Hasta ahora, en las entradas anteriores sobre libertad, tenemos establecidas dos cosas. La
primera el hombre debe elegir su comportamiento entre varias posibilidades y esto sólo lo puede hacer porque entre estímulo y respuesta hay un espacio que permite ponderar, elegir. Si el hombre que caza de nuestro ejemplo no volviese sobre lo sucedido, no crearía nunca ningún nuevo comportamiento. Ese volver sobre lo sucedido, es la pregunta sobre el porqué de la muerte del ternero, a eso le denominamos reflexión, como se puede ver, introduce un espacio en el comportamiento instintivo fijo. Estamos ante la aparición de la conciencia.
Segunda cosa que está establecida. Las diversas posibilidades, aunque con una base en las necesidades del hombre, han sido creadas por el mismo hombre en su contacto con el entorno, es decir son culturales; las aprendo por mí mismo o de lo que me enseñan los anteriores a mí. El aprendizaje es un elemento humano: el hombre puede trasmitir su experiencia, los nuevos comportamientos que ha creado. En el campo sexual esto es increíblemente claro: existen todos los comportamientos posibles, todos los comportamientos que es dado imaginar. Mientras el comportamiento sexual para los animales se atañe a pautas muy fijas, épocas del año, etc., si hacemos un poco de sociología encontramos todas las posibilidades para el hombre, más de lo que a una sola persona es dado imaginar.
Aquí aparece la noción de libertad, que es específicamente humana, ya que solamente el hombre debe elegir su conducta. También constatamos que, para llegar a poder elegir una conducta se precisa antes una ardua labor. La libertad se convierte en una conquista en los dos sentidos que estamos señalando. Primero, el hombre está sometido a todas las leyes de la necesidad, a las leyes físicas y biológicas, en ellas va edificando sus posibilidades de actuación. La libertad es posible en tanto en cuanto el hombre es capaz personalmente de establecer ese espacio entre estímulo y respuesta, si es capaz de hacer aflorar las cosas a su conciencia y así darse la posibilidad de decidir. Si ese espacio desaparece, desaparece la misma posibilidad de la libertad. La libertad así es la capacidad de sacar a la conciencia, de decidir donde cae el foco del interés, de reflexión, de ponderación, de volver sobre lo hecho y rectificar errores. Desde este punto de vista la libertad es el espacio que queda entre el yo y la conducta. El hombre es libre porque puede separarse de su conducta. El animal no se puede separar de su conducta: «el animal es su propia conducta», según una afirmación de Marx.
Puesto que en el hombre yo y conducta son separables, la persona no se identifica nunca totalmente con lo que hace, cualquiera es capaz de decir eso no es totalmente yo, lo puedo mejorar. Ahí, en la capacidad de mejorar se inicia la grandeza del hombre y también su miseria, pues puede quedar atrapado en leyes de la necesidad.
Estamos hablando de lo que se llama «libertad desde», que es un primer integrante de la libertad, que da la capacidad de decidir. El hombre no es simplemente una cabecita pensante, un espíritu separado del mundo, que incluso lo pone y que es plenamente objetivo con respecto a ese mundo, como pretenden los racionalismos. El hombre está sometido a todos las fuerzas existentes en el mundo, se encuentra, por así decir, sumergido en el cosmos del que forma parte. La conexión con el cosmos es el propio cuerpo, la propia sensibilidad, el contacto con la tierra. La libertad comienza cuando todo ese contacto, toda esa sensibilidad aflora a la conciencia. El subconsciente no es algo sencillamente negativo, es negativo cuando no lo hacemos consciente, cuando no contamos con él, cuando lo negamos, cuando pensamos que todo su contenido es negativo. Ha sido mérito de Freud precisamente en poner el subconsciente en el punto de atención. Debajo de la conciencia está ese subconsciente que nos trae y nos recuerda nuestras necesidades, nuestra conexión con la tierra, allí siguen estando los impulsos y emociones y sentimientos, aunque no les hayamos hecho caso.
Son obstáculos a esta libertad todos los condicionamientos internos del hombre: lo que hemos recluido al subconsciente, las deficiencias de educación, de control de carácter, las adiciones, etc. Es decir, no cualquier impulso, sino el impulso no aceptado no reconocido y también su estructuración deficiente, deficiente precisamente por negación.
La libertad es una fuerza vital que utiliza de modo positivo la sensibilidad, los impulsos y las emociones y sentimientos, y de ese modo establece la paz sobre todos los condicionamientos, tensiones, pulsiones, solicitaciones… y estas fuerzas son a veces tan fuertes que la libertad del hombre parece una débil nave en medio de la tormenta, siempre a punto de naufragar, pero su fuerza vital, sus deseos de vivir pueden terminar resultando la fuerza más poderosa.
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