Hay un mundo del regalo. El regalo no es un hecho aislado, es un mundo entero. Todo es un gran regalo, pero hay que descubrirlo. Hay personas que pasan toda la vida en el mundo de la competencia, de la lucha y nunca llegan a entrar en el mundo del regalo, de la gratuidad, ni siquiera llegan a vislumbrarlo. Todo les ha costado mucho. Todo son competidores y conquistas o derrotas. Todo es una necesidad de afirmarse. Piensan que afirmándose con su lucha matarán la inquietud. Pero por ese camino la inquietud crece. Objetivo tras objetivo alimentan la inquietud, pero es un alimento que la trasforma en desasosiego. Solo hay paz, acogida, descanso en el mundo del regalo.
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La esperanza (7): La ternura
Por paradójico que parezca, quien no ha experimentado la soledad no es hombre. Ser hombre es experimentar la soledad, sentir su mordisco en las entrañas, notar la fundamental carencia de un seno materno, de alguien que venga en la noche, cuando hay tormenta y lloramos. Quien no ha vivido esto y lo ha aceptado y lo ha asimilado, no es hombre: se convierte en una roca, en un objeto, en insensible. La independencia sugiere: “vuélvete insensible”, “estabilízalo todo”, “sé tú mismo”, “no sientas la necesidad de compañía, no te la reconozcas, desvíala siempre que la encuentres”, porque sabe que el sentimiento puede hacerte débil, trajinarte, arrastrarte por el suelo … ¡y es verdad!. Lo mejor es la insensibilidad. Hemos hecho, todos, todos y durante mucho tiempo, de la insensibilidad un ideal, el único posible y nos cuesta reconocer que somos un niño asustado, nos cuesta reconocer que lloramos y el valor de nuestras lágrimas, nos cuesta quitarnos los caparazones, las corazas que descubren al niño asustado, … y todo por temor, por miedo, … ¿qué fuerzas no aparecerían si dejásemos libre nuestra capacidad de sentir?
La esperanza (3): La soledad
La soledad es negra y muerde de noche, por eso los solitarios salen de noche a tratar de huir de su mordisco. La libertad prometida, la libertad frente a todo resulta algo muy duro, termina por no ser soportable, porque condena a la soledad. Esta libertad es un espejismo para el hombre: “me basto a mi mismo, soy independiente”. La independencia es imposible para el hombre, porque genera la soledad y la soledad con su mordisco hace salir para buscar compañía, cualquiera que sea, aunque se sepa que es un engaño, cualquier cosa que pueda parecerse a compañía. La soledad genera un dolor sordo. La soledad hace nacer una inquietud: es madre de la inquietud por la luz, que se siente como un deseo sordo, imparable, nocturno, de compañía, de caricias. Sueños imposibles de ositos de peluche y tactos suaves. Es una inquietud que crece y crece hasta hacerse imposible de soportar, hasta obligar a salir a la noche a buscar cualquier luz, por cualquier camino, cualquiera que sea, pero una luz.
La esperanza (1): el tiempo
La esperanza
Esta es una serie de etapas para el caminante. La vida es un camino y hay que emprenderlo. Un recorrido por la esperanza que tiene varias etapas, las etapas de nuestro camino existencial, que tanto va por llanos con facilidad como se encuentra frente a escarpadas montañas que se interponen en el camino. Nuestras ocho etapas son: El tiempo, el instante, la soledad, la inquietud, el presente, el control y la ternura, para terminar en el regalo. Cada una tendrá su propia entrada.
Es necesario hacer una pequeña advertencia. Leer estas líneas tiene una llave: hay que escanciar poco a poco las palabras para evitar embriagarse con ellas y perder su significado. Su sentido se cierra a quien las lee rápidamente, a quien no las paladea. Como con el buen vino hay que dejar que estén un rato en la boca, dejando que nos impregne su aroma, antes de hacerlas pasar. Solo así nos abren su mundo.
Adorno y cultura
Precisamente por ser una manifestación del espíritu, el adorno es también una manifestación del espíritu colectivo. El adorno es un rasgo que sirve para identificar las culturas. Estas suelen tener un estilo, un modo de adornar característico que las identifica rápidamente. Basta pensar en las cerámicas primitivas, que por dibujo, forma, etc., identifican al pueblo que las hacen. Por ello somos capaces de reconocer una cultura: de algún modo captamos ese espíritu que la caracteriza en todas las manifestaciones de esa cultura.
«Condenados a ser libres» (Jean Paul Sartre)
Esta como tantas otras lúcidas frases de Sartre expresa una verdad palmaria: estamos condenados a ser libres, estamos obligados a escoger en la vida y esa elección nuestra marca nuestra vida, en realidad, elige nuestra vida. Nuestra vida se compone de nuestras elecciones y no elegir es ya tomar una opción, un camino, que en este caso está hecho de cerrazón, es como un bloqueo, un bloqueo de nuestra vida, pero quedará. Querámoslo o no tenemos que hacer elecciones constantemente y eso marca nuestro recorrido existencial, y termina por decidir quiénes somos.
Elementos de la culpa
Esta entrada complementa desde el punto de vista antropológico la titulada “La culpa es una emoción traicionera” (en mi blog de educación emocional), que recomiendo leer antes.
En primer lugar aclarar que la culpa es un sentimiento no es una emoción. Emoción y sentimiento son una evaluación que realiza el sistema emocional de nuestra situación como el ser orgánico que somos en un momento determinado. La diferencia estriba en que mientras que hay solo 6 emociones básicas, que son además transculturales, pertenecen al ser humano con independencia de raza, sexo, etc. (incluso los mamíferos superiores tienen algunas de estas emociones en la dotación de su sistema emocional), el sentimiento es una emoción almacenada, es decir una elaboración de nuestro sistema emocional, que puede llegar a una gran complejidad en el ser humano. Esta elaboración en el caso de la culpa es lo que voy a tratar de explicar.
Qué quiere decir «para siempre» en el amor
Esta es la entrada 17 sobre el enamoramiento y en ella hablamos de la percepción del tiempo. Se suele decir que el amor es «para siempre», algo que genera muchas discusiones, especialmente alrededor de la idea de compromiso, el compromiso que el amor exige para hacerse vida, y quiero decir algo sobre la relación entre amor y tiempo.
El tiempo: ¿enemigo o aliado del enamoramiento?
Esta es la entrada 16 sobre el enamoramiento y en ella vamos a hablar de su relación con el tiempo.
El enamoramiento es el inicio, lo que nos abre las posibilidades de nuestra vida, lo que nos da la vida, porque nos señala el amor. Pero el enamoramiento no es simplemente algo pasajero. En contra de lo que quizás muchas veces se piensa, el enamoramiento no se acaba cuando empieza el amor, no se acaba cuando establecemos un compromiso con la persona (o tarea, lugar, … ) de la que estamos enamorado. Por el contrario, alimenta permanentemente la base estable sobre la que se edifica el amor. Un verdadero y profundo enamoramiento no se olvida nunca, incluso aunque, por lo que sea, hayamos decidido no seguir sus indicaciones. Los encuentros con la belleza de nuestra vida quedan siempre ahí, indicando los caminos por los que puede transcurrir la vida en sentido profundo. Los enamoramientos quedan como huellas imborrables de nuestro sistema emocional.
3º fase de la meditación: la autenticidad y el diálogo
Hemos indicado que el nivel del autodominio establecía un primer nivel básico de autenticidad que consiste en aceptar y conocer nuestras tendencias más profundas, nuestros sentimientos, nuestras emociones más recónditas. Este reconocimiento de nuestras tendencias y sentimientos profundos constituye la honestidad. Ahora damos un paso más en el recorrido de la autenticidad: la manifestación externa de eso que hemos descubierto internamente. La revelación de nuestro yo profundo y muy real.
La autenticidad no se detiene solo en el autoconocimiento, requiere la revelación de ese autoconocimiento, requiere un diálogo con los demás sobre nosotros mismos. Para la autenticidad es necesaria una cierta transparencia, comunicar y comunicar con verdad. Este nivel de comunicar a otras personas nuestros sentimientos, lo que aflora a la conciencia de nuestra intimidad es la sinceridad. Luego la autenticidad requiere honestidad y sinceridad.
La sinceridad sola, sin honestidad, sin saber que se siente, sin el contacto con la realidad que supone contrastar con nosotros mismos, puede ser, y en mi experiencia muchas veces lo es, un cuchillo. Hay sinceridades que son sencillamente agresiones sin la humanidad del contraste personal. Es una objetivación de datos que no son engarzados en un contexto humano y sencillamente agreden. La medida del hombre y de la mujer no es la objetividad del dato, sino la realidad de otra persona. Para hablar de los demás, de sus cosas nos tenemos que tener presentes a nosotros mismos y, por tanto, a nuestras debilidades y nuestros errores. Desde ahí sí que podemos hablar. Luego sinceridad con honestidad, sinceridad con conocimiento de nuestras tripas.
Me gustaría hacer una ulterior aclaración. Hay una autenticidad que consiste en decir la verdad sobre uno mismo. Esta autenticidad es hacia todos. Somos una palabra que se expresa y es muy importante que esa palabra sea verdadera. Sin embargo no tenemos ni de lejos la obligación de decirlo todo a cualquier persona que nos interrogue. Que hablemos la verdad sobre nosotros, que nos presentemos como somos, que tengamos la suficiente personalidad para hacernos presentes tal cual somos, es desde luego una característica de la autenticidad. Pero eso no impide que hablemos de determinadas cosas solo con aquellas personas en las que confiamos. Esta sería la parte del diálogo. El diálogo real y profundo sobre uno mismo se establece en la confianza y por lo tanto no con cualquiera, sino con aquellas personas que, precisamente, vemos que nos aceptan como somos. El diálogo real se establece entre dos personas auténticas, es decir, según hemos visto arriba, honestas (que se conocen) y sinceras (que dicen lo que sienten).
Luego se trata de dos aspectos diferentes. El primero presentarnos como somos, tener la suficiente autoestima para no tener que ocultarnos (autenticidad). El segundo es dialogar con aquellas personas con las que confiamos sobre aquello que resulta importante para nosotros. La persona es relación, ya lo vimos en Buber, somos un ser creado para el encuentro, un ser que vive y se realiza en relación, y el diálogo se descubre como el vehículo necesario para la relación. El diálogo es un elemento humano básico del que no podemos prescindir en nuestro crecimiento personal.
En ese diálogo con un amigo, no se busca solución para los problemas concretos, laborales, personales o del tipo que sea, lo que se busca es contarlos para comprenderse a sí mismo mejor en ellos, para hallar el enfoque personal adecuado, busca hablar para descansar, porque sólo con un amigo se siente comprendido a fondo, estimado, valorado, porque necesita oír las valoraciones sobre sí mismo en otros labios, que vengan de fuera. El diálogo es el camino hacia la paz, donde todas las cosas encuentran su sitio.
El diálogo se hace en el encuentro, cada diálogo con un amigo/amiga es una serie de encuentros (Alberoni). El diálogo es una relación discontinua, una serie de encuentros en las que se va «escribiendo» nuestra biografía, nuestra historia, se le da sentido a los hechos que nos han sucedido. En cada encuentro de diálogo se trenza el hilo de lo sucedido en nuestra vida y se proyecta el futuro.
El diálogo es una necesidad humana. El diálogo es un momento de meditación, de observación de la realidad desde la aprobación de nuestra persona, es la creación de un espacio cerrado donde se forja el sentido de la existencia.