La autoestima es un elemento clave de la interioridad. Autoestima es el resumen de la valoración que la persona hace sobre sí misma. La valoración existencial se forja en el contraste entre lo que realmente logramos y lo que pretendemos lograr. Lo que pretendemos lograr es nuestro proyecto. Este cociente nos dice internamente si respondemos, si estamos al nivel de nuestras expectativas sobre nosotros mismos. De algún modo contrasta la realidad, la realidad percibida, con nosotros mismos.
El nivel de autoestima sería, según William James (el primer gran psicólogo norteamericano), el resultado de esta división: Autoestima = Logros/Exigencia. Hay que darse cuenta que ambos elementos, dividendo y divisor tienen un componente subjetivo. Logros son las metas personales que nos hemos propuesto, aquello que valoramos conseguir. Exigencia es el rasero de medir que utilizamos con nosotros mismos. Muy sencillo de entender: una persona participa en una carrera y es atleta profesional y todos los demás corredores son aficionados, sus marcas son netamente mejores que las de los demás. Si esa persona gana no lo va a considerar un gran logro. Si pierde va a sufrir un impacto negativo en la autoestima, porque valoraba que debía ganar, se exigía ganar. El atleta que le gane va a tener una subida de autoestima por conseguir un logro superior a sus exigencias: ganar a un atleta profesional con mejor marca. Esa exigencia, que aquí mido en competencia, una carrera, pero que aparece siempre y nos mide en todo lo que hacemos, es el divisor de lo que hacemos. Si es muy alta va a echar por tierra cualquier logro, estos nunca van a ser lo suficientemente buenos para nosotros, porque los rebaja nuestra exigencia, lo que creemos debemos realizar o conseguir.
Nathaniel Branden, que ha centrado todo su trabajo en la autoestima, separa dos componentes en esa exigencia hacia uno mismo: (1) un sentimiento de capacidad personal, que es lo que el atleta de nuestro ejemplo siente: es capaz de ganar la carrera. El sentimiento de capacidad está ligado a habilidades y por tanto muy directamente a acciones y logros. Estamos en la disyuntiva: Capaz/apto frente a inútil. Estamos en la valoración de la relación que establecemos con cosas u objetos (o personas consideradas como cosas u objetos). El segundo componente de la exigencia es (2) un sentimiento de valía personal: no se cifra todo el valor como persona en la capacidad o habilidades (como corredor, o cualquier otra). Estamos en la relación con personas, con aquellos seres que consideramos en lo profundo iguales a nosotros.
Este sentimiento de valía persona personal es más profundo y tiene que ver con el sentimiento adquirido de soy digno de ser amado y de amar y en el fondo, soy digno de vivir la vida. Estos sentimientos se refieren a la confianza fundamental en nosotros mismos y tienen relación con el haber sido amados, de modo muy especial en la infancia, sin necesidad de certificarlo con logros: nos querían aunque hiciésemos mal cosas o de niños fuésemos unos trastos. Alguien en nuestra vida nos ha dicho: ¡es bueno que tu existas!, que es el modo en que se vive el amor según Platón, que lo asocia además a la belleza: ¡es bello que tu existas! Tu presencia en este mundo le aporta belleza. Este sentimiento de valía personal está por tanto unido al sentimiento de ser buenos: soy esencialmente bueno, por tanto mi existencia es buena y positiva y se descubre ligado a la belleza de la vida y las personas.
Ambos sentimientos, de capacidad y de valía personal, generan dos elementos clave: la confianza en uno mismo y el respeto por uno mismo. Estos dos elementos configuran la autoestima real en cada momento de nuestra existencia y desde ahí la conducta en las relaciones que establecemos. En la tendencia actualizante de cada persona, está inscrita la capacidad de desarrollar una confianza y un respeto saludables con uno mismo. Se trata de algo que es inherente a la naturaleza de nuestro ser persona. Esta es la base sobre la que construyen tanto Carl Rogers, como Nathaniel Branden, como toda la corriente personalista y humanista de la psicología.
La autoestima no es algo ya estable o definitivamente conseguido en nuestra vida. Va ligado a ella, al modo cómo la estamos viviendo y por tanto valorando. Pone a prueba la autoestima en su componente de capacidad el no obtener logro alguno durante un tiempo, ya que va a ir haciendo aflorar la conciencia de ser inútiles y enfrentar a la persona con sus miedos profundos. También va a poner a prueba la autoestima, ahora en su componente de valía personal, el hecho de que nadie nos quiera, de no encontrar a nadie que nos quiera de verdad, que nos diga desde lo profundo: ¡es bueno que tú existas! Son los dos pilares sobre los que se edifica la autoestima y de los que venimos hablando: relación con cosas, medios e instrumentos y relación con personas o seres a los que consideramos con la misma dignidad que nosotros. Es necesario de algún modo el equilibrio entre ambos pilares para lograr una
Por tanto, para mejorar la autoestima debemos trabajar tanto con los objetivos y logros externos, como con las relaciones que establecemos. Una buena autoestima está ligada a vivir todo ese conjunto de relaciones y logros de la propia vida de forma consciente, de forma responsable con la realidad.
Mejorar la autoestima es encontrar una idea del yo más adaptada a la realidad, variar nuestra definición de nosotros mismos, lograr un ajuste entre intimidad y realidad, crear una intimidad que se encuentre en paz con la realidad, realidad de la que no se huye. Reelaborar nuestro proyecto y nuestras expectativas, nuestra idea de nosotros mismos en contraste con la realidad es el resultado del trabajo por conseguir una sana autoestima.
Una buena autoestima está ligada a enamorarse de la realidad que vivimos, a descubrir el fondo de profunda belleza y bondad que posee y que nos incluye a nosotros mismos que somos parte de ella. La autoestima sana no es una consideración o valoración fría de las circunstancias, es una consideración amorosa y aceptadora de la realidad de la persona.
Una autoestima así genera una serie consecuencias (y en esto sigo a Branden) en la persona, consecuencias que se pueden utilizar también como indicadores para evaluar la autoestima:
- Genera independencia y autonomía, frente a dependencia
- Produce una actitud activa ante la vida y las circunstancias concretas, frente a actitud pasiva
- Nos lleva a una voluntad de correr riesgos adecuada, frente a la actitud de no arriesgarse
- Nos hace ser honestos con nosotros mismos, frente a la deshonestidad
- Nos impulsa a vivir en el presente y de acuerdo con él, frente a vivir en la fantasía
- Nos ayuda a enfrentarnos y a llevar a vivir de acuerdo con nosotros mismos frente a evitarse a uno mismo
- Nos lleva a tener una voluntad de ver y corregir los errores, frente a no querer verlos
- Nos hace optar por la razón contra el irracionalismo: amantes y por tanto confiados en la realidad.