«Si fuésemos transparentes no se nos vería»

Somos seres complejos y voy a trata de aclarar lo que significa esta afirmación

Dentro de la organización interna de la persona en 3 niveles hay un elemento digamos de coordinación que se encarga de conectarlo todo: somos seres reflexivos.

La reflexión es en realidad la esencia del nivel racional. La razón funciona como reflexión en su sentido etimológico, re-flexión, volver sobre, es decir es un mecanismo que nos hace volver de nuevo sobre las cosas y las etiqueta. Sobre cada nueva reflexión, un nuevo descubrimiento y una etiqueta.

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Buda y la meditación

Para Buda la meditación es central, es actual, todo contacto con el budismo es contacto con 11982438_sla meditación. Y en la matriz del budismo se han desarrollado múltiples formas de meditación.

Para el budismo el combate con la apariencia es el punto central. Buda es el ejemplo personal de búsqueda espiritual. Él realiza primero el camino que todo hombre debe recorrer para llegar a la unión con la divinidad y alcanzar la iluminación, la luz y la paz interiores.

En su doctrina, el deseo, que también llama el ansia o la sed, es el origen del sufrimiento, por ello para Buda la extinción del deseo es el paso necesario para la iluminación y la felicidad. También busca la extinción del sufrimiento. El dolor es transformado en sufrimiento por nuestra mente. El sufrimiento y el deseo son creaciones de la mente y de la apariencia de la vida. Sufrimiento y deseo se  encuentran de ese modo unidos al ego, y la eliminación del ego, del yo, está en el camino hacia la iluminación. La iluminación transciende precisamente todo deseo, toda ilusión para encontrar la verdad. Se trata de un camino que transciende la individualidad, pero que solo puede recorrerse personalmente.

El camino hacia la esa iluminación interior y hacia la paz conlleva un inmenso sacrificio y trabajo personal, un arduo camino de perfección interior hasta la eliminación de todo deseo. El camino para este proceso interior es precisamente la meditación y el budismo ha nutrido y nutre multitud de caminos de meditación en busca de la paz interior y de la iluminación, de la sabiduría que transciende todo conocimiento. La iluminación permite conectar con la vida por encima de la apariencia del mundo, la apariencia del deseo y del sufrimiento.

El budismo recoge uno de los mayores logros de la humanidad en el trabajo de conocimiento interior y mejora personal, un anhelo que transciende por encima de cualquier visión superficial. Su aportación a la meditación es una de las mayores de todas las culturas.

4ª fase de la meditación: Auto-trascenderse

En esta cuarta y última fase la persona llega a su autorrealización y se siente integrada en 19662769_suna realidad más grande, superior a sí mismo. Realidad que se atisba en la 3ª fase a través del respeto a lo que percibo más grande que yo, básicamente la realidad, donde yo estoy. En el 3º nivel es respeto, ahora es mucho más. Pero recuerdo que sin respeto no se llega a descubrir, la realidad misma sin respeto, se nos cierra.

También si hay un sentido de la vida, es algo más grande que yo, algo que da sentido a mi vida. Desde nuestras experiencias cumbre (Maslow las denomina peak experience) accedemos directamente con nuestra sensibilidad a este 4º nivel de la meditación o contemplación. No es simplemente aceptación de la propia limitación ante lo que es más grande, sino un profundo sentimiento de admiración en la contemplación de la belleza. A este nivel se llega en su centro por la contemplación de la belleza. Cada vez, lo repito, cada vez que llegamos a la belleza tocamos de algún modo este nivel. Lo bello es digno de admiración y la admiración es uno de los sentimientos que integran el enamoramiento, y el enamoramiento es lo que confiere sentido a nuestra vida (sobre esto me reservo escribir varias entradas). La admiración (ante la belleza), que pertenece a la familia de la sorpresa, nos prepara para abrirnos, para abrir nuestro ser a un mundo que es más grande que nosotros. La belleza me trasciende. Este es el mensaje de la admiración. Los otros términos emocionales relacionados son embelesamiento y entusiasmo. La belleza provoca entusiasmo. «Entusiasmo» etimológicamente significa: sentir a Dios dentro. Es un descubrimiento y a la vez un motor de nuestro propio movimiento.

He dicho que accedemos con nuestra sensibilidad, la sensibilidad se entiende aquí como una integración de las 3 dimensiones de la persona: sensaciones-emociones-sentimientos-vivencias-razón… todo integrado en un todo coherente. Sin esto, sin este trabajo previo, que como hemos visto es el trabajo de las 3 fases de la meditación anteriores, no se llega a este nivel. Afinar la propia sensibilidad, trabajar y gestionar las emociones y sentimientos, aceptar en primer lugar y luego integrar nuestras tendencias, aceptar la realidad en la que vivimos, aprender a convivir, aprender a vivir… es un largo y profundo proceso de aprendizaje el que nos trae hasta este nivel y nos pone en condiciones de descubrir la belleza.

Nada como este nivel de la contemplación o meditación, si es vivencialmente alcanzado va a proporcionar «e-moción», un movimiento que provenga de dentro, de las propias entrañas, del fondo del propio ser, que se ha conectado con todo el universo, con lo que es más grande que él mismo y con lo que se siente unido, siente que forma parte.

En la cultura histórica concreta este nivel ha sido tarea de la religión. De esto hablaré en las entradas siguientes sobre la tradición de la meditación.

La libertad. El ejemplo de la caza y la jauría de perros

En esto no hay duda, y ya hemos hablado aquí,: el hombre es un animal. Su organismo 11013857_spuede ser perfectamente clasificado entre los demás animales: sus componentes, sus tejidos, sus mecanismos fisiológicos… siguen las mismas leyes de la biología que los demás, y además son similares a los de los otros animales. Por esto se puede decir sin lugar a dudas que el hombre está emparentado con los organismos animales, especialmente los mamíferos y entre estos los primates y los homínidos. Las coincidencias son tantísimas que negarlo hoy es negar una evidencia.

Sin embargo, y a la vez, las diferencias entre el comportamiento humano y el animal son también tantas que negarlas es también negar la evidencia: ningún animal hace rascacielos, ni aviones, ni televisiones, ni se mata entre sí, ni comete excesos en continuación, etc. etc. como lo hace el hombre. Las similitudes son innegables, las diferencias también.

Intentemos ir al fondo con un ejemplo del que vamos a seguir hablando en entradas posteriores.

 ¿Dónde se encuentra la diferencia de lo humano? ¿Dónde se origina ese comportamiento diferenciado que tiene tantos efectos propios? Hay una característica del comportamiento humano muy interesante que nos va a poner sobre la pista. Esa característica se podría señalar diciendo que en el hombre existe un espacio, una separación entre el estímulo y la respuesta, entre instinto y comporta­miento. Pongamos un ejemplo del comporta­miento instintivo más evolucionado. Alguna vez he podido observar la caza de una jauría de perros en la sierra de Guadarrama, donde en verano hay vacas que los campesinos dejan sueltas. Es el comportamien­to de un instinto muy desarrollado, ya que cazan en grupo y cumplen funciones diferentes: comienza la persecución y algo así como una fase de cansancio, se persigue y acorrala a vaca y ternero, que huyen tratando de conservarse juntos, a partir de un  cierto momento, cuando la vaca ya está cansada, la jauría busca separar vaca y ternero, cuando lo consiguen el grupo aguanta a la madre, mientras que uno se lleva al ternero, al final todos confluyen sobre el ternero para matarlo. Como se desprende en el grupo de caza hay una cierta comprensión del tiempo y de los demás, de la colabora­ción.

Si suponemos un grupo de hombres que cazara, las primeras veces lo harían de modo similar a los perros, pero una de las veces, por una casualidad, el ternero muere porque se ensarta con un palo. Si esto sucede a los perros, estos se tiran a comerse el ternero sin más dilaciones. En el caso del hombre es diferente, quizás uno se pregunta por qué ha muerto y ve la rama en la que se ha ensartado. En una ocasión subsiguiente quizás quiera llevar el ternero hacia un palo predispuesto: tenemos la noción de trampa. Luego se pregunta por qué no llevar el palo a cuestas… y tenemos la lanza; y entonces por qué no tirarlo a distancia: tenemos la flecha… así, sin solución de continuidad, hasta la bomba atómica, algo que S. Kubrick expresa de un modo maravilloso en 2001, una odisea del espacio, cuando después de la primera pelea entre dos homínidos, uno de estos lanza al aire la quijada que ha utilizado para matar a su adversario y en el aire esta se transforma en una nave espacial. Los significados de la escena son más, evidentemente, pero la síntesis entre el primer instrumento y el último está logradísima. Una vez iniciado el camino de hacer instrumentos, su mejora es solo cuestión de tiempo.

Nos damos cuenta enseguida de que frente a un solo comportamiento de los perros, aunque verdadera­mente flexible y sofisticado, el hombre ha generado cuatro: a la carrera de modo similar a los perros, con trampa, lanza o flecha,… y sigue creando nuevas posibilidades. Como resulta claro el instinto propiamen­te hablando desaparece, no hay pautas fijas de comportamiento: nunca hay una sola, hay muchas, creadas culturalmente. El hombre tiene sólo la tendencia, la necesidad vital sentida, el hambre y muchos modos de solucionar el problema, modos creados por el mismo hombre, creados culturalmen­te. La manera diversa de comportarse del hombre se origina en esa posibilidad de preguntarse: «¿por qué?», de volver sobre lo sucedido para ver cuál es la causa de un resultado diverso, es decir de su capacidad de reflexión.