«El niño es un vaso que hay que llenar»

Ya he leído u oído varias veces esta expresión relacionándola con la educación, incluso he citado en una entrada el dicho clásico de que cuando nacemos somos tamquam tabulam rasam, como una tabla (tablilla para escribir) rasa, sin experiencias, como un folio en blanco (este es el sentido de la expresión clásica) en el que todo está por escribir. Es una idea que 14189641_sse difunde desde Aristóteles a la edad media, y se ve que todavía sigue dando coletazos por ahí.

Sin embargo cada vez más me ha ido pareciendo una idea no correcta. Carl Jung ya defendió con fuerza y con bastante evidencia experimental, que había un subconsciente común para la especie humana, algo que llega con la herencia, que tenemos por el ser vivo, la biología, el animal, que somos. Hay arquetipos del inconsciente colectivo, mitos, que son comunes, que se repiten sospechosamente en muchas culturas. Eso es lo que demostró Jung.

Cada vez hay más evidencia que apoya esta idea, por ejemplo, cada vez mas hay experimentación que prueba que hay miedos que vienen de la especie, de la noche de los tiempos de la especie, como por ejemplo a las serpientes. Curiosamente ya la Biblia la recoge en sus páginas iniciales: la serpiente es quien introduce el mal (este dato le interesaría a Jung). Esto no quiere decir que todos los individuos tengan esos miedos, pero sí que se repiten sin que hayan sido enseñados o provengan de experiencias vividas. No tienen porqué aparecer en todos los individuos porque tampoco los rasgos genéticos aparecen en todos los individuos, más bien siempre aparecen en unos cuantos, y no dejan por ello de ser genéticos, es decir pertenecientes a la herencia genética.

En educación me parece una idea peligrosa. Que el niño sea un vaso vacío o una tabula rasa significaría que se puede escribir en él/ella cualquier cosa. Esto además de no ser cierto, es peligroso, porque deja el niño sometido a cualquier experimento en educación, a que cualquiera quiera meter en el vaso cualquier cosa, o escribir en el niño cualquier asunto, ya se sabe: el papel lo soporta todo.

Lo positivo de la expresión es que apunta a un rasgo muy claro en el ser humano, su plasticidad, su capacidad de adaptación a circunstancias muy diversas. El solo hecho de la gran diversidad de culturas y costumbres realmente existente en la especie humana, habla de esta plasticidad, de esta capacidad de adaptación, el hábitat humano en contraposición al hábitat de las demás especies se ha extendido a todo el planeta e incluso buscamos extenderlo por el espacio. Todo niño que nace tiene esa plasticidad y se va a adaptar a las circunstancias que encuentre, con esa tendencia actualizante de sus posibilidades tan fuerte que lleva dentro. He utilizado muchas veces, de un modo coloquial, la expresión de que un niño es una bomba biológica. Esa bomba biológica le impulsa a salir adelante, a luchar con las enfermedades por su salud, a adaptarse… es una capacidad maravillosa.

Pero tomar como un axioma la plasticidad al final termina en una falta de respeto el niño. El niño ya es algo cuando nace, o mejor, con mayor precisión, es alguien. No es cualquier cosa (un vaso vacío), sino ya es una persona, una persona con una constitución, una estructura biológica-emocional-racional y social. Respetar todo esto es un deber de la educación y seguramente la línea que debe tomar la educación hoy es precisamente esta de mucho mayor respeto a quién es el niño desde todos los puntos de vista. Esa es la gran revolución pendiente, eso que se llama educación integral.

Es decir, estamos en un momento en que hay que dejar las corrientes educativas exclusivamente inductivas, aquellas que desde fuera del niño, sin contar con él, con su iniciativa, con sus emociones, sus sentimientos, sus intereses, sus capacidades innatas, su creatividad e imaginación, utilizan instancias externas para meter en el niño todo aquello que el Estado o sencillamente diversos experimentos educativos se les ocurre.

Ha habido ya corrientes que han seguido la línea contraria, la línea deductiva en el niño, partir de él y no inducir en él/ella, y han sido realmente productivas y con impresionantes resultados. El avance de la sociedad, lo que se ha denominado progreso, ha sido precisamente un crecimiento de la libertad, pero no en general, sino en cada persona, por tanto, también en cada niño. Para ese crecimiento en libertad es necesario un respeto de todas las capacidades humanas. La educación debe crecer en esa línea y es urgente que lo haga. Esa es la educación integral, una educación respetuosa de la persona, donde el alumno es el verdadero protagonista.

No el niño no es un vaso vacío, es una persona y debe ser respetada. La verdadera revolución de consecuencias insospechadas es esta de una educación respetuosa del niño como ser biológico-emocional-racional-social, con muchas capacidades innatas, para nada un vaso vacío, sino una auténtica bomba vivencial con multitud de posibilidades.

Espero que este casi exabrupto sea de utilidad y ayude a entender un punto de vista importante en esta reflexión que debe la educación para adaptarse a este siglo XXI que ya está aquí hace tiempo.

«Libertad desde» … y autodominio

La noción de autodominio es indispensable a la libertad, especialmente a la «libertad desde». El autodominio es la capacidad de establecer mecanismos que hagan que  los impulsos afloren a la conciencia, de modo que se introduzca el espacio de la reflexión. Un esfuerzo permanente por conocerse mejor, aceptarse, e integrar todos los niveles de la persona. De tal modo que llegue a ser ese yo integrado el que domina en la conducta. Todos los impulsos, tendencias, condicionamientos, etc., de la interioridad del hombre/mujer existen. La libertad es una luz en la cima de todos ellos. Para que aparezca esa luz el hombre debe hacer esa conquista que se llama autodominio: debe separar impulso y respuesta, debe meter un espacio que le permita elegir.bacchus

La noción de autodominio que se defiende aquí no es la que se basa en el dominio de los impulsos, noción ampliamente difundida en la historia, especialmente desde los ambientes culturales cristianos y que en el fondo piensa que los impulsos son malos, contrarios a la dignidad del hombre. Desde ese punto de vista, la razón, la reflexión es vista como opuesta y contraria a los impulsos. Esta noción establece una encarnizada lucha a muerte entre las diversas instancias del hombre, especialmente las denominadas razón e impulsos.

Caravaggio2La noción de autodominio que se defiende aquí es una noción que busca integrar lo que hemos denominado los tres niveles del hombre: biológico, psicológico y racional. En vez de conflicto, se busca una síntesis, síntesis que se encuentra en los sentimientos, que constituyen la elaboración interna de la vivencia del ser humano. En el lenguaje común se trataría de una síntesis que se realiza en el corazón. Educar los sentimientos se convertiría en su clave.

El rasgo de la plasticidad completa la idea del autodominio, porque la persona debe conformarse según una cierta forma que no está decidida por la biología. El autodominio debe trabajar para definirnos como persona, algo que sería imposible sin la plasticidad. Se trata aquí de los hábitos y costumbres que el ser humano va a adquirir y conformarán su conducta, de los rasgos de carácter que debe educar, etc., hasta por ejemplo al body building, este puede existir y es una señal precisamente de esta plasticidad del hombre: puedo cultivar mi cuerpo en una cierta manera que decido yo. El hombre/mujer, cada persona en particular, no es un ser decidido, sino un ser por decidirse, que necesita la decisión para llegar a ser quien es.

 

 

Subconsciente e instintos: «libertad desde»

Hasta ahora, en las entradas anteriores sobre libertad, tenemos establecidas dos cosas. La Silberbachtal # 16 - Bach, Herbstlaub und bemooste Felsen - Creek, autumn foliage, and mossy rocksprimera el hombre debe elegir su comportamiento entre varias posibilidades y esto sólo lo puede hacer porque entre estímulo y respuesta hay un espacio que permite ponderar, elegir. Si el hombre que caza de nuestro ejemplo no volviese sobre lo sucedido, no crearía nunca ningún nuevo comportamiento. Ese volver sobre lo sucedido, es la pregunta sobre el porqué de la muerte del ternero, a eso le denominamos reflexión, como se puede ver, introduce un espacio en el comportamiento instintivo fijo. Estamos ante la aparición de la conciencia.

Segunda cosa que está establecida. Las diversas posibilidades, aunque con una base en las necesidades del hombre, han sido creadas por el mismo hombre en su contacto con el entorno, es decir son culturales; las aprendo por mí mismo o de lo que me enseñan los anteriores a mí. El aprendizaje es un elemento humano: el hombre puede trasmitir su experiencia, los nuevos comportamientos que ha creado. En el campo sexual esto es increíblemente claro: existen todos los comportamientos posibles, todos los comportamientos que es dado imaginar. Mientras el comportamiento sexual para los animales se atañe a pautas muy fijas, épocas del año, etc., si hacemos un poco de sociología encontramos todas las posibilidades para el hombre, más de lo que a una sola persona es dado imaginar.

Aquí aparece la noción de libertad, que es específicamente humana, ya que solamente el hombre debe elegir su conducta. También constatamos que, para llegar a poder elegir una conducta se precisa antes una ardua labor. La libertad se convierte en una conquista en los dos sentidos que estamos señalando. Primero, el hombre está sometido a todas las leyes de la necesidad, a las leyes físicas y biológicas, en ellas va edificando sus posibilidades de actuación. La libertad es posible en tanto en cuanto el hombre es capaz personalmente de establecer ese espacio entre estímulo y respuesta, si es capaz de hacer aflorar las cosas a su conciencia y así darse la posibilidad de decidir. Si ese espacio desaparece, desaparece la misma posibilidad de la libertad. La libertad así es la capacidad de sacar a la conciencia, de decidir donde cae el foco del interés, de reflexión, de ponderación, de volver sobre lo hecho y rectificar errores. Desde este punto de vista la libertad es el espacio que queda entre el yo y la conducta. El hombre es libre porque puede separarse de su conducta. El animal no se puede separar de su conducta: «el animal es su propia conducta», según una afirmación de Marx.

Silberbachtal # 9 - Wasserfall, Klippen und Farn - Waterfall, cliffs and fernPuesto que en el hombre yo y conducta son separables, la persona no se identifica nunca totalmente con lo que hace, cualquiera es capaz de decir eso no es totalmente yo, lo puedo mejorar. Ahí, en la capacidad de mejorar se inicia la grandeza del hombre y también su miseria, pues puede quedar atrapado en leyes de la necesidad.

Estamos hablando de lo que se llama «libertad desde», que es un primer integrante de la libertad, que da la capacidad de decidir. El hombre no es simplemente una cabecita pensante, un espíritu separado del mundo, que incluso lo pone y que es plenamente objetivo con respecto a ese mundo, como pretenden los racionalismos. El hombre está sometido a todos las fuerzas existentes en el mundo, se encuentra, por así decir, sumergido en el cosmos del que forma parte. La conexión con el cosmos es el propio cuerpo, la propia sensibilidad, el contacto con la tierra. La libertad comienza cuando todo ese contacto, toda esa sensibilidad aflora a la conciencia. El subconsciente no es algo sencillamente negativo, es negativo cuando no lo hacemos consciente, cuando no contamos con él, cuando lo negamos, cuando pensamos que todo su contenido es negativo. Ha sido mérito de Freud precisamente en poner el subconsciente en el punto de atención. Debajo de la conciencia está ese subconsciente que nos trae y nos recuerda nuestras necesidades, nuestra conexión con la tierra, allí siguen estando los impulsos y emociones y sentimientos, aunque no les hayamos hecho caso.

Son obstáculos a esta libertad todos los condicionamientos internos del hombre: lo que hemos recluido al subconsciente, las deficiencias de educación, de control de carácter, las adiciones, etc. Es decir, no cualquier impulso, sino el impulso no aceptado no reconocido y también su estructuración deficiente, deficiente precisamente por negación.

La libertad es una fuerza vital que utiliza de modo positivo la sensibilidad, los impulsos y las emociones y sentimientos, y de ese modo establece la paz sobre todos los condicionamientos, tensiones, pulsiones, solicitaciones… y estas fuerzas son a veces tan fuertes que la libertad del hombre parece una débil nave en medio de la tormenta, siempre a punto de naufragar, pero su fuerza vital, sus deseos de vivir pueden terminar resultando la fuerza más poderosa.

Photo: http://www.martin-liebermann.de

La libertad. El hábitat del ser humano

10343571_sUna conclusión importante de nuestro ejemplo de la caza y los perros: el ser humano se interesa por cosas que en principio no le interesan, es decir, que no le interesan desde el punto de vista de las necesidades biológicas más primarias. Por ejemplo, desde ese punto de vista un leño no tiene significado para el hombre/mujer, como tampoco para el perro, quiero decir que un leño no entra dentro de la dieta del perro ni del hombre, por eso al perro sus instintos no se lo señalan y no se interesa por los leños en sí mismos. Sin embargo para el hombre el interés viene añadido del modo que hemos visto: por la experiencia. Iniciando así el proceso, el hombre termina interesándo­se por todas las cosas, su hábitat es el mundo: potencialmente todo. La palabra «termina» es importante, porque de salida no es así y no solemos darnos cuenta: no somos «directamente» objetivos, sino «reflexivamente» objetivos. He puesto muchas veces el ejemplo de que, al subir a un autobús, un chico hetero localiza sin ningún esfuerzo las minifaldas que haya,… para localizar a las viejecitas tiene que hacer positivamente un esfuerzo.

Por el contrario, para el animal su hábitat, la zona geográfica donde vive viene delimitada por sus intereses, que vienen específica­mente delimitados por su dotación instintiva. El hombre es capaz de convertir en hábitat humano, de humanizar cualquier ambiente, aunque inicialmente sea hostil: el hombre vive desde el ecuador a los polos, y ahora ya ha conseguido incluso poner un pie en la luna. Sintéticamente se puede decir que el hombre vive en el mundo, mientras que el animal solamente tiene perimundo. Utilizamos la palabra colonizar, el hombre coloniza, el animal no coloniza, vive donde le es posible, mientras que el hombre busca y termina hallando el modo de vivir, donde antes no le era posible.

Afirmar que el animal tiene perimundo y el hombre tiene mundo, sería un modo de razonar blanco y negro: y debe ser matizado, como todos los razonamientos absolutos. El hombre parte siempre de su perimundo, como cualquier otro animal y podríamos pensar que lo que denominamos mundo, en realidad es otro perimundo, quizá más amplio, pero perimundo al fin y al cabo. No hay que perder de vista las propias limitaciones y alzarse enseguida a visiones objetivas globales que normalmente terminan siendo falsas. Olvidar esta idea nos haría solo antropocéntricos: el hombre coloniza y hace propios los hábitat a los que va llegando pero solo en función de sus propios intereses y necesidades, y de ese modo con una fuerte capacidad destructiva de aquello que le desagrada. Creo que no hace falta demostrar este punto.

También hay que matizar el tema en referencia a los animales porque parece en lo que decimos, que las diferentes especies están estrictamente limitadas en hábitat definidos, y esto no es así. Tenemos cotidianamente ejemplos de especies, tanto animales como vegetales, que colonizan hábitat que nos son el suyo original, presionados por la necesidad de sobrevivir. Tienen capacidad de colonizar, aunque esta capacidad es muy limitada: no coloniza en el sentido de transformar, adecuar, sino en la medida de que es capaz de satisfacer en ese nuevo hábitat sus necesidades, algo que limita mucho esa capacidad en relación con el hombre. Es decir el ser humano adecua el nuevo hábitat a sus necesidades utilizando herramientas, algo que los demás seres vivos no hacen.

Desde aquí podemos hablar de la pretensión de ser objetivo que tiene el hombre. Objetivo significa interesado por la cosa tal como es en sí, no solo en su referencia al sujeto, lo que sería lo mismo que decir a las necesidades del sujeto. El hombre parte de una visión impulsada por sus necesidades, no una visión objetiva en sí. Aunque, como muy bien ha puesto de relieve A. Maslow, también las necesidades del hombre se van complicando y elaborando una pirámide, cuya cúspide tiene la capacidad de alcanzar el mundo entero. Este punto de vista permite incluir elementos muy lejanos de las necesidades biológicas más básicas, por ejemplo, viajar a la antártida, dentro del campo de necesidades del hombre. Este punto de vista matiza la idea de que existe una real visión «objetiva» del hombre, es decir una visión que se interesa solo por el objeto en sí. El hombre se interesaría siempre por las cosas en función de sus necesidades, entendiendo estas en el amplio sentido en que las entiende Maslow y solo con un gran trabajo va generando una visión más amplia. En mi opinión esta es una visión más cercana a la realidad.

La libertad, la creatividad y la palabra

Sigo sacándole partido al ejemplo de la caza y los perros.12013384_s

Se plantea entonces para el hombre cada vez que sale a cazar el problema de la elección del sistema de caza; sistema que se ha creado culturalmente, porque el hombre es capaz de «crear» instrumentos. Es decir el hombre crea realmente: algo que no estaba en los datos de partida, no previsto, ni en el ambiente, ni en las posibilidades heredadas del hombre. Y crea el comportamiento y los instrumen­tos necesarios, porque los conceptualiza primero, los imagina: rama, trampa, lanza y flecha son en principio lo mismo: «un palo de madera»; es el concepto imaginado por el hombre el que los ha convertido en diferentes ‘cosas’.

Me parece altamente significativa la escena del comienzo de la Biblia donde Adán va poniendo nombre a animales y plantas, según Dios se los va poniendo delante. El texto precisa que los nombres puestos por Adán «son sus nombres propios» (Génesis 2,19). Me resulta espectacular que la función del hombre sea poner nombre a las cosas, no es Dios quien ha puesto nombre, es el hombre quien lo hace. Poner nombre, usar la palabra es el gran instrumento, el que convierte la selva, el lugar donde están animales y plantas, en un lugar civilizado, conocido, manejable. El hombre avanza poniendo nombres, cada ciencia necesita una nomenclatura, unos nombres que delimiten bien, cuanto más conocemos, cuanta más experiencia en un terreno, una ciencia, un arte, usamos nombres más precisos. Como hemos visto ya esto es la conformación del nivel racional: todo un sistema de signos para significar la realidad en la que se vive. Este es el trabajo que lleva al niño humano más tiempo: los estudios en nuestra cultura tan sofisticada llegan más allá de los 20 años, mucho más allá de que se haya alcanzado la madurez desde el punto de vista biológico. El hombre necesita mucho tiempo de aprendizaje, increíblemente más que ningún animal. Esta es una de las diferencias más notables del animal humano.

La creación de comportamientos diversos, que como vemos es el modo en que el hombre actúa en comparación con los perros da lugar a lo que ya hemos llamado plasticidad humana. En su tiempo de aprendizaje asimila, incorpora palabras, conocimiento y hábitos de comportamiento. Es decir el hombre ‘biológicamente’ es humano como hemos visto ya. Su nota distintiva, según todos los estudios actuales es la inespecificidad. «A los animales les bastan pocas horas o pocos días para hacerse con una escala de movimientos que, una vez montado, queda cerrada; al hombre en cambio esa tarea le cuesta años. La razón está en la especialización del aparato motriz animal y en la no especializa­ción del propio hombre. Como contrapartida a esta no especialización, el hombre conseguirá una plasticidad de movimientos incomparablemente mayor que el animal» (A. Domingo Moratalla, El personalismo, p.50). Es sorprendente  constatar este hecho: el andar erguido es propiamente humano y tiene que ser aprendido: sin un entorno humano el hombre andaría a cuatro patas, de un modo animalesco, como ya se ha comprobado con los niños salvajes, educados fuera del ambiente humano. La plasticidad es una característica destacada de lo humano.

Libertad. La configuración del instinto en el ser humano

Seguimos en el contexto de nuestro ejemplo de la jauría de perros cazando que nos sitúa en 12228460_sla idea de lo que es el instinto y su diferencia en el animal (perro-lobo) y el ser humano.

Para poder hablar de libertad, la configuración del instinto es importante. En el hombre el instinto ha perdido una de las características que lo define: la fijeza. El instinto es  una pauta de comportamiento fija. El hombre sigue teniendo pautas de comportamiento, algo así como un patrón o un esquema del comportamiento instintivo; lo que pasa es que no tiene una sino varias, y puede aprender siempre nuevas. Y si tiene varias, es que ninguna es necesariamente fija, si no las demás sobrarían. Pero los patrones están y son creados por la experiencia. Por ejemplo en el comer: el hombre come de todo, es omnívoro, pero eso es hablando en general, cada hombre particular come según la cultura recibida y sus preferencias personales. A los españoles les gusta la tortilla de patata y les dan asco (a casi todos) los gusanitos que comen los esquimales; sin embargo, podemos introducir nuevos elementos en la dieta, etc. En este tema incluso cada persona es diferente: se ha creado un comportamiento, pero este responde a pautas más o menos constantes. La libertad comienza en esta capacidad de escoger una u otra pauta o en decidir empezar una nueva, o en decidir aguantar el hambre, o en comer algo que antes nos repelía. Esta flexibilización de las tendencias instintivas es totalmente necesaria para poder empezar a hablar de libertad. Y como se ve es necesario un esfuerzo, cultural y personal para conseguir de hecho esa flexibilidad, sino las conductas seguirán siendo fijas, aunque diferentes en cada hombre o cultura.

Sin embargo no hay que olvidar que el ser humano parte de un esquema de comportamiento instintivo, un esquema de deseo-rechazo marcado por las necesidades biológicas. El que el instinto pueda ser flexibilizado no implica que desaparezca, y no desparece porque las necesidades no desaparecen. Se flexibiliza el modo de subvenir a esas necesidades, pero la necesidad permanece y por tanto la tendencia también.

La libertad se juega si se mantienen las dos posturas que enuncio. Tanto hay múltiples modos de llenar las necesidades y el hombre no hace más que crear nuevas formas de atender a sus necesidades, como permanencia de un esquema de tendencias (instintivas) que nos ata a la tierra y nos permite sobrevivir como el ser biológico que somos. Conviene no olvidar ninguna de las dos cosas, porque o en un extremo tenemos una noción de ser humano sin instintos que sería un ángel inmaterial, algo que evidentemente no somos, o en el otro, seríamos un ser instintivo del que no se pueden esperar comportamientos libres, capacidad de decidir y por tanto de crear nuevas posibilidades. No olvidemos que la libertad es el abridor de las posibilidades nuevas, de la creatividad.

La libertad. El ejemplo de la caza y la jauría de perros

En esto no hay duda, y ya hemos hablado aquí,: el hombre es un animal. Su organismo 11013857_spuede ser perfectamente clasificado entre los demás animales: sus componentes, sus tejidos, sus mecanismos fisiológicos… siguen las mismas leyes de la biología que los demás, y además son similares a los de los otros animales. Por esto se puede decir sin lugar a dudas que el hombre está emparentado con los organismos animales, especialmente los mamíferos y entre estos los primates y los homínidos. Las coincidencias son tantísimas que negarlo hoy es negar una evidencia.

Sin embargo, y a la vez, las diferencias entre el comportamiento humano y el animal son también tantas que negarlas es también negar la evidencia: ningún animal hace rascacielos, ni aviones, ni televisiones, ni se mata entre sí, ni comete excesos en continuación, etc. etc. como lo hace el hombre. Las similitudes son innegables, las diferencias también.

Intentemos ir al fondo con un ejemplo del que vamos a seguir hablando en entradas posteriores.

 ¿Dónde se encuentra la diferencia de lo humano? ¿Dónde se origina ese comportamiento diferenciado que tiene tantos efectos propios? Hay una característica del comportamiento humano muy interesante que nos va a poner sobre la pista. Esa característica se podría señalar diciendo que en el hombre existe un espacio, una separación entre el estímulo y la respuesta, entre instinto y comporta­miento. Pongamos un ejemplo del comporta­miento instintivo más evolucionado. Alguna vez he podido observar la caza de una jauría de perros en la sierra de Guadarrama, donde en verano hay vacas que los campesinos dejan sueltas. Es el comportamien­to de un instinto muy desarrollado, ya que cazan en grupo y cumplen funciones diferentes: comienza la persecución y algo así como una fase de cansancio, se persigue y acorrala a vaca y ternero, que huyen tratando de conservarse juntos, a partir de un  cierto momento, cuando la vaca ya está cansada, la jauría busca separar vaca y ternero, cuando lo consiguen el grupo aguanta a la madre, mientras que uno se lleva al ternero, al final todos confluyen sobre el ternero para matarlo. Como se desprende en el grupo de caza hay una cierta comprensión del tiempo y de los demás, de la colabora­ción.

Si suponemos un grupo de hombres que cazara, las primeras veces lo harían de modo similar a los perros, pero una de las veces, por una casualidad, el ternero muere porque se ensarta con un palo. Si esto sucede a los perros, estos se tiran a comerse el ternero sin más dilaciones. En el caso del hombre es diferente, quizás uno se pregunta por qué ha muerto y ve la rama en la que se ha ensartado. En una ocasión subsiguiente quizás quiera llevar el ternero hacia un palo predispuesto: tenemos la noción de trampa. Luego se pregunta por qué no llevar el palo a cuestas… y tenemos la lanza; y entonces por qué no tirarlo a distancia: tenemos la flecha… así, sin solución de continuidad, hasta la bomba atómica, algo que S. Kubrick expresa de un modo maravilloso en 2001, una odisea del espacio, cuando después de la primera pelea entre dos homínidos, uno de estos lanza al aire la quijada que ha utilizado para matar a su adversario y en el aire esta se transforma en una nave espacial. Los significados de la escena son más, evidentemente, pero la síntesis entre el primer instrumento y el último está logradísima. Una vez iniciado el camino de hacer instrumentos, su mejora es solo cuestión de tiempo.

Nos damos cuenta enseguida de que frente a un solo comportamiento de los perros, aunque verdadera­mente flexible y sofisticado, el hombre ha generado cuatro: a la carrera de modo similar a los perros, con trampa, lanza o flecha,… y sigue creando nuevas posibilidades. Como resulta claro el instinto propiamen­te hablando desaparece, no hay pautas fijas de comportamiento: nunca hay una sola, hay muchas, creadas culturalmente. El hombre tiene sólo la tendencia, la necesidad vital sentida, el hambre y muchos modos de solucionar el problema, modos creados por el mismo hombre, creados culturalmen­te. La manera diversa de comportarse del hombre se origina en esa posibilidad de preguntarse: «¿por qué?», de volver sobre lo sucedido para ver cuál es la causa de un resultado diverso, es decir de su capacidad de reflexión.

La esfera racional, intelectual: pensamientos y palabras.

El animal, como hemos visto en entradas anteriores,  posee  una esfera instintiva y otra 15148433_spsicológica. Se podría decir que lo que diferencia al hombre/mujer es que este posee un mecanismo de desconexión entre esas dos esferas. Como hemos señalado estas dos esferas están conectadas, tanto que son las dos caras objetiva y subjetiva de las relaciones del ser vivo. Hemos dicho también que esa conexión en sus líneas tendenciales básicas (los instintos) es automática. Por mucho que se complique la respuesta en los animales superiores, parece que hay que mantener este automatismo, o si se prefiere fijeza de las respuestas para solventar las necesidades básicas del animal y los cambios o agresiones del entorno.lenguaje animales

¿En qué consiste este mecanismo de desconexión que posee el hombre? … muy fácil: en la capacidad que sólo el hombre tiene de volver sobre la propia conducta y revisarla, y nombrarla, es decir en la capacidad de reflexión. La reflexión hace que en el hombre exista un espacio, una separación entre el estímulo y la respuesta, entre instinto y comporta­miento. Como se puede comprender esta capacidad proporciona una gran flexibilidad al comportamiento humano, adaptabilidad que hemos visto como característica de lo humano. Esta capacidad es tan importante que constituye la tercera dimensión que hemos señalado: la esfera de la libertad o intelectual o espiritual.

Su manera operativa de funcionar es por el etiquetado: poner nombre. Es decir, esta esfera se distingue por su capacidad para la palabra: su centro es la palabra, la capacidad de nombrar las cosas de un modo general: árbol, que sirve para todos los árboles del planeta.

Esta capacidad de generalización es un salto, como muy bien ha visto Vygotsky, algo diverso a la esfera psicológica, igual que esta se diferencia de la esfera biológica. Aunque también hay que tener en cuenta que las 3 esferas se integran en la vida del hombre, de modo que no tiene sentido separarlas en su percepción.

A la vez hay que tener en cuenta que este es el nivel más presente en la consciencia, el que de un modo incluso invasor la ocupa, de modo que parece tener una primacía. Pero no debemos olvidar que también tiene sus dificultades y que de modo aislado trabaja en vacío y no responde a la realidad de la persona: solo funciona de un modo adecuado en la integración y precisamente como tal integración.

A lo largo de las siguientes entradas vamos a ir desglosando lo que en núcleo introducimos con esta.

Lo especifico del nivel biológico del hombre/mujer

hombre interiorDe los instintos o deseos, del nivel biológico del que estamos hablando desde hace algunas entradas, sacamos dos ideas importantes:

Primera idea. Todo el sistema tendencial instintivo está integrado en el mundo humano, el hombre lo recrea, es decir no comemos solo por hambre, sino por muchos otros motivos: podemos comer sin hambre y beber sin sed, podemos matar a un semejante solo por placer de matar. Los instintos como pauta de comporta­miento fija, automática, inevitable, donde la voluntad no entra, no existen como tal en el hombre han sido modificados por el mundo humano.

Esto significa una integración del nivel biológico en el psíquico y en el racional, de modo que forman una unidad en  la que es difícil distinguirlos. Sin embargo el nivel biológico está siempre presente y su presencia es más fuerte de lo que habitualmente admitimos.

Segunda idea. La inespecificidad (plasticidad), que provoca que nos veamos obligados a definirnos. No salimos tan definidos como las demás especies animales. Un perro es siempre perro, hemos dicho, y una rosa es siempre una rosa. Un hombre cuando nace puede ser muchas cosas, es muy plástico. Tenemos muchas posibilidades de definirnos, muchas las “obliga” el ambiente, físico o social, en que nos encontramos, otras dependen de nosotros. Podemos definir hasta como queremos el cuerpo. Simplemente ver la facilidad de los niños, en comparación con los ancianos, con el ordenador, el ambiente en el que han nacido, explica este punto. Esta característica Savater la llama: «Nootenia, que significa pues “plasticidad o disponibilidad juvenil” (los pedagogos hablan de educabilidad)».

Y puede durar hasta la vejez, de modo que ser humano es ser educable, tener capacidad de aprender. Y evidentemente no se limita a la edad anagráfica, es la edad personal. A nivel emocional lo marca la capacidad de asombro, de sorpresa, de estar abierto a la novedad. Esto implica estar abierto tanto a lo bueno como a lo malo. Esta es la grandeza de mantener viva la capacidad de sorprenderse, de abrirse a lo nuevo.

Pero como vemos ya estamos hablando del nivel psíquico, el nivel biológico se ha integrado en lo psíquico y ambos en lo racional, formando esa unidad que llamamos hombre/mujer, persona.

Ser persona por tanto es integración de los tres niveles, coherencia, y también capacidad de adaptación, plasticidad. Ser persona es necesidad de definirse. El hombre no nace definido y debe hacerlo con su vida.

Las diferencias entre el comportamiento humano y el animal

3398032_sAcabamos de afirmar en la entrada anterior que el hombre es un animal. Sin embargo las diferencias entre el comportamiento humano y el animal son también tantas que negarlas es también negar la evidencia: ningún animal hace rascacie­los, ni aviones, ni televisores, ni se mata entre sí de modo sistemático, ni hace guerras, etc. etc. como lo hace el hombre.

Si estos dos puntos: la similitud y la diferencia se tienen por asentados no extrañará que en un comportamiento concreto -el sexual- también se puedan encontrar similitudes y diferencias. Las similitudes son innegables, las diferen­cias también. Una idea de dónde surgen las diferencias en el terreno sexual nos la plantea Ortega: «Ya dijo Beaumarchais: ‘beber sin sed y amar en todo tiempo es lo único que diferencia al hombre del animal’. Esta bien, pero ¿que es preciso añadir al animal «amante» una (o dos) vez al año, para hacer de él una criatura que «ama» las cuatro estaciones? Aún quedándonos en el piso bajo de la sexualidad ¿cómo es posible que del animal, tan indolente en el amor, proceda el hombre, que se manifiesta en la materia tan superlativamente laborioso? Pronto caemos en la cuenta de que en el hombre prácticamente no existe, hablando en rigor, el instinto sexual, sino que se da casi siempre indisolublemente articulado, por lo menos con la fantasía (…) la lujuria no es un instinto, sino una creación específicamente humana -como la literatura-. En ambas el factor más importante es la imaginación».

Es decir el hombre ‘biológicamente’ es humano. Su nota distintiva, según todos los estudios actuales es la inespecificidad. Ya muchos antropólogos han notado que «el hombre es un mamífero prematuro. Gehlen destaca la dramática dificultad de la cría humana para poner a punto su aparato cinético. A los animales les bastan pocas horas o pocos días para hacerse con una escala de movimientos que, una vez montado, queda cerrada; al hombre en cambio esa tarea cuesta años. La razón está en la especialización del aparato motriz animal y en la no especializa­ción del propio hombre. Como contrapartida a esta no especialización, el hombre conseguirá una plasticidad de movimientos incomparablemente mayor que el animal» (A. Domingo Moratalla, El personalismo, 50).

La plasticidad se convierte en una caracter9153280_sística de lo humano y no se limita a la movilidad, de tal manera que, por ejemplo, un niño criado entre perros (no se puede decir «en un ambiente de perros», porque propiamente los perros no crean en torno a sí un ambiente y la expresión de hecho pasa a significar otra cosa) se comporta como un perro, mientras que un perro criado en un ambiente de niños se sigue comportando como un perro, no pasa a comportarse como un niño. Esto es lo que la psicología moderna ha descubierto y que ha popularizado el film de Truffau sobre un niño salvaje encontrado el siglo pasado en un bosque de Francia. La plasticidad es tan importante que el niño necesita un ambiente humano para humanizarse y entre animales se animaliza. Fernando Savater lo expresa del siguiente modo: «La humanidad plena no es simplemente algo biológico, una determinación genéticamente programada como la que hace alcachofas a las alcachofas y pulpos a los pulpos». Esto lo hace para indicar que, en frase de Graham Greene: «ser humano es también un deber».