Esta famosa tesis de Simone de Beauvoir, pareja de Jean-Paul Sartre, creo un verdadero tornado cuando apareció allá en 1949 en su best-seller, El segundo sexo. Su influencia en el feminismo y en la cultura en general ha sido, y es, enorme.
Su tesis tiene algo que no es fácil de compartir porque parece negar la mujer como dimensión biológica, es decir como hembra humana. El feminismo de la diferencia se ha encargado de hacer ver que hay algo peculiar y distinto en la mujer precisamente por ser mujer. Y en el avance cultural de libertades y respeto a las distintas idiosincrasias parece que no podemos olvidar en cada mujer el hecho de serlo. De algún modo negarlo es negar una evidencia.
Sin embargo, la tesis de Beauvoir, en el juego cultural de géneros, de hombre y mujer a lo largo de la historia cultural que ambos han recorrido juntos durante muchos milenios, acierta con un elemento clave con el que se ha entendido a la mujer. Ese recorrido cultural del ser humano, histórico y prehistórico, el hombre lo ha hecho aprovechando toda la plasticidad que la naturaleza humana permite, y es mucha porque la plasticidad de su naturaleza, su adaptación a las diversas situaciones a través de la cultura es una característica muy señalada del ser humano. Esa plasticidad le ha permitido irse adaptando a muchos hábitats diversos, hasta colonizar todo el planeta tierra.
La mujer ha recibido en las diversas culturas un papel de anclaje. Parece que la adaptación a los nuevos hábitats la realiza el hombre, mientras la mujer realiza el anclaje a la tierra, a lo que el ser humano era antes, como para no perder el propio contacto con la tierra como especie. El hombre iba a la caza y ampliaba territorios y experimentaba nuevas armas y generaba nuevas técnicas para nuevas presas, etc., mientras que la mujer se quedaba en la zona de cría, atada al desarrollo de las nuevas criaturas, realizando las tareas que permiten a la especie sobrevivir, pero no tanto desarrollarse. La mujer el papel de la tradición, el hombre el del progreso. La mujer conserva la cultura ya adquirida, el hombre desarrolla nuevas posibilidades de desarrollo y de ampliación del territorio del homo sapiens.
Simone de Beauvoir acierta con algo que no pertenece solo a su generación y a su fuertemente definido papel de la mujer en la cultura. Hay algo que recorre la historia humana y relega a la mujer a ese papel conservador, de mantenimiento, de tradición. El gran acierto de Beauvoir es poner de manifiesto que la naturaleza de la mujer es tan plástica como la del hombre, ya que en ambos se trata de la misma naturaleza humana. Provocar el cambio cultural que hace que la mujer entre en el juego de la plasticidad, y por tanto del desarrollo y de la adaptación a lo nuevo, igual que el hombre, es el objetivo del feminismo al que tan calurosamente se dedicó Simone de Beauvoir después de su obra, enfocado como una liberación de la mujer de los estereotipados roles que la cultura le asigna.
De este modo la Beauvoir no se enfrenta solo a la cultura de su momento, que define a la mujer con el papel de coqueta, cariñosa, madre y esposa, sino de algún modo a una cierta constante de la cultura humana. Se abren para la mujer espacios que estaban cerrados y hubo, como en toda revolución, ese entusiasmo de la nueva conquista, de la novedad de los terrenos recién descubiertos para la mujer. Estamos ante el primer feminismo, el feminismo de la igualdad, el que afirma que hombre y mujer podemos desempeñar los mismos papeles tanto cultural como socialmente, profesionalmente, etc.
Esto es también lo permanente de la tesis y el cambio de la nueva cultura posterior a Simone de Beauvoir: la mujer puede hacer los dos papeles, el de desarrollo y exploración y de conservación y tradición: ahora depende de la elección de cada persona, aunque aún no en todas las culturas, sino solo en aquellas, básicamente la occidental, en donde han influido las tesis de El segundo sexo.
A la vez ha abierto un gran interrogante, que Simone de Beauvoir no se plantea: ¿cuál es ahora el papel del hombre? Evidentemente, ya no posee en exclusividad el papel de explorador, porque la mujer también puede realizarlo y lo realiza francamente bien. ¿Ha avanzado y colonizado un papel conservador? ¿Dónde se sitúa una vez que ya no es imprescindible? ¿Qué piensas? ¿Crees que el hombre se encuentra de algún modo sin un rol tan bien definido como antes y se encuentra un poco perdido en la nueva cultura, al ver que su terrenos exclusivos han sido colonizados por la mujer?