés nuestro, alguien/algo que nos interesa por cualquier motivo, pero nos interesa a nosotros. Desde este prisma ese alguien/algo no es igual a nosotros, no tiene el mismo derecho a la existencia, sino que es portador de un interés, tiene para nosotros una característica instrumental: nos sirve para algo. Esta es la relación Yo-Ello de Buber.

Quedaría (c) un tercer prisma, que también es intuitivo y emocional, que es el que descubre en algo/alguien que «es más grande que yo», no solo descubro que tiene un derecho a la existencia igual al mío, sino que «es más grande que yo», me supera, yo mismo me encuentro incluido en ese algo/alguien. Este es un descubrimiento existencial increíble. «Es algo más grande que yo, pero yo lo puedo comprender». Esto es un misterio, ya que descubro con claridad que es más grande, sin embargo yo, más pequeño, veo eso más grande; por lo tanto, de algún modo soy también grande, sino no podría ver lo que es más grande, no podría descubrir su grandeza (lo pequeño no puede abarcar lo grande), yo soy algo pequeño que abarca algo grande. Para Buber esta relación no es un prisma de relación específico, sino que se encuentra en el fondo de cualquier relación Yo-Tu verdaderamente establecida. Para mí lo que dice Buber es cierto, pero también hay «experiencias cumbre» (Maslow) que nos hacen descubrir este prisma directamente, por ejemplo, un amanecer en medio del mar mecido por las olas y viendo aparece los primeros rayos de sol del alba, que de repente iluminan los farallones de la costa que parecía lejana y que se ha acercado para reflejar el sol naciente. Un espectáculo de una belleza, que descubro más grande que yo y que yo, pequeño ser en una barca a merced de las olas, de ningún modo podría imaginar solo. La belleza es siempre algo más grande que yo.

Así, conjugando estos 3 tipos de relación,  se establece una distinción fundamental, básica de la existencia, la distinción entre sujetos y objetos. Sujetos son aquellos con los que establezco relaciones de iguales, que descubro, y lo descubro intuitiva y emocionalmente, que tienen tanto derecho a la existencia como yo. Ya no son algo, sino siempre alguien. Ojo, no me refiero solo a personas, aunque esta sea la referencia paradigmática, sino también puede ser a un árbol, un animal, una zona geográfica, el entero planeta. Veo que tiene derecho a la existencia igual al mío, y este descubrimiento pone una base de respeto, que siempre es respeto mutuo en la relación.

Objetos, cosas, son aquello que ya no es alguien, sino algo, algo que me sirve para, que tiene finalidad para mí, que pongo al servicio de mi propia existencia, incluso que en su conjunto me son necesarios para mi propia existencia. Son los medios o instrumentos que utilizo para cubrir mis necesidades.

Objetos siempre existen, necesitamos cosas para vivir y para sobrevivir como los seres animales y racionales (persona) que somos: comida, aire, libros, dinero, una casa, etc. etc. Todas las cosas tienen un aspecto utilitario para nosotros, las utilizamos, las sometemos a finalidades que no vienen en el objeto, en la cosa, sino finalidades que son nuestras, que como sujeto ponemos a las cosas. Este poner finalidad es la esencia del ser sujeto y de ser persona, y también la vía del sometimiento del mundo a nuestra finalidad propia, decidida por nosotros. Por tanto es también el comienzo del sometimiento y del vaciamiento de sentido del objeto, igual que una zanahoria, comida, deja de ser ella misma para convertirse en el sujeto que, al comerla, la ha sometido a su propia finalidad.

Por tanto, la distinción fundamental de la existencia es la que existe entre sujetos y objetos: sujetos que tienen el propio fin, objetos que no lo tienen, sino que adquieren el que el sujeto les da. En realidad las cosas, los objetos, también tienen su fin propio. Por ejemplo, un árbol, desde un cierto punto de vista es una cosa, se le puede cultivar, sacar fruto o madera, pero también tiene su fin propio: es un ser biológico, que está insertado en la ecología del planeta, tiene una naturaleza propia y si la fuerzo demasiado termino por destruirla.

El punto clave va a estar en si el sujeto, al imprimir su finalidad personal al objeto, respeta la finalidad propia de este. Esto es lo que ha pasado con la civilización de matriz occidental, y en mayor o menor medida con todas las civilizaciones, que ha tratado todo como objetos, sin respetar su finalidad propia, desconociéndola, como simples medios al servicio del hombre, y ha perdido el sentido de las cosas, su inserción en realidades más grandes, como por ejemplo tal como acabamos de indicar la ecología del planeta.

Aquí aparece la función de nuestro prisma (c): hay cosas más grandes que yo. Si no se descubre esto, se acaba no respetando el ser de los objetos, de las cosas, considerándolas solo eso, cosas, y se acaba destruyendo el mismo suelo en que el sujeto, la persona, vive. Esto es un tema global, social, pero también un tema personal: cada persona vive respetando o no el ser las cosas que utiliza, o no.

La distinción entre personas y cosas que venimos trabajando, tiene un reflejo en el lenguaje común: la que existe entre sujetos y objetos, y responde a las preguntas quién y qué muy claras en el lenguaje y también a las nociones de alguien y algo; de modo que si entra alguien en una habitación donde estamos y le hemos visto claramente y preguntamos: ¿qué ha entrado?, la pregunta resulta claramente despectiva. Nuestro punto de partida es que sujeto es el que se marca el fin por sí mismo, objeto el que no tiene fin por sí mismo, sino que es medio o instrumento. Aunque ya hemos dicho también que todo tiene un fin propio, algo es objeto en la medida en que es utilizado por alguien y este alguien tiene una finalidad propia personal que no es la del objeto.

Según esa distinción, sujetos-objetos, procedentes de las 2 actitudes básicas, Yo-Tu, martin buberYo-Ello, se generan 2 formas de actuación o tipos de conducta fundamentales en el sujeto. En la  terminología clásica una actitud ligada a un tipo de conducta que se repite, se denominaría virtud. Luego simplificando, hay dos virtudes fundamentales. La primera es la justicia para la relación con las cosas (con objetos que son medios, en tanto que son medios). La segunda es el amor para relacionarse con personas directamente (los sujetos, que tienen un fin en sí). Ambas se corresponden con lo que llamamos lógica del tener y lógica del ser. La justicia construye el tener, el amor al ser.

Así tenemos dos prismas de la existencia. Del ser y del tener, del amor y de la justicia. Aunque habría que aclarar que si no se llega a descubrir el tercer prisma, el de la existencia de algo/alguien mayor que nosotros, se puede llegar en una degradación de la persona, que pierde primero la idea del respeto del fin propio de lo que utiliza como medio, es decir, pierde la idea de justicia. Segundo, con un proceso lógico, desde ahí pierde el prisma de relación entre iguales y la persona se sitúa como centro exclusivo. En este caso este tipo de persona solo establece relaciones con cosas, es decir también «utiliza» a las personas solo como objetos o cosas.

Somos un cuerpo

Lo mismo que hemos hablado en la entrada anterior de que tenemos un cuerpo, también es galo morentefactible pensar que somos un cuerpo. El cuerpo es una parte nuestra que no podemos eliminar, ya que eliminar el cuerpo es eliminarnos a nosotros, y además hay una conjunción estrechísima, bueno en realidad ni siquiera estrechísima, porque no admite distancia alguna entre nosotros y nuestro cuerpo. Este va a ser el primer punto a aclarar: no hay distancia con el cuerpo.

Voy a apoyarme en esa idea tan común de que la persona humana es alma y cuerpo para explicar su unidad. Lo fundamental es darse cuenta de que se trata de una unidad, dos aspectos de lo mismo: una sola persona. El cuerpo sin el alma no es una persona, es un cadáver, y ante un cadáver, enseguida percibimos el hecho de que ya no está vivo. La idea de alma surge precisamente de esa distinción entre cuerpo y cadáver, tan evidente a la percepción. Esa distinción ha llevado a pensar que hay un algo, el alma, que sumado al cuerpo (cadáver) da la persona viva. Pero hay que entenderlo bien: ese “algo”, a lo que se llama alma no es una cosa, no es un algo, sencillamente es el cuerpo «vivo» (utilizo para esto algunas ideas de un autor netamente dentro de la ortodoxia católica: Carlo Caffarra, Etica generale della sessualitá, Milano (1991) p.13). Es decir, el alma no es un algo, no es una cosa, no tiene lugar, no ocupa espacio, no es por tanto experimentable, es la diferencia entre un cadáver y un cuerpo vivo.

Desde este punto de vista no hay distinción entre persona y cuerpo: el cuerpo es la persona, algo que la integra y sin él no hay persona. Esto lo vemos por ejemplo en que no hay una distinción entre querer sonreír y sonreír. El cuerpo no es un instrumento del alma que quiere sonreír. No hay una distancia objetiva del cuerpo con respecto a la persona, como la hay respecto a los objetos exteriores. La sonrisa es algo natural, según quiero sonreír, sonrió. Cuántas veces no habremos hecho sonreír a alguien y nos hemos quedado tranquilos: la situación se ha desdramatizado. El brotar de la alegría expresa en sí que la persona misma está alegre: no es su cuerpo el que está alegre, es él mismo y todo él, no una parte suya. Podemos concluir que el cuerpo expresa la persona, es la persona misma en su visibilidad. Esto es lo que traducía la expresión tradicional: «el rostro es el espejo del alma». La sonrisa, por ejemplo, saca fuera la persona, tanto que se podría decir: «vales tanto como tu sonrisa». También la mirada «dice» muchísimas cosas. En la mirada tenemos un acceso a la intimidad del otro. «Me ha pillado» pensamos cuando alguien nos ve un gesto y en sus ojos leemos que nos ha comprendido… o interpretado, juzgado, recriminado: el lenguaje de los ojos es inmenso.

dianaNos comunicamos justamente porque somos un cuerpo,al menos lo que conocemos como comunicación (bastantes de las ideas de este párrafo las he recogido de Eduardo Terrasa, cf. por ejemplo: El viaje hacia la propia identidad, 2005, Ed. Eunsa). Sin cuerpo no habría comunicación entre intimidades distintas, nuestra intimidad estaría cerrada, sin ventanas. Por eso tenemos que ver cómo nos presentamos cuando  llega una visita inesperada o sencillamente salimos a la calle, no digamos en una ocasión especial. El cuerpo es un libro abierto, un lenguaje que todos reconocemos; está lleno de ventanas, de posibilidades de expresión, de gestos que dicen más que mil palabras. Por eso las ‘mentiras’ corporales tienen una gravedad especial; cuando vemos a alguien llorar -el llanto es una irrupción de una intimidad que sufre, al exterior de una manera natural, indefensa, inevitable‑ nos mueve a compasión, creemos que es auténtico ‑no así, a veces, las simples palabras‑, y sí luego comprobamos que era una ‘actuación’, nos sentimos profundamente engañados. Lo mismo con una sonrisa que parece sincera, una caricia, etc. Y el que miente así es especialmente mentiroso. La mentira más grande que se puede infligir a una persona que ama, el engaño por excelencia, es la entrega del propio cuerpo a un tercero. Tanto es así que es justamente al que ha que ha sufrido la infidelidad, al que le es muy difícil volver a poner la confianza. Esto es así porque esa es la confianza básica, la que se enraíza en la dimensión biológica. Y en este caso lo que cuenta no son las palabras, sino los hechos.

Esa capacidad expresiva del cuerpo, con la promesa de plenitud que encierra, es claro que no procede de la materialidad del cuerpo, ahí todos los cuerpos se parecen; sino que responde a una intimidad, mejor al conjunto global de lo que es la persona.

José Ferrer en Cyrano de Bergerac (1950)Tenemos el ejemplo de Cyrano de Bergerac (Edmund Rostand), que nos explica la ligazón y también la diferencia alma‑cuerpo en el amor. Cyrano experimenta el trauma de pensar que su cuerpo, su rostro no trasluce su alma. Su nariz es una losa que su intimidad no digiere. No vive integrado con su propio cuerpo. Hay una contradicción intimidad‑rostro: es un poeta, espadachín, generoso… y sobre todo es un enamorado, tiene un gran amor; pero tiene miedo a ser rechazado por su apariencia. El amor necesita esa integración de la persona, por eso sus problemas se traslucen precisamente en el amor. Cyrano no es capaz de descubrirse ante su amor, pero ella se ha enamorado del alma de Cyrano, de la poesía, de la pasión que Cyrano pone en las cartas y frases que el novio y después marido de ella le ha ido diciendo al dictado de Cyrano. Tanto se ha enamorado de lo que piensa es el amor de su marido, que, cuando él muere, no se quiere volver a casar. Al final descubre que era Cyrano.

Esta unidad persona-cuerpo se ve también en las personas que carecen de algún sentido: vista, oído,… ya que tienen que esforzarse fuertemente y trabajar mucho para suplir esa carencia de su cuerpo, para que no afecte a su capacidad cognitiva, a su capacidad de relación con los demás, etc. Este esfuerzo, como el que sucede con otras discapacidades corporales, puede acabar supliendo la carencia, lo que dice mucho de lo que significa ser persona, pero tampoco nos podemos situar en que todos somos persona y desvalorar de algún modo todo el trabajo que estas personas hacen para suplir las carencias de su cuerpo y desarrollar todas sus capacidades. El correcto equilibrio entre cuerpo y persona, somos cuerpo y somos persona, lleva a valorar en su justa medida el camino de muchas personas para superar carencias o disfunciones corporales.