El contagio emocional en los atentados de París de noviembre de 2015.

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Llevo un tiempo muy interesado en el contagio emocional de una multitud, es algo que me intriga el ver como las emociones se contagian, como el ser humano tiene esa capacidad para conectar con las emociones y los fenómenos sociales que se producen. Así que quiero escribir sobre los fenómenos de contagio emocional que se están produciendo en la comunicación del terrorismo tras los hechos de noviembre en París y antes en enero con los asesinatos de Charlie Hebdo. Ese contagio está influyendo notablemente en la vida política y social de la aldea global en la que vivimos. Para ello voy a tomar el punto de partida en Sigmund Freud (Psicología de las masas, Alianza Editorial 2008), y su visión de los fenómenos de contagio emocional de multitudes.

Para Freud, el hombre libre es el individuo y la masa condiciona fuertemente la libertad de los individuos. Por efecto de su inclusión en la masa un individuo encuentra que «su afectividad se ve extraordinariamente intensificada y, en cambio, notablemente limitada su actividad intelectual». Ambos procesos tienden a igualar al individuo con los demás de la multitud, formando precisamente la masa como conjunto indistinto de elementos que actúa como unidad.

Es conocida la visión negativa de la vida emocional de Freud, quien dedicó muy poco espacio al estudio de las emociones. En mi opinión efectivamente se produce ese incremento de la carga emocional que señala Freud, con el efecto de que el espacio entre emoción y conducta se limita e incluso desaparece, y sin ese espacio, que es el espacio de la reflexión, desaparece la libertad. La libertad humana tal como la entendemos es precisamente la capacidad de introducir un espacio entre el estímulo (su impacto somático, tanto instintos como emociones) y la conducta, la respuesta que se da a ese estímulo. Es decir hay libertad cuando hay disociación de la emoción en alguna medida. En una situación de asociación íntegra con la emoción no hay espacio para la intervención de la corteza cerebral. Producir ese espacio de disociación es la función del autocontrol.

Estos días los fenómenos de contagio emocional de masa, impulsados de forma viral por los medios de comunicación y las redes sociales, se ha producido el fenómeno de la asociación total de la masa con la emoción con la lógica consecuencia de que ha desaparecido el espacio de la reflexión. Los hechos aparecen ya integrados con la respuesta en un paquete que el individuo no puede separar, ni por tanto reflexionar sobre él para elegir la respuesta más adecuada. La masa se encuentra enteramente asociada con la emoción producida. En situaciones de asociación con la emoción tan fuerte como los que se han producido desaparece el autocontrol, o por decirlo con mayor precisión, el autocontrol no es capaz de intervenir.

El autocontrol en la masa son los elementos de reflexión crítica que pueden alcanzar a esta. En nuestro caso cuando hablamos del conjunto de la sociedad, además no restringida a un país, sino desbordando ampliamente las fronteras, es instancia capaz de introducir alguna disociación que permita una crítica serían las instancias políticas y los medios de comunicación. Sin embargo, estos dos elementos han resultado también asociados con la emoción, especialmente los políticos. El paquete emoción-respuesta que se ha producido es tan fuerte que no es posible poner objeciones, la masa se ha compactado en un patrón que unifica sólidamente impacto sensorial (visual-auditivo), emociones, sentimientos y respuesta. Como es un paquete sólido, queda en visión de los atentados – respuesta. La visión unificada la ofrecen sobre todo los medios de comunicación. La respuesta es unificada por la instancia política. Solamente voces individuales han ofrecido alguna opinión discordante con la unificación generalizada a través de las redes sociales.

Freud ofrece un modo de evitar esa disminución del nivel intelectual que se produce al integrarse una colectividad que consiste en «quitar a la multitud la solución de los problemas intelectuales, para confiarla a los individuos».  En estos casos de fenómenos virales de comunicación tan fuertes como los que se han producido, la solución sería pasar la respuesta que hay que dar a los acontecimientos a través de una consulta democrática a los ciudadanos. De ese modo sería al menos posible a cada ciudadano la reflexión necesaria para tomar un camino razonable, tanto más cuando las decisiones pueden condicionar fuertemente tanto la vida política como social, no solo de la entera de la Unión Europea, sino también de otras zonas del mundo, señaladamente Oriente Medio.

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Es interesante que Freud apunte a una solución tan fuertemente democrática, mientras que 100 años después de su escrito esa consulta no se ha planteado en modo alguno, es más se evita, al menos en España, que ha postergado sus decisiones de cooperación militar a después de las elecciones, escamoteando claramente un tema tan importante, a los ciudadanos llamados a opinar sobre la política de su gobierno. Ni en Francia ni en otros países se ha hecho consulta alguna. Hechos que constatan de nuevo que la fuerte asociación con la carga emocional del miedo está impidiendo decisiones racionales.

Precisamente por no producirse ese espacio entre estímulo y respuesta, y producirse una asociación íntegra entre emoción y respuesta, la gestión de los acontecimientos se convierte en exclusivamente emocional. No son necesarios por tanto los elementos de análisis racional: las decisiones se presentan empaquetadas e ineludibles. En todo esto la visión de Freud resulta certera. «La multitud es extraordinariamente influenciable y crédula» y también «las multitudes llegan rápidamente al extremo» (p.15). En el caso actual se acepta la única solución propuesta: la guerra.

Freud continúa con observaciones que parecen hechas actualmente: «Naturalmente inclinada a todos los excesos, la multitud no reacciona sino a estímulos muy intensos. Para influir sobre ella es inútil argumentar lógicamente. En cambio será preciso presentar imágenes de vivos colores y repetir una y otra vez las mismas cosas». Frases con las que Freud parece conocer con un siglo de antelación la sociedad de la comunicación en que vivimos.

También hace la observación de que la multitud se vuelve «cruel e intolerante con los que están fuera» (p.37). En los acontecimientos actuales esto se ve porque quienes disienten son vistos con extrema desconfianza, y en muchos casos rechazados y tachados de partidarios de los asesinos y cosas parecidas. Algo que se debe precisamente al hecho de que no hay separación entre la emoción, el terror propagado, y la respuesta. Se actúa en una situación de pánico, emoción que evita el paso por la corteza cerebral para conseguir respuestas rapidísimas. En un individuo esto se produce así porque el sistema emocional detecta un peligro para la supervivencia y decide actuar evitando a la razón.

En un sistema de masa se produce por los mismos motivos: el terror generado lleva a percibir en peligro la propia supervivencia. La situación emocional producida es tan intensa que quien individualmente intenta introducir ese espacio de disociación, lo que significa controlar el miedo, es visto emocionalmente como alimentador del terror. Evidentemente los individuos que intentan introducir el espacio es porque poseen elementos de disociación que les permiten hacerlo, cercanías afectivas por ejemplo con movimientos de derechos humanos, causas árabes, daños en las guerras, etc.

Lógicamente se deduce que en la crisis provocada por el terrorismo, la función de los políticos y los medios de comunicación es clave, si pierden la necesaria distancia crítica, si actúan asociados a la emoción es muy posible que nos veamos abocados a soluciones no racionales, tomadas como recoge la expresión común: al calor de los acontecimientos.

Creo que como un primer acercamiento al tema es suficiente. Volveré en otras entradas sobre los fenómenos emocionales de la sociedad porque se trata de un tema de un inmenso interés y de aún mayor importancia.

La esfera racional, intelectual: pensamientos y palabras.

El animal, como hemos visto en entradas anteriores,  posee  una esfera instintiva y otra 15148433_spsicológica. Se podría decir que lo que diferencia al hombre/mujer es que este posee un mecanismo de desconexión entre esas dos esferas. Como hemos señalado estas dos esferas están conectadas, tanto que son las dos caras objetiva y subjetiva de las relaciones del ser vivo. Hemos dicho también que esa conexión en sus líneas tendenciales básicas (los instintos) es automática. Por mucho que se complique la respuesta en los animales superiores, parece que hay que mantener este automatismo, o si se prefiere fijeza de las respuestas para solventar las necesidades básicas del animal y los cambios o agresiones del entorno.lenguaje animales

¿En qué consiste este mecanismo de desconexión que posee el hombre? … muy fácil: en la capacidad que sólo el hombre tiene de volver sobre la propia conducta y revisarla, y nombrarla, es decir en la capacidad de reflexión. La reflexión hace que en el hombre exista un espacio, una separación entre el estímulo y la respuesta, entre instinto y comporta­miento. Como se puede comprender esta capacidad proporciona una gran flexibilidad al comportamiento humano, adaptabilidad que hemos visto como característica de lo humano. Esta capacidad es tan importante que constituye la tercera dimensión que hemos señalado: la esfera de la libertad o intelectual o espiritual.

Su manera operativa de funcionar es por el etiquetado: poner nombre. Es decir, esta esfera se distingue por su capacidad para la palabra: su centro es la palabra, la capacidad de nombrar las cosas de un modo general: árbol, que sirve para todos los árboles del planeta.

Esta capacidad de generalización es un salto, como muy bien ha visto Vygotsky, algo diverso a la esfera psicológica, igual que esta se diferencia de la esfera biológica. Aunque también hay que tener en cuenta que las 3 esferas se integran en la vida del hombre, de modo que no tiene sentido separarlas en su percepción.

A la vez hay que tener en cuenta que este es el nivel más presente en la consciencia, el que de un modo incluso invasor la ocupa, de modo que parece tener una primacía. Pero no debemos olvidar que también tiene sus dificultades y que de modo aislado trabaja en vacío y no responde a la realidad de la persona: solo funciona de un modo adecuado en la integración y precisamente como tal integración.

A lo largo de las siguientes entradas vamos a ir desglosando lo que en núcleo introducimos con esta.

Las funciones de sentimientos y emociones

El papel de emociones y sentimientos viene dado por los siguientes 4 puntos:

a)      Son el punto de vista particular del sujeto ya que establecen su vinculación con el 11134014_smundo.

b)      Nos dan la subjetividad: cómo estamos.

c)      Nos indican los valores según los que actuamos. Proporcionan una particular organización axiológica y subjetiva de la realidad.

d)      Son la base de lo interpersonal, de la conexión con los demás. Son el centro de la expresión y comunicación.

a) Los sentimientos proporcionan a la persona su instalación en el mundo; constituyen por ello un a priori de todo conocimiento, son el punto de vista propio, particular del sujeto. Los sentimientos revelan nuestro modo de estar en el mundo previa a la escisión que establece la razón entre sujeto y objeto. Todo nuestro conocimiento está teñido por los sentimientos como los colores de un cuadro, se podría decir que constituyen el color o la música de todas nuestras experiencias. Los sentimientos nos dan lo familiar, el mundo íntimo, personal, aquello con lo que yo estoy íntimamente comprometido: mi mundo personal. Y también el entorno socio-político que la persona puede llamar suyo: el sitio (ciudad, pueblo, etc.) donde ha nacido, su nación,… en resumen, la cultura a la que pertenece y donde hunde sus raíces.

Esto se puede expresar también diciendo que la persona está vinculada a la realidad. Los objetos de la realidad, no todos, sino aquellos sobre los que ha habido una experiencia o un interés, se clasifican según su vinculación que es de aceptación o rechazo. Las personas y cosas no vinculadas caen fuera del interés, están fuera del mundo personal. El hombre vive en un mundo de vinculaciones, no en un mundo objetivo, un mundo donde determinadas personas y cosas tienen un vínculo específico con la persona.

b) Los sentimientos dan la subjetividad. Los sentimientos y tendencias son muy numerosos, y abarcan desde el plano biológico (salud, bienestar físico) y lo económico pasando por el de lo social, político y científico, hasta lo estético, ético y religioso. Este conjunto de los afectos y tendencias del individuo tienen en cada momento un indicativo final, una resultante final: alegría o tristeza, o si se quiere alegría o desesperanza, e incluso con una indicación de intensidad: no todas las alegrías son iguales.  El sentimiento de alegría o tristeza, por tanto, nos indica que la autorrealización va bien; es decir,  nos señala el nivel de consecución de todo lo que compone la vida de una persona: salud, situación económica, vida afectiva, relaciones, aspiraciones, ilusiones, satisfaccio­nes, metas ya alcanzadas etc., y también su grado de realización y de posibilidad, tanto desde una visión global de la vida, como desde una menuda: los acontecimientos del día (influye por ejemplo el día gris), etc.

c) Los sentimientos hacen connaturales a la persona los valores que guían la conducta humana. A través de sentimientos y emociones siento las preferencias que guían mi conducta como adecuadas. La realidad está ordenada axiológicamente para la persona, no es una realidad indiferente, tiene sus tendencias y finalidades inscritas en ella, en cómo afecta a la persona. La realidad forma un entramado de finalidades para la persona en función de cómo satisface las necesidades, en su sentido más amplio. Esas finalidades indican las valoraciones de la realidad que realiza el sistema emocional. Se trata de los valores reales, no los expresados verbalmente.

Los valores, por tanto, vienen señalados por los sentimientos. Es decir, los sentimientos nos dan una valoración de la realidad sobre la que se funda la acción humana libre. A la libertad del hombre, por tanto, no basta abarcar sólo la voluntad y la razón, sino que también debe influir y modificar la configuración de los sentimientos. El hombre con su libertad se hace, se realiza a sí mismo, para esto debe configurar también sus sentimientos.

d) La intersubjetividad está vehiculada por los sentimientos. En primer lugar la comunicación está enmarcada y vehiculada por los sentimientos que constituyen el centro de la expresión de la subjetividad, del cómo estamos, expresión que es inmediatamente captada por la otra persona o por el entorno, constituyendo por tanto el núc12221050_sleo de nuestras relaciones. Además los sentimientos indican como están esas mismas relaciones establecidas.

Todavía más importante, no se puede entrar en la vida de otra persona al margen de sus sentimientos, ya que son precisamente estos los que indican la subjetividad. El encuentro con el otro como persona, la dinámica de la relación yo-tú, en contraposición a la relación yo-él (Buber) se realiza a través de los sentimientos, que posibilitan el ponerse en el lugar del otro (dinámica de la empatía). Desde ahí se hace posible y real las relaciones personales, el encuentro de persona a persona: básicamente la relación de amistad y la relación de amor. El encuentro se da en la relación, en la intersubjetividad. El encuentro es el puente entre las dos subjetividades.

Por tanto se pueden sacar 2 ideas centrales sobre sentimientos y emociones:

  1. Sentimientos y emociones, como resumen de la subjetividad, se proyectan sobre todo: «soy yo o es el paisaje quien está triste» (Ricoeur). El sentimiento es por ello un a priori del conocimiento que ya en si mismo indica una dirección, una actitud. Antes de conocer intelectualmente ya estamos predispuestos, a gusto o a disgusto. Es algo así como el color de la situación interna. Si es gris o si brotan tonalidades alegres. Pero, a diferencia de los colores externos, esta induciendo una respuesta, predispone a favor o en contra, a continuar o dejarlo.
  2. Además los sentimientos están en el centro de la autenticidad de la persona. La persona es siempre una tarea para sí misma, su realización pasa precisamente por la integración de todos los dinamismos (biológico, afectivo, intelectual). En esa integración los sentimientos juegan un papel primordial, ya que anticipan y refuerzan la actividad cognoscitiva, e inclinan a valorar positiva (o negativamente) las acciones.

 

Un pequeño resumen final de las funciones de emociones y sentimientos

En general: Constituyen una guía interna sobre el modo en que se lleva la vida. Una guía de nuestra autenticidad y una guía en particular sobre nuestras metas concretas alineadas con nuestra persona.

En particular:

  1. Muestran los problemas concretos a los que la persona se enfrenta
  2. Desvelan las necesidades
  3. Preparan y movilizan para la acción
  4. Dan el marco para sentir el placer de vivir
  5. Informan del nivel de bienestar (en el momento) y felicidad (en general).
  6. Clarifican los valores y por tanto las elecciones
  7. Vigilan el estado de nuestras relaciones

En esta entrada tengo una deuda particular con Carlos Castilla del Pino y su Teoría de los sentimientos (Ed. Tusquets, Barcelona, 2001), que me ha ayudado a repensar mis anteriores adquisiciones.

Sensaciones, sentimientos, emociones y pasiones.

Vamos a aclararnos un poco más con los términos de la subjetividad, lo que llamamos esfera psíquica, distinguiendo sensaciones, sentimientos, emociones y pasiones.

Para acercarnos al término sentimiento, primero debemos diferenciarlo del término 10948660_ssensación. Esta se sitúa en la esfera tendencial-instintiva del hombre y procede de la operación de los sentidos; se entiende generalmente como un fenómeno cognoscitivo primario por el que captamos las cualidades de los objetos materiales. Sirve tanto para los fenómenos externos, como internos, es decir denominamos sensación tanto una impresión visual de un paisaje, como la sensación de una mala digestión. El término sentimiento se refiere a la esfera psíquico-afectiva y es difícil precisar su significado, pues tanto puede referirse al conjunto de la vida afectiva o psíquica, como tener un significado más preciso. En el primer sentido, sentimiento es sinónimo de afectividad y se referiría, en general, al modo como el sujeto, la persona, es afectado por el mundo circundante. El segundo es más particular, y se refiere a uno de los modos concretos que afectan al sujeto; los otros modos serían: emociones y pasiones.

Pasiones puede referirse al modo clásico en que se denominaban los sentimientos y, en general, la vida psíquica; y venían consideradas como no pertenecientes a la esfera racional, es decir como no libres. Hoy, más bien, se denominan así las inclinaciones o tendencias de gran intensidad. Es decir, las pasiones son fenómenos pasivos, no mediados por la voluntad, que se experimentan como fuerzas que arrastran. De modo singular se refiere a la pasión sexual. En esto se diferencian de emociones y sentimientos, y además se distinguen de las emociones en su duración y de los sentimientos en que están orientadas a conseguir el objeto que desencadena la pasión, mientras los sentimientos tienen una clara referencia al sujeto que siente.

El significado de emociones está relacionado con su significado etimológico: emovere, que significa agitar: la emoción es un modo de sentirse afectado, «una alteración del ánimo intensa y pasajera, agradable o penosa, que va acompañado de una cierta conmoción somática» (diccionario RAE), es decir existe una correlación clara entre la conmoción psicológica-cognitiva y la conmoción corporal. Ambas van unidas y forman la emoción. Es decir, una emoción conlleva una información y una activación.

11510251_sLa emoción es el fenómeno psíquico interno que corresponde a la sensación sentida (Aristóteles, Gendlin), es decir, es el modo interno en que nos afecta y activa la sensación como individuos. Se trataría de una evaluación de la sensación (del cambio producido por la sensación) en función de las necesidades del sujeto. Las necesidades de un sujeto tan complejo como la persona hay que entenderlas del modo como las explica A. Maslow.

Sentimientos, en contraste con las emociones, serían los fenómenos afectivos que se encuentran en contacto con la esfera racional, libre y espiritual del sujeto. Es decir, los sentimientos son una elaboración de las emociones y el modo en que estos se archivan, guardando nuestra experiencia y marcando las respuestas del sujeto y su particularidad específica de cada persona.

Se caracterizan por:

(a) determinar la situación de la persona; a diferencia de emociones y pasiones que tienen una referencia lógica y real a un objeto, los sentimientos apuntan al sujeto, e indican precisamente el mundo del sujeto y de sus relaciones personales.

(b) Son estados generalizados, a diferencia de las emociones y pasiones que están ligadas a estímulos y reacciones somáticas más o menos conscientes. Es decir, emociones y pasiones son espontáneas, surgen con un estímulo, mientras los sentimientos son más permanentes y se refieren a las vivencias almacenadas en la subjetividad.

(c) Son estados que marcan el presente, aún cuando se evocan, se viven en presente, es decir, indican al sujeto el aquí y ahora de su situación desde su perspectiva en tanto que tal sujeto. En esta nota coinciden con emociones y pasiones.

Cómo funciona la esfera psicológico-afectiva

18302414_s¿Qué es la dimensión psicológico-afectiva? Simplemente la interioridad, pero visto desde el animal, desde su interioridad. ¿Qué es básicamente una emoción o un afecto? Muy sencillo, la tendencia sentida, es decir, la necesidad biológica vista desde la interioridad y vista por tanto como una respuesta, como tendencialidad. Por eso se llama así afecto, ya que indica como el animal es afectado por lo exterior (o por algún estado interior: por ejemplo enfermedad, o incluso posición del cuerpo). La dimensión psicológico-afectiva es de este modo equivalente a interioridad y también (aunque este término sólo se utiliza en el caso del hombre) a subjetividad. De este modo las dimensiones instintiva y psicológica serían los aspectos objetivo y subjetivo de una misma relación: la del animal con sus necesidades en tanto que organismo vivo.

Lo que pasa es que las cosas no son tan sencillas desde el punto de vista de la interioridad. Ésta, trabajando básicamente sobre la percepción de las tendencias, esnada intelecto decir, sobre la experiencia (no hay nada en el intelecto que primero no esté en los sentidos, dice el adagio clásico) es capaz de complicar muchísimo la percepción interior al trabajar sobre si misma.

fenomenologíaEl hecho más obvio es que la esfera psicológica elabora constantemente una respuesta, respuesta que marca el comportamiento del animal: dormir, buscar comida, cazar, ir a buscar agua, etc. Es decir, por muy compleja que sea la esfera psicológica (y ahora entraremos en eso), termina digamos así en punta: elabora una respuesta. En los animales superiores y también en el hombre las posibles respuestas últimas de la afectividad se llaman sentimientos, por ejemplo, alegría. ¿Quien duda que un perro está alegre y que ese sentimiento  mientras dura determina su comportamiento? Para variar de comportamiento, primero debe variar de sentimiento y «enfadarse» o «ponerse en guardia», etc. La alegría es un resumen general de la situación. El sentimiento da el tono general de la situación en un momento dado, y por eso pone el marco general de la respuesta.