Cupido y su verdad: El valor de lo erótico

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        Durante este mes de febrero que tiene en su centro el día de los enamorados, me voy a atrever a hablar del eros: la dimensión psíquica o emocional del amor y la relación sexual.

        Meterse en el eros, tratar de decir algo, o simplemente comprender algo en el mundo de lo erótico es meterse en un embrollo fenomenal. Seguro que estás de acuerdo en que no existe tema que pueda adquirir una más amplia gama de matices: desde la única ilusión de la vida, el lugar donde se realizan las expectativas, lo que da color a un mundo sin alicientes, hasta un ingrediente del consumo y la publicidad, o un elemento de la calidad de vida, o el centro de varias industrias, una, la industria del sexo, que se lleva por delante a muchas personas que, como siempre ocurre, son las más débiles, en su mayor parte del tercer mundo y otra, la industria del porno, que a pesar de todos los rechazos es una de las más pujantes y no tiene visos de desaparecer. Desde la experiencia del placer, o el único estímulo que saca de la monotonía de la vida cotidiana, o uno de los más socorridos paraísos artificiales: el lugar de las vacaciones permanentes, hasta el canal del encuentro con el otro, la sede del enamoramiento, el inicio del amor. Lo erótico tanto puede construir el amor como destruirlo, centrarnos en la persona del otro como tratar al otro como objeto, hacernos salir de nosotros mismos, como sacar toda nuestra capacidad narcisista.

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Un mundo dominado por relaciones Yo-Ello (Martín Buber)

Esta es la sexta entrada comentando el libro de Martin Buber, Yo y Tu (Caparrós Editores, Colección Esprit, Traducción de Carlos Díaz. 1998), que ha sido fundamental en mi evolución y en mi manera de comprender al hombre.

Tiempos Modernos

Tiempos Modernos

Un mundo dominado por relaciones Yo-Ello es un mundo instrumentalizado, que divide y subdivide, y no llega a unión alguna con aquello que utiliza, que se vuelve opaco para él. ¿Por qué sucede así? Sigue leyendo

La dimensión del deseo en la pareja

(Las primeras entradas sobre pareja están en el blog de Educación Emocional, desde que comencé este blog de Antropología Emocional he visto que las entradas sobre pareja y sexualidad encajan mejor en este, así que a partir de ahora he decidido publicarlas aquí y dejar Educación Emocional para su finalidad que es muy concreta).

Ya he hablado en una reciente entrada (http://wp.me/p2KddV-iP) que la relación de la pareja se establece sobre 3 ejes: identidad, vínculo y deseo. Los 3 son necesarios y los 3 deben estar presentes en una pareja para que esta sea funcional. En esta entrada me voy a centrar en el deseo.2368634_s
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Identidad y lucha por el poder en las relaciones

Dentro de la idea de persona que surge de considerar las emociones y sentimientos como parte integral de esta, quiero seguir hablando de las relaciones sociales y como nuestro sistema emocional está configurado para vivir en relación y necesita estas para desarrollarse. Hoy me quiero fijar en la relación entre relaciones e identidad.20662144_s

Es sorprendente el peso de la identidad en las relaciones y su presencia indica lo fuertemente sociales que somos: nuestra identidad tiene un recorrido existencial a través de las validaciones recibidas de otras personas.

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El mito del adulto independiente

Hay una cultura en cuyo centro se encuentra un cierto modo de entender la psicología, que considera que nuestro crecimiento, nuestro desarrollo como persona, tiene como culmen la formación de un adulto enteramente independiente. Desde este punto de vista la independencia se equipara a madurez y se constituye como el ápice del ser humano y, por tanto, cualquier desarrollo personal debe tender hacia la independencia. Independencia es entendida en el sentido de que la persona madura no depende de nadie y es capaz de afrontar la vida sin necesidad de depender de nadie.

En mi opinión estamos ante un mito, y un mito falso. Los mitos tienen valor como 12394045_sarquetipos de las configuraciones del yo y, desde este punto de vista, el mito es operativo, pero conduce a un punto, una cumbre donde estamos solos, lugar que poco tiene que ver con el ser relacional que realmente somos. Esta es mi objeción central a este mito, somos seres relacionales, tanto que al nacer, primero, somos conscientes de la relación y solo después de que posemos una identidad, así es el desarrollo del yo: el camino para llegar a una idea del yo pasa por darse cuenta de que hay otros.

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Las personas y las cosas

Esta entrada es un homenaje a Martin Buber y a su libro Yo y Tu, que me maravilló allá por el año 1985 y del que no he dejado de sacar enseñanzas.

mar-amanecer-1Hay dos prismas con los que vemos el mundo, prismas que nos hacen establecer 2 tipos de relaciones. Los dos primas son (a) ver algo/alguien como igual, como merecedor de respeto en su existencia tanto como nosotros, algo/alguien que existe en el mundo por su propio derecho, derecho que es igual a nuestro derecho a la existencia. Este prisma establece relaciones entre iguales, una relación entre dos sujetos que tienen el mismo derecho a la existencia. Esta es la relación Yo-Tu de Buber. (b) Ver a alguien/algo como portador de un interés nuestro, alguien/algo que nos interesa por cualquier motivo, pero nos interesa a nosotros. Desde este prisma ese alguien/algo no es igual a nosotros, no tiene el mismo derecho a la existencia, sino que es portador de un interés, tiene para nosotros una característica instrumental: nos sirve para algo. Esta es la relación Yo-Ello de Buber.

Quedaría (c) un tercer prisma, que también es intuitivo y emocional, que es el que descubre en algo/alguien que «es más grande que yo», no solo descubro que tiene un derecho a la existencia igual al mío, sino que «es más grande que yo», me supera, yo mismo me encuentro incluido en ese algo/alguien. Este es un descubrimiento existencial increíble. «Es algo más grande que yo, pero yo lo puedo comprender». Esto es un misterio, ya que descubro con claridad que es más grande, sin embargo yo, más pequeño, veo eso más grande; por lo tanto, de algún modo soy también grande, sino no podría ver lo que es más grande, no podría descubrir su grandeza (lo pequeño no puede abarcar lo grande), yo soy algo pequeño que abarca algo grande. Para Buber esta relación no es un prisma de relación específico, sino que se encuentra en el fondo de cualquier relación Yo-Tu verdaderamente establecida. Para mí lo que dice Buber es cierto, pero también hay «experiencias cumbre» (Maslow) que nos hacen descubrir este prisma directamente, por ejemplo, un amanecer en medio del mar mecido por las olas y viendo aparece los primeros rayos de sol del alba, que de repente iluminan los farallones de la costa que parecía lejana y que se ha acercado para reflejar el sol naciente. Un espectáculo de una belleza, que descubro más grande que yo y que yo, pequeño ser en una barca a merced de las olas, de ningún modo podría imaginar solo. La belleza es siempre algo más grande que yo.

Así, conjugando estos 3 tipos de relación,  se establece una distinción fundamental, básica de la existencia, la distinción entre sujetos y objetos. Sujetos son aquellos con los que establezco relaciones de iguales, que descubro, y lo descubro intuitiva y emocionalmente, que tienen tanto derecho a la existencia como yo. Ya no son algo, sino siempre alguien. Ojo, no me refiero solo a personas, aunque esta sea la referencia paradigmática, sino también puede ser a un árbol, un animal, una zona geográfica, el entero planeta. Veo que tiene derecho a la existencia igual al mío, y este descubrimiento pone una base de respeto, que siempre es respeto mutuo en la relación.

Objetos, cosas, son aquello que ya no es alguien, sino algo, algo que me sirve para, que tiene finalidad para mí, que pongo al servicio de mi propia existencia, incluso que en su conjunto me son necesarios para mi propia existencia. Son los medios o instrumentos que utilizo para cubrir mis necesidades.

Objetos siempre existen, necesitamos cosas para vivir y para sobrevivir como los seres animales y racionales (persona) que somos: comida, aire, libros, dinero, una casa, etc. etc. Todas las cosas tienen un aspecto utilitario para nosotros, las utilizamos, las sometemos a finalidades que no vienen en el objeto, en la cosa, sino finalidades que son nuestras, que como sujeto ponemos a las cosas. Este poner finalidad es la esencia del ser sujeto y de ser persona, y también la vía del sometimiento del mundo a nuestra finalidad propia, decidida por nosotros. Por tanto es también el comienzo del sometimiento y del vaciamiento de sentido del objeto, igual que una zanahoria, comida, deja de ser ella misma para convertirse en el sujeto que, al comerla, la ha sometido a su propia finalidad.

Por tanto, la distinción fundamental de la existencia es la que existe entre sujetos y objetos: sujetos que tienen el propio fin, objetos que no lo tienen, sino que adquieren el que el sujeto les da. En realidad las cosas, los objetos, también tienen su fin propio. Por ejemplo, un árbol, desde un cierto punto de vista es una cosa, se le puede cultivar, sacar fruto o madera, pero también tiene su fin propio: es un ser biológico, que está insertado en la ecología del planeta, tiene una naturaleza propia y si la fuerzo demasiado termino por destruirla.

El punto clave va a estar en si el sujeto, al imprimir su finalidad personal al objeto, respeta la finalidad propia de este. Esto es lo que ha pasado con la civilización de matriz occidental, y en mayor o menor medida con todas las civilizaciones, que ha tratado todo como objetos, sin respetar su finalidad propia, desconociéndola, como simples medios al servicio del hombre, y ha perdido el sentido de las cosas, su inserción en realidades más grandes, como por ejemplo tal como acabamos de indicar la ecología del planeta.

Aquí aparece la función de nuestro prisma (c): hay cosas más grandes que yo. Si no se descubre esto, se acaba no respetando el ser de los objetos, de las cosas, considerándolas solo eso, cosas, y se acaba destruyendo el mismo suelo en que el sujeto, la persona, vive. Esto es un tema global, social, pero también un tema personal: cada persona vive respetando o no el ser las cosas que utiliza, o no.

La distinción entre personas y cosas que venimos trabajando, tiene un reflejo en el lenguaje común: la que existe entre sujetos y objetos, y responde a las preguntas quién y qué muy claras en el lenguaje y también a las nociones de alguien y algo; de modo que si entra alguien en una habitación donde estamos y le hemos visto claramente y preguntamos: ¿qué ha entrado?, la pregunta resulta claramente despectiva. Nuestro punto de partida es que sujeto es el que se marca el fin por sí mismo, objeto el que no tiene fin por sí mismo, sino que es medio o instrumento. Aunque ya hemos dicho también que todo tiene un fin propio, algo es objeto en la medida en que es utilizado por alguien y este alguien tiene una finalidad propia personal que no es la del objeto.

Según esa distinción, sujetos-objetos, procedentes de las 2 actitudes básicas, Yo-Tu, martin buberYo-Ello, se generan 2 formas de actuación o tipos de conducta fundamentales en el sujeto. En la  terminología clásica una actitud ligada a un tipo de conducta que se repite, se denominaría virtud. Luego simplificando, hay dos virtudes fundamentales. La primera es la justicia para la relación con las cosas (con objetos que son medios, en tanto que son medios). La segunda es el amor para relacionarse con personas directamente (los sujetos, que tienen un fin en sí). Ambas se corresponden con lo que llamamos lógica del tener y lógica del ser. La justicia construye el tener, el amor al ser.

Así tenemos dos prismas de la existencia. Del ser y del tener, del amor y de la justicia. Aunque habría que aclarar que si no se llega a descubrir el tercer prisma, el de la existencia de algo/alguien mayor que nosotros, se puede llegar en una degradación de la persona, que pierde primero la idea del respeto del fin propio de lo que utiliza como medio, es decir, pierde la idea de justicia. Segundo, con un proceso lógico, desde ahí pierde el prisma de relación entre iguales y la persona se sitúa como centro exclusivo. En este caso este tipo de persona solo establece relaciones con cosas, es decir también «utiliza» a las personas solo como objetos o cosas.