Aprendemos más por contagio emocional que por interés intelectual

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Es un tema de todos sabido que el interés social por un tema depende de que haya acontecimientos notorios relacionados con ese tema. Por ejemplo, los éxitos de la gimnasta Simone Biles en las Olimpiadas de Río ha hecho crecer el interés en la gimnasia artística y montones de niñas a lo largo y ancho del planeta quieren ser gimnastas. Eso ocurre con el futbol todos los días, donde niños de todo el mundo quieren ser como Messi o Cristiano Ronaldo. Hace ya muchos años, en los años sesenta el tenis se popularizó en España debido a los éxitos de Manolo Santana.

Y no solo ocurre en el deporte, ocurre en todos los ámbitos. Hay un interés en la criminología debido al éxito de series como C.S.I. y en política debido a las crisis y las injusticias que han sacudido España. Incluso en lo negativo la influencia del contagio es notoria y basta un asesinato de género y su repercusión en los medios, para que se produzcan otros como en ramillete.

El interés tiene una base emocional y está sometido a un fuerte contagio social. Todos queremos ser como las personas que admiramos. La admiración, buscar modelos, algo necesario para el desarrollo personal, es también la puerta de entrada de los temas que nos van a interesar. No podemos olvidar que la admiración es uno de los sentimientos que integran el enamoramiento y que este es nuestro principal modo de abrir nuestro mundo.


En el interés que despierta e introduce el aprendizaje, hay un componente de emulación, que suscita un interés emocional inicial y que permite entrar a la persona en nuevas zonas, explorar.


En el aprendizaje, en el interés que despierta e introduce el aprendizaje, hay un componente de emulación, que suscita un interés emocional inicial y que permite entrar a la persona en nuevas zonas, explorar e ilusionarse con lo nuevo. Hay que enseñar a reconocer las propias emociones y sentimientos, a identificar los contagios emocionales, hay que enseñar a ser libre.

Sin embargo, este aspecto no lo utiliza la educación a pesar de lo importante que es. La educación se desarrolla con sus programas, sus materias troncales, sus optativas, sus programas… y corre paralelo al desarrollo emocional de las personas, sin tocarlo, como una senda paralela a la vida de las personas, que es siempre emocional. Educación y desarrollo personal e influencias emocionales corren por caminos paralelos que no se tocan, y no sabemos dónde están los puntos de encuentro.

La educación deja el desarrollo emocional, las influencias, los contagios a un lado y sigue impertérrita su camino. Lo más que se plantea es qué hacer para que las emociones empujen el aprendizaje, pero el aprendizaje es el mismo de siempre, tiene los mismos programas y las mismas materias de siempre, los mismos modos de hacer que hace décadas. La escuela no es flexible, enseña cuentas, números y letras, enseña lengua y matemáticas, a lo más le suma geografía y biología, vaya por donde vaya el interés emocional de sus alumnos, no se desvía del camino.  Solo unos pocos docentes innovadores comienzan a buscar la interdisciplinariedad, a ver el modo de acercar a la vida e aprendizaje. Aunque esto mismo ya traiciona la rigidez del sistema: ¿acercar a la vida? Si es a vivir a lo que se debería enseñar, el sistema ya acepta que sus enseñanzas están lejos de la vida.


Acercar a la vida e aprendizaje. Aunque esto mismo traiciona la rigidez del sistema: ¿acercar a la vida? Si es a vivir a lo que se debería enseñar, el sistema ya acepta que sus enseñanzas están lejos de la vida.


Mi pregunta es si esto debe ser así o la escuela debe cambiar. Qué y sobre todo cómo hay que enseñar en la escuela. Atreverse a cambiarlo el gran reto social.

Doctor Zhivago: el enamoramiento es más fuerte que la revolución

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Doctor Zhivago es una novela que Borís Pasternak consiguió publicar en 1957 en la URSS aprovechando la pequeña apertura que provoco el fallecimiento de Stalin y la llegada de Nikita Krushchov en 1957 y que le valió el Premio Nobel de Literatura. Gracias a ese pasaporte representó un inicio de apertura en el régimen. De la novela surgió una película con el mismo título dirigida por David Lean y protagonizada por Omar Sharif.  La película obtuvo cinco premios Óscar y un éxito mundial.

El argumento sigue a una pareja de enamorados en plena revolución bolchevique en octubre del 1917. Y realmente sorprende que la novela viese la luz porque es una crítica no explícita a la revolución, y no por ser velada deja de ser menos fuerte. La fuerza de la trama es precisamente que el amor es más fuerte que la revolución. Seguro que estás de acuerdo con el hecho, pero es la primera vez que se dice alto y claro.

En medio de los acontecimientos de la revolución comunista que debía cambiar el mundo llegando hasta las últimas esquinas del planeta, dos personas no tienen ojos más que uno para el otro. Esto conecta con el corazón de las personas, al menos con el mío y da mucha seguridad. Además da la razón a Freud que afirma que el amor está fuera de las sugestiones de la masa y de los fenómenos colectivos (Psicología de las masas, Alianza Editorial 2008). La película lo pone explícitamente de relieve porque en medio de los acontecimientos de masa que incluyen a millones de personas lo único que permite escaparse de la vorágine es el amor y en concreto el enamoramiento.

La psicología de las masas se basa en un elemento clave que es la admiración al líder. En el caso de la revolución comunista, Lenin. La admiración a Lenin es un elemento imprescindible para el movimiento. La admiración es una captación de la atención. Para que el fenómeno de masas se produzca es preciso que haya un líder al que todos admiren. Los casos de Rusia y de Alemania algunos años después con Hitler son paradigmáticos.

El enamoramiento tiene la admiración como uno de los sentimientos integrantes. La admiración hace que la atención quede prendida en la persona que se admira. Tiene además un aspecto de sumisión: se está dispuesto a hacer cualquier cosa por esa persona. No todas las emociones sitúan en una relación de sumisión, la alegría por ejemplo nos hace iguales y el enfado nos sitúa en situación de dominio. De hecho hay un antiguo rechazo cultural a la admiración que seguro has oído, dice algo como: «mira el niño con la boca abierta, está embobado».

La admiración es de la familia de la sorpresa como emoción básica. Esta es la emoción que nos abre a lo nuevo. Esa apertura tiene un aspecto de sumisión. Estar abierto es dejar que el objeto que se admira pueda entrar y pueda generar el cambio que es precisamente lo que admiramos.

Además, y sigo a Ortega, como en otras entradas sobre el enamoramiento, el encantamiento es también un sentimiento del enamoramiento. Por el encantamiento la persona queda captada, prendida en el otro. No sé qué te parecerá, pero estarás de acuerdo que estar enamorado deja a merced del otro.

El resultado de ambos sentimientos es que el enamorado está captado por la persona amada o más en general para el objeto amado. El enamorado solo tiene ojos para su amada. Esto tiene el efecto que los demás objetos pierden interés.

No se puede estar admirando dos objetos a la vez. La admiración por la persona amada mitiga e incluso en su extremo puede llegar a anular otras admiraciones. En el caso de Doctor Zhivago saca mentalmente a los protagonistas de la revolución, les enfoca uno en el otro, y al hacerlo la revolución es relativizada. Su enamoramiento introduce distancia con la revolución.

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En los fenómenos de contagio colectivo se produce una disminución de la capacidad racional conforme se incrementa ese contagio. Si hay un enamoramiento la sugestión del fenómeno se atenúa y no tiene su efecto. Curiosamente los enamorados pueden ser críticos con la revolución.

En sentido contrario los fenómenos de sugestión por un líder tienen coincidencias con el enamoramiento y pugnan por poner sentido a la vida. El enamoramiento otorga sentido a la vida: estar con el amado. Los fenómenos de contagio colectivo deben también acabar en acción, en un sentido. Evidentemente en el enamorado los dos sentidos colisionan. Esto en la película se ve muy claro porque la revolución es una propuesta de futuro, una utopía hacia la que ir. Los enamorados que ahora quieren estar juntos pierden interés en ese seguir la utopía.

Frente a los grandes ideales de la revolución se presenta el pequeño y concreto ideal de la pareja de vivir juntos. Ambos ideales pugnan entre sí, la utopía contra el amor. El drama de la novela y la película está precisamente en esta pugna. Por esto precisamente la novela tiene ese sesgo crítico frente a la revolución.

Para Freud «el sexo solo no elimina la sugestión del grupo» (p.80). El sexo otorga el mismo valor a los objetos sexuales, por eso es compatible con la revolución. Enamorarse es precisamente valorar la diferencia de una persona, por ello se quiere estar con ella y con nadie más. «Estar enamorado significa valorar desmesuradamente la diferencia entre una mujer y otra» dice con su sorna habitual George Bernard Shaw (citado por Freud, p.80). Sexo y enamoramiento no son lo mismo y aquí puedes verlo claro.

Resumo la admiración del enamoramiento es incompatible con otras, y el enamoramiento pone el sentido prioritario de la vida, los demás deberán subordinarse a este. El enamoramiento es más fuerte que los fenómenos de contagio colectivo. Los fenómenos de contagio colectivo tienen algo de enamoramiento.

El mensaje de que el enamoramiento rompe todos los límites y barreras culturales, de raza, de religión, de clase social, es una constante del cine. Seguro que conoces ejemplos. Pero, ¿se da ese mismo fenómeno entre la gente real que conoces? Las parejas que conoces, ¿rompen límites sociales, culturales, de religión? o en tu opinión se arriesga poco porque a medio plazo esas diferencias afloran y afectan a la convivencia de la pareja, a la educación de los hijos?

La película tiene ahora ya 50 años y te resultará algo lenta y en ciertos momentos pesada, pero espero haberte animado a ver ese mensaje que a mi entender merece la pena. Ya me dejarás aquí tu opinión.

El contagio emocional en los atentados de París de noviembre de 2015.

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Llevo un tiempo muy interesado en el contagio emocional de una multitud, es algo que me intriga el ver como las emociones se contagian, como el ser humano tiene esa capacidad para conectar con las emociones y los fenómenos sociales que se producen. Así que quiero escribir sobre los fenómenos de contagio emocional que se están produciendo en la comunicación del terrorismo tras los hechos de noviembre en París y antes en enero con los asesinatos de Charlie Hebdo. Ese contagio está influyendo notablemente en la vida política y social de la aldea global en la que vivimos. Para ello voy a tomar el punto de partida en Sigmund Freud (Psicología de las masas, Alianza Editorial 2008), y su visión de los fenómenos de contagio emocional de multitudes.

Para Freud, el hombre libre es el individuo y la masa condiciona fuertemente la libertad de los individuos. Por efecto de su inclusión en la masa un individuo encuentra que «su afectividad se ve extraordinariamente intensificada y, en cambio, notablemente limitada su actividad intelectual». Ambos procesos tienden a igualar al individuo con los demás de la multitud, formando precisamente la masa como conjunto indistinto de elementos que actúa como unidad.

Es conocida la visión negativa de la vida emocional de Freud, quien dedicó muy poco espacio al estudio de las emociones. En mi opinión efectivamente se produce ese incremento de la carga emocional que señala Freud, con el efecto de que el espacio entre emoción y conducta se limita e incluso desaparece, y sin ese espacio, que es el espacio de la reflexión, desaparece la libertad. La libertad humana tal como la entendemos es precisamente la capacidad de introducir un espacio entre el estímulo (su impacto somático, tanto instintos como emociones) y la conducta, la respuesta que se da a ese estímulo. Es decir hay libertad cuando hay disociación de la emoción en alguna medida. En una situación de asociación íntegra con la emoción no hay espacio para la intervención de la corteza cerebral. Producir ese espacio de disociación es la función del autocontrol.

Estos días los fenómenos de contagio emocional de masa, impulsados de forma viral por los medios de comunicación y las redes sociales, se ha producido el fenómeno de la asociación total de la masa con la emoción con la lógica consecuencia de que ha desaparecido el espacio de la reflexión. Los hechos aparecen ya integrados con la respuesta en un paquete que el individuo no puede separar, ni por tanto reflexionar sobre él para elegir la respuesta más adecuada. La masa se encuentra enteramente asociada con la emoción producida. En situaciones de asociación con la emoción tan fuerte como los que se han producido desaparece el autocontrol, o por decirlo con mayor precisión, el autocontrol no es capaz de intervenir.

El autocontrol en la masa son los elementos de reflexión crítica que pueden alcanzar a esta. En nuestro caso cuando hablamos del conjunto de la sociedad, además no restringida a un país, sino desbordando ampliamente las fronteras, es instancia capaz de introducir alguna disociación que permita una crítica serían las instancias políticas y los medios de comunicación. Sin embargo, estos dos elementos han resultado también asociados con la emoción, especialmente los políticos. El paquete emoción-respuesta que se ha producido es tan fuerte que no es posible poner objeciones, la masa se ha compactado en un patrón que unifica sólidamente impacto sensorial (visual-auditivo), emociones, sentimientos y respuesta. Como es un paquete sólido, queda en visión de los atentados – respuesta. La visión unificada la ofrecen sobre todo los medios de comunicación. La respuesta es unificada por la instancia política. Solamente voces individuales han ofrecido alguna opinión discordante con la unificación generalizada a través de las redes sociales.

Freud ofrece un modo de evitar esa disminución del nivel intelectual que se produce al integrarse una colectividad que consiste en «quitar a la multitud la solución de los problemas intelectuales, para confiarla a los individuos».  En estos casos de fenómenos virales de comunicación tan fuertes como los que se han producido, la solución sería pasar la respuesta que hay que dar a los acontecimientos a través de una consulta democrática a los ciudadanos. De ese modo sería al menos posible a cada ciudadano la reflexión necesaria para tomar un camino razonable, tanto más cuando las decisiones pueden condicionar fuertemente tanto la vida política como social, no solo de la entera de la Unión Europea, sino también de otras zonas del mundo, señaladamente Oriente Medio.

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Es interesante que Freud apunte a una solución tan fuertemente democrática, mientras que 100 años después de su escrito esa consulta no se ha planteado en modo alguno, es más se evita, al menos en España, que ha postergado sus decisiones de cooperación militar a después de las elecciones, escamoteando claramente un tema tan importante, a los ciudadanos llamados a opinar sobre la política de su gobierno. Ni en Francia ni en otros países se ha hecho consulta alguna. Hechos que constatan de nuevo que la fuerte asociación con la carga emocional del miedo está impidiendo decisiones racionales.

Precisamente por no producirse ese espacio entre estímulo y respuesta, y producirse una asociación íntegra entre emoción y respuesta, la gestión de los acontecimientos se convierte en exclusivamente emocional. No son necesarios por tanto los elementos de análisis racional: las decisiones se presentan empaquetadas e ineludibles. En todo esto la visión de Freud resulta certera. «La multitud es extraordinariamente influenciable y crédula» y también «las multitudes llegan rápidamente al extremo» (p.15). En el caso actual se acepta la única solución propuesta: la guerra.

Freud continúa con observaciones que parecen hechas actualmente: «Naturalmente inclinada a todos los excesos, la multitud no reacciona sino a estímulos muy intensos. Para influir sobre ella es inútil argumentar lógicamente. En cambio será preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez las mismas cosas». Frases con las que Freud parece conocer con un siglo de antelación la sociedad de la comunicación en que vivimos.

También hace la observación de que la multitud se vuelve «cruel e intolerante con los que están fuera» (p.37). En los acontecimientos actuales esto se ve porque quienes disienten son vistos con extrema desconfianza, y en muchos casos rechazados y tachados de partidarios de los asesinos y cosas parecidas. Algo que se debe precisamente al hecho de que no hay separación entre la emoción, el terror propagado, y la respuesta. Se actúa en una situación de pánico, emoción que evita el paso por la corteza cerebral para conseguir respuestas rapidísimas. En un individuo esto se produce así porque el sistema emocional detecta un peligro para la supervivencia y decide actuar evitando a la razón.

En un sistema de masa se produce por los mismos motivos: el terror generado lleva a percibir en peligro la propia supervivencia. La situación emocional producida es tan intensa que quien individualmente intenta introducir ese espacio de disociación, lo que significa controlar el miedo, es visto emocionalmente como alimentador del terror. Evidentemente los individuos que intentan introducir el espacio es porque poseen elementos de disociación que les permiten hacerlo, cercanías afectivas por ejemplo con movimientos de derechos humanos, causas árabes, daños en las guerras, etc.

Lógicamente se deduce que en la crisis provocada por el terrorismo, la función de los políticos y los medios de comunicación es clave, si pierden la necesaria distancia crítica, si actúan asociados a la emoción es muy posible que nos veamos abocados a soluciones no racionales, tomadas como recoge la expresión común: al calor de los acontecimientos.

Creo que como un primer acercamiento al tema es suficiente. Volveré en otras entradas sobre los fenómenos emocionales de la sociedad porque se trata de un tema de un inmenso interés y de aún mayor importancia.