Después de hablar en la entrada anterior del diálogo de los sexos y su relación con el pudor, vamos ahora a abordar en directo el acto sexual cuando el sexo se da junto al enamoramiento, es decir, en eso que llamamos amor entre dos personas.
El proceso de apertura del amor, el proceso de la absorción del pudor y todos los temores por el amor del que ya hemos hablado, pasa a través de la verdad personal, y se forja necesariamente sobre la unión de los cuerpos. Se forja sobre esa gran atracción que une sexualidad y todas las emociones ligadas al enamoramiento, junto con la nueva visión del mundo que esto significa. Esto es una consecuencia de todo lo dicho sobre la unión entre cuerpo y persona. Justamente la unión sexual tiende a fundir a los dos en uno, corporalmente, afectivamente y conscientemente, es decir en las tres dimensiones de la persona de que estamos hablando en estas entradas: instintivo, psicológico y racional. «El contacto de los cuerpos no tiene sólo (ni siempre) el efecto de fecundar, sino también de impregnar, es decir, de hacer que todos los elementos de nuestra sustancia se insinúen y se esparzan en la otra humanidad. Naturalmente, la impregnación de los cuerpos no es más que el apoyo de una impregnación psíquica, moral y hasta mística. De ahí la impresión y tal vez la realidad de habitar el uno en el otro, de una especie de presencia de uno dentro del otro, que no desaparece con la ausencia y que acaso se hace más viva cuando la vida física comienza a apagarse» (A. Ruiz Retegui).
Hay una acción muy simple que es un símbolo del acto sexual: coger de la mano. Los enamorados tienden a ir cogidos de la mano. Pero no cogen la mano, como si esta fuese un objeto, sino que cogen a la otra persona por la mano (en francés se dice exactamente:prendre par la main). El acto sexual es la realización más profunda de este símbolo. El beso también es un símbolo, el más profundo, del acto sexual. Realmente es difícil encontrar algo a lo que se le dé más importancia.
Así se nos plantea el significado del acto sexual, de la unión sexual. El acto sexual es el acto que entrega a la persona, no se entrega «algo», se entrega una persona. Y por ser la persona lo que se entrega, se entrega totalmente, no se puede entregar la persona a cachitos, porque en tal caso se entregarían cosas, pero nunca la persona. El hombre y la mujer que se aman, descubren que existe una palabra (el acto sexual) que expresa todo ese amor que se tienen, en esa palabra se entrega la intimidad irrepetible de la persona. Por todo esto nos parece abominable hacerlo por dinero. Los demás actos, beso, coger por la mano, etc., simbolizan la unión, el acto sexual la realiza, y como hemos visto en todas las dimensiones, deseo, afecto, acuerdo.
Una de Robert Redford película de hace años «Una proposición indecente» es interesante sobre el valor del lenguaje del sexo: un multimillonario ofrece un millón de dólares por acostarse una vez con la mujer de otro. La pareja, que realmente se quiere, acepta de mutuo acuerdo, y ella le dice, cuando se va con el rico: «mi cuerpo estará allí, pero mi corazón está contigo». El problema que surge, es que después él no puede superarlo, no es capaz de separar cuerpo y corazón, y para él después la entrega de ella es una mentira, por mucho que diga con la boca: te quiero. Por eso el matrimonio está a punto de romperse. Aunque tomemos nota de que se arregla para entender los límites de lo que decimos.
«La unión corporal sexuada es una donación cumplida, por eso el hombre es ya de la mujer y la mujer es del hombre. No se trata simplemente de una entrega prometida, sino de una entrega realizada, cumplida, hecha actual. Esto puede parecer sorprendente, pues parece que la única entrega que puede hacer la persona, la entrega por la que renuncia a si misma por amor, es la muerte. Sin embargo, la hondura humana de la sexualidad consiste precisamente en ser la capacidad de donación total personal, en un cierto aspecto» (Antonio Ruiz Retegui).
Cuando se realiza sin mentiras, el acto sexual tiene siempre un sentido de totalidad, de absorción (o de desaparición en) del otro. Es lo más propio, personal que se pueda dar; es la misma persona que se da, como en ningún otro acto. Este sentido de totalidad está muy metido en la fenomenología de la sexualidad: el acto sexual es el centro de las conversaciones, de las relaciones, etc. La importancia que le damos es máxima.
Queda mucho por decir, pero espero al menos haber puesto una base para una consideración fenomenológica de la sexualidad como intimidad sexual. Así la denomina Maslow cuando la sitúa en el nivel de la creación de vínculo y pertenencia, como una clave en la creación de las relaciones humanas. Ya he hablado algo en la entrada anterior sobre la sexualidad como necesidad, que también aparece, y mucho, en el comportamiento del hombre. Es decir no toda la sexualidad responde a lo indicado en estas líneas sobre el acto sexual, hay otra sexualidad que responde sencillamente a una necesidad básica, y que tiene también una gran importancia en cada persona, pues configura el deseo y el modo de vivir el placer.