El vínculo de un padre con su hijo

13460126_sHoy quiero hablar del vínculo padre hij@ desde un punto de vista personal, hablando de mi propio vínculo con mi hija, Noor, que ahora tiene 7 años. Después sacaré algunas consecuencias en la cultura de hoy.

El año pasado, por las circunstancias de mi trabajo, tenía mucho tiempo para ella e iba a llevarla y a buscarla al colegio, la llevaba al médico y la cuidaba cuando estaba enferma, estaba con ella en casa cuando era necesario, en resumen, estaba mucho tiempo con ella. Este año mis circunstancias han variado y bastantes de esas cosas ya no puedo hacerlas y su madre va a buscarla al salir de la escuela, etc.

Por supuesto Noor ha notado el cambio y me ha hecho preguntas como: cuando me ponga malita, ¿no te vas a quedar conmigo papá?

Por mi parte ha habido un hecho, que se ha repetido varias veces, que me ha hecho consciente de que mi vínculo con ella es enorme. Algunos días la dejo para el desayuno en la escuela a las 8 de la mañana. A Noor le ha costado quedarse y se pone triste y me dice que no me vaya. Uno de los días, una vez dentro, se asomó a una reja desde la que se ve la calle por la que me alejo y me gritó “papá” y comenzó a hacer gestos de adiós. A mí se me hizo un nudo en la garganta y unas enormes ganas de llorar. Verla allí despidiéndose me hace sentir que me dejo algo muy profundo, muy de dentro de mi vida. Un sentimiento hondo que me sorprende mucho y que me da la impresión que se extiende por todas mis tripas.

Ese es mi vínculo padre-hija, y sé que por ella voy a hacer cualquier cosa, que voy a hacer lo posible para que sea feliz, para que consiga sus metas, … También sé que quiero estar con ella: es un sentimiento de tristeza, de pérdida por verla que se queda y que yo me tengo que ir.


El vínculo con una hija o hijo nos afecta muy profundamente y se clava en todo nuestras tripas y en nuestro ser, de tal modo que ya no entendemos la vida sin ella/él


carolina2Esto me ha hecho consciente de que a ella le está afectando el cambio… y a mí también y mucho más profundamente de lo que soy capaz de expresar en este momento.

Ahora mis consideraciones: Uno de los elementos culturales de mayor calado y con mayores consecuencias es la progresiva importancia social que está adquiriendo el vínculo entre padre e hijas e hijos. Sin embargo, en mi opinión es algo que está en nuestro ADN en sentido literal: el sistema emocional está diseñado para generar un fuerte vínculo entre padre e hij@. Las limitaciones a este vínculo son y han sido culturales. Sus consecuencias de este cambio en la cultura son incalculables.


Hasta hace muy poco, el vínculo padre e hij@ estaba muy desvaído porque la cultura determinaba que figura del padre estaba básicamente fuera del hogar.


En la cultura previa a la postmodernidad, el vínculo padre e hij@ estaba muy desvaído porque la cultura determinaba que figura del padre estaba básicamente fuera del hogar, en el trabajo, y la relación con los hijos y su educación era tarea de las madres. Además, en todos los primeros trabajos sobre el vínculo y la relación paterno-filial y materno-filial, el acento estaba puesto en la madre y en lo necesario de la relación afectiva que crea con el recién nacido. En ese mismo contexto se han enmarcado los estudios sobre el apego, que sin embargo han posibilitado una visión más completa, al hablar de figura significativa, que puede ser en principio además de la madre, por supuesto el padre, e incluso otra persona.

Esta es mi conclusión: lo que es nuevo es la valoración cultural de este vínculo, el vínculo de los padres con sus hijas e hijos está ahí. Es muy importante cuidarlo, valorarlo y cuidarlo. Muchos cambios positivos de la sociedad vienen detrás. Por ejemplo, he visto, fundada por un padre, una escuela para el cuidado de las hijas. Cada vez hay más padres, separados de sus parejas o por otros motivos que se hacen cargo de una hija: por supuesto que es función del padre peinar, ayudar a comprar ropa, etc. todas esas funciones que se denominaban femeninas de las que los hombres estaban excluidos. Ahora no, ahora los padres con hijas se interesan por ellas, porque interesan a sus hijas.


Si estás de acuerdo con esta opinión que expreso me encantaría que comentaras con tu experiencia para enriquecer la mía y la de todos los que lean esta entrada.

Desde el pudor… ¿qué efecto tienen y cómo son las relaciones sexuales?

Hemos visto que el centro del pudor sexual está la protección frente a una mirada objetivante que convierte al otro, mejor a sus signos sexuales en objeto de placer. Por parte del hombre, este no debe temer la sensualidad de la mujer, como esta teme la del hombre. Hoy hay un fuerte impulso cultural que está cambiando estos roles, que podríamos llamar activo y pasivo, en el inicial conocimiento, digamos, entre macho y hembra, a pesar de eso la afirmación de la mayor sensualidad del hombre, de una mayor capacidad de objetivación en la mirada del hombre, sigue en pie: son los hombres los que buscan la pornografía más que las mujeres, son las mujeres las que tienen miedo de ir por un parque en la oscuridad, etc. Seguramente hay elementos biológicos-psicológicos profundos en esta diferencia de mirada.

15870774_s

Sigue leyendo

El Adorno humaniza

                El ser humano es un palabra que se expresa, y se expresa con todo lo que hace. El ser humano tiene una necesidad en lo más profundo de expresarse y uno de esos modos de expresión es el adorno. Expresamos muchas cosas con el adorno. Adorno y significado están ligados. El adorno está vinculado a nuestra capacidad racional de poner nombre a las cosas, de descubrir su espíritu o su esencia, en este caso su belleza.

hospital infantil

Sigue leyendo

Vestido, pudor e identidad personal

Vamos a detenernos en el hecho del vestido. El vestido tiene varias funciones: protección 17202040_sdel frio, pudor, adorno, etc. Conviene darse cuenta que el hecho del vestido, el hecho de cubrir o adornar el cuerpo, es un hecho absolutamente transcultural en el homo sapiens, se da en todas las culturas, no existe ninguna raza ni cultura en el que no se manifieste de algún modo. Además apunta a una peculiaridad del homo sapiens entre los mamíferos. En general estos tienen pelo que les cubre todo el cuerpo, mientras el homo sapiens es el mono desnudo, utilizando el título del famoso libro de Desmond Morris. Entre esas varias funciones del vestido vamos a fijarnos en la del pudor, partiendo de que se puede afirmar de partida que es un hecho generalizable, ya que la función de pudor del cuerpo es también generalizable, como hemos visto ya en las 2 entradas anteriores..

Así pues, el pudor del cuerpo tiene una relación con el vestido. En relación con el pudor, el vestido puede servir tanto para ocultar las partes y órganos relacionados con el sexo, como para ponerlas en evidencia. El pudor no se identifica de manera sencilla con mayor vestido (aunque si hay una correlación), ni el impudor con la desnudez (tenemos el ej. de esas tribus de la zona tropical que llevan caracteres sexuales descubiertos, por motivo del clima, y el taparlas origina la reacción de una mayor atracción física, algo que ocurre también en otras culturas). Hay un ejemplo sencillo que puede servir para entender el fenómeno del ocultar los elementos sexuales, el bikini. El top del bikini tanto sirve para ocultar los pechos como para darles color, lo que provoca que a veces se puedan ver a mayor distancia.

Del mismo modo que el pudor en general, el pudor sexual lleva a ocultar, en este caso los valores sexuales a la observación de personas con las que no se comparte esa intimidad. El pudor sexual se va descubriendo a medida que las partes sexuales se constituyen en la conciencia de la persona como objeto de atracción y, en su fondo, de placer, y trata de evitar que el extraño pueda considerarlos así. Mientras no se da esta aparición en la conciencia del objeto sexual como atractivo, no aparece el pudor sexual. Luego el pudor, o el impudor, tiene más que ver con la persona que lo experimenta que con el objeto en sí mismo. El pudor tiene, por tanto, una dimensión subjetiva y cultural: depende de la persona y de la educación recibida. Depender de cada persona quiere decir que no reaccionamos igual ante los valores sexuales y nuestro modo de hacerlo constituye una parte importante de nuestro estilo personal. Depender del entorno cultural, quiere decir que depende de lo aprendido en cada cultura y en cada generación, basta pensar en los modos de vestir en 1900 y ahora, por ejemplo, para darse cuenta que la sensibilidad a lo sexual ha variado y muy radicalmente con el tiempo.

Por encima de las variaciones, marcadas por moda, tiempo, educación, situación (en la playa o en la iglesia, por poner dos ejemplos extremos) siempre hay esta realidad subyacente: la persona se resiste ante extraños a ser considerada un objeto de placer; o no se resiste, es decir quiere ser considerada un objeto de placer. Las partes sexuales del cuerpo vienen en este último caso puestas en evidencia y el acercamiento tiene componentes explícitamente sexuales.

De todos modos hay que advertir que lo dicho en el párrafo anterior son dos extremos: no ser considerado objeto de placer o ser considerado objeto de placer. La realidad está en el intermedio, la persona en su presentación modula cuanto quiere introducir en su presencia ante las demás personas los valores sexuales que ostenta. Hay personas que en su presencia incluyen de modo evidente y casi provocativo los valores sexuales, hay personas que los tapan de un modo casi total, hay personas en el medio de estos dos extremos. La realidad es también que los valores sexuales están ahí y aún en el hecho de ocultarlos hay también un mostrarlos.

12590532_s«Con el pudor el ser humano manifiesta casi ‘instintivamente’ la necesidad de la afirmación y de la aceptación de su ‘yo’ según su justo valor. Lo experimenta al mismo tiempo tanto dentro de sí mismo, como hacia el exterior, en frente al otro. Se puede por esto decir que el pudor es una experiencia compleja en el sentido de que, casi alejando un ser humano de otro, busca a la vez su acercamiento personal, creando una base y un nivel idóneo para este acercamiento» (Karol Wojtyla, Uomo e donna lo creo, 68).

Con el pudor sexual el homo sapiens regula la entrada en lo social, en el mundo de la relación, de los valores sexuales, de un modo que varía por personas y culturas. Como si lo sexual fuese una fuerza excesivamente fuerte en su conciencia para mostrarse sin más y necesita ser velada, medio ocultada o destacada. De este modo lo sexual es un lenguaje que ocupa un centro en las relaciones del homo sapiens, el valor que decide ocultar u ofrecer, aquello que de un modo instintivo está considerando como lo más importante por las personas en las relaciones que establece con los demás miembros de su especie.

Añadimos un elemento más. Se puede decir que lo significativo no es la desnudez sin más, sino el desnudarse en actitud de ofrecimiento. El cuerpo es siempre un lenguaje. Por esto no hay impudor, por ejemplo en desnudarse ante el médico: no hay ofrecimiento ninguno. Recuerdo algo que me contó un médico: un colega le llamó para que echase un vistazo a una paciente. Es algo común cuando hay dificultades de diagnóstico, pero en este caso mi amigo se extrañó, porque no parecía existir esa necesidad y más tarde interpeló al colega: ¿qué problema tenías? Este contestó: Problema ninguno, solo quería que valoraras!!! … y aquí se refirió a las partes sexuales de la mujer. Mi amigo se indignó ante la violación de la intimidad de una mujer que no había ofrecido nada.

Se puede pensar que el impudor es ofrecimiento y el pudor no-ofrecimiento. La realidad sin embargo es algo más profunda. El efecto del pudor, al velar los valores sexuales, es plantear las relaciones en un nivel más general. Es decir, el pudor  impide que lo primero ofrecido por el lenguaje corporal sea lo sexual. Limita el terreno del ofrecimiento de los valores sexuales y esa limitación posibilita que las relaciones consideren a la persona en su conjunto, con todos sus valores.

El lenguaje del pudor sexual es necesario para las relaciones sociales en general, y también en la relación de pareja, porque la persona en pareja también “necesita” ser aceptada en cuanto tal, es decir, en el nivel global de su vida y no solo en cuanto valor sexual. Desde este punto de vista, la relación de pareja es aquella en que pudor e impudor desaparecen: la persona con sus valores sexuales explícitos, la persona desnuda es la que establece la relación. Desde este punto de vista la relación de pareja, no solo una relación con contenido sexual, es la relación más profunda pues es la única que realmente comprende todos los ámbitos posibles de relación de la persona. Además es la relación que se establece superando todos los miedos, la que nos deja inermes ante los demás.

La ostentación de los valores sexuales podríamos decir que es una oferta de comunicación que apunta a lo sexual, de un modo prioritario. Sin embargo hay que tener en cuenta que las relaciones sexuales en cuanto tales no establecen la igualdad entre las personas. Esto es tan cierto que las relaciones sexuales se pueden establecer como relación económica: sexo por dinero. Quizá es el miedo a esta utilización económica de la persona la que nos lleva a velar la dimensión sexual en las relaciones sociales: nos da miedo su fuerza y su capacidad de establecerse como relaciones Yo-Ello, y no solo como relaciones Yo-tu, siguiendo la terminología de Martin Buber.

Como resumen, se puede decir, por tanto, que el sexo es ofrecimiento. Es muy importante darse cuenta de esto, porque entonces es un lenguaje. El gesto externo que ofrece la sexualidad puede significar dos cosas diferentes: abrirse a la otra persona para darle la propia intimidad, es decir, crear la relación personal más profunda que hay u ofrecerle solo valores sexuales, solo sexo. Es decir, el lenguaje de la sexualidad se sitúa a dos niveles: a compartir intimidad, la intimidad personal de dos personas, o a compartir sexo. Esto se ve claramente en la pirámide de las necesidades de A. Maslow, el sexo se puede considerar una necesidad básica similar a comer, beber, dormir o respirar o se considera una necesidad que se encuentra en el nivel de pertenencia: la que establece las relaciones de pertenencia más básicas: el padre, la madre, los hermanos, la familia. Esta es la ambigüedad permanente del sexo,  o mejor su doble posibilidad, que se encuentra continuamente presente en la conciencia de las personas.