El «Cantar de los cantares» es un libro de la Biblia y como tal ha ejercido una fuerte influencia en toda la cultura occidental. Aunque este libro no tanto, porque en varias ocasiones ha sido expulsado del canon de la Biblia debido a lo explícito de sus imágenes y la claridad con que habla de una relación sexual. Creo que te va a sorprender lo explícito de esas imágenes. A pesar de esas dificultades, ha logrado ser el inspirador de la mística, desde el maestro Eckart, pasando por Teresa de Jesús y Juan de la Cruz, por Fray Luis de León y un largo etcetera.
El «Cantar de los cantares» es un libro de amor impregnado de la fascinación del descubrimiento mutuo de los amantes, expresado en forma poética y a la vez muy clara. Ese es su primer significado y si ese significado es falso todos los demás significados simbólicos, como por ejemplo sobre el amor de Dios, pasarían también a ser falsos.
En el poema los amantes se descubren recíprocamente en y a través del cuerpo; se trata por tanto de lo que podemos llamar lenguaje del cuerpo. Baste poner los versos iniciales: Que me bese con los besos de su boca / mejores son que el vino tus amores … Llévame en pos de ti: ¡Corramos! / El Rey me ha introducido en su mansiones (Ct 1, 2.4). Un lenguaje del cuerpo que el poema busca traducir en palabras.
Siguiendo la idea de los niveles o dimensiones del ser humano, el amor sexual comienza por el nivel instintivo, con un deseo muy fuerte y central en la constitución de cada persona. Sobre este deseo se construyen sentimientos igualmente fuertes, que van a formar como un entrelazado de los dos amantes. Entre estos destaca lo que denominamos enamoramiento. Por último aparece el tercer nivel o dimensión racional o de la palabra, implicando un compromiso personal, una finalidad de vida para la persona.
Comienza por tanto por el lenguaje del cuerpo, que libera una particular experiencia de la belleza, y que busca su apoyo y su confirmación en lo visible. Por eso se expresa en metáforas del mundo circundante, en el caso del Cantar tomadas del ambiente pastoril del s. V-IV a. C., que, a pesar de su lejanía con nuestra situación actual, siguen teniendo una gran fuerza expresiva.
Veamos como expresa la belleza de ella:
¡La más hermosa de las mujeres! ()
Graciosas son tus mejillas entre los zarcillos
y tu cuello entre los collares ()
¡Que hermosa eres, amada mía, qué hermosa eres!
(Ct 1, 5 15)
¡Qué bella eres, amada mía, qué bella eres!
Palomas son tus ojos, a través de tu velo;
tu melena, cual rebaño de cabras,
que ondulan por el monte Galaad
Tus dientes, un rebaño de ovejas de esquileo,
que salen de bañarse
todas tienen mellizas y entre ellas no hay estéril
Tus labios una cinta de escarlata,
tu hablar encantador ()
¡Toda hermosa eres, amiga mía, no hay mancha en ti!
(Ct 4, 1.5.7).
También la belleza de él:
Mi amado es fulgido y rubio se distingue entre diez mil.
Su cabeza es oro, oro puro ()
Sus ojos como palomas () sus labios son lirios ()
Sus manos, aros de oro ()
sus piernas columnas de alabastro ()
Su porte es como el Líbano, esbelto cual los cedros.
Su paladar dulcísimo y todo él un encanto.
Así es mi amado, así mi amigo, hijas de Jerusalén
(Ct 5, 9 16).
Como todo poema puede ser condensado (no resumido, la poesía no admite resúmenes) en un verso. A mi me parece que el verso resumen es: tu vulva es una copa redonda donde no falta el vino. Su contexto es:
Que lindos son tus pies en las sandalias, hija del príncipe
las curvas de tus caderas son como collares ()
Tu vulva es una copa redonda, donde no falta el vino
Tu vientre un montón de trigo
Tus dos pechos, cual dos crías mellizas de gacelas
Que bella eres, que encantadora,
Oh amor, oh delicias! (Ct 7,1 7).
Las palabras de amante y amada, sus movimientos, sus gestos, todo su comportamiento corresponden a la moción interior del corazón. Solo a través de esa moción es posible comprender el «lenguaje del cuerpo». El eros es el lenguaje del cuerpo leído en la moción interior del corazón. Esto lleva a que amante y amada parezcan moverse todo el tiempo en el ámbito de la irradiación interior del amor, ambos están como subyugados, como encantados por la atracción mutua, quieren entrar uno en otro de la manera más física y son conscientes de que eso significa darse el corazón. Aquí comienza la lectura del eros.
El lenguaje del «Cantar de los cantares» tiene tanta fuerza que todos los místicos, quienes hablan del amor de Dios, quienes hablan de la belleza de la naturaleza, quienes descubren realidades que nos sobrepasan, se han visto como encadenados a él y el libro constituye a lo largo de los siglos un punto de referencia obligado para referirse al amor.
Las «palabras» del lenguaje del cuerpo no son sobre el cuerpo, sino que surgen del cuerpo, que constituye su fuente y es la base de la recíproca atracción de uno hacia el otro, fortísima en todo el libro. Esas palabras expresan fascinación, estupor, admiración… y constituyen la preparación de un descubrimiento, que se intuye fundamental para la persona. Es un descubrimiento que se impone a la persona como algo por encima de ella, como algo tan valioso y tan bello que encierra la finalidad de la vida.
El lenguaje del eros se inicia precisamente en los sentimientos que afloran, que son los de ese fenómeno emocional que se llama enamoramiento: encantamiento y admiración.
Primero «el encantamiento, que produce una ilusión íntegra» (Ortega). El enamorado solo tiene ojos y solo habla de su amada. Nos encontramos ante una especial concentración sobre el «yo» femenino de la esposa. Este «yo» habla a través de cada rasgo femenino, suscitando en el hombre una fascinación, un encanto. Hay también por parte de la mujer una fascinación y una búsqueda del amado. Tiene ahí un peso específico la voz: ¡la voz de mi amado! (Ct 2,8) y también la conciencia de la propia belleza: Soy morena, pero hermosa (Ct 1,5). Aquí es conciencia de la propia fuerza de atraer. Es precisamente ese encantamiento lo que indica nuestro verso: tu vulva es una copa redonda donde no falta el vino; una concentración de la atención en él otro, hasta poder llegar a estar casi como absorbido, embriagado: estoy borracho de ti y de tu cuerpo, en ti quiero perderme, y estar, y vivir.
El encantamiento va acompañado de la admiración. Se trata de una valoración del otro máximamente positiva, que surge en todo enamoramiento. Esto lo ha visto Shakespeare de una forma profunda y original (soneto 130):
Los ojos de mi amada no son nada comparados con el sol,
el coral es más rojo que el rojo de sus labios ()
he visto rosas de Damasco, blancas y carmesíes,
pero no las he visto en sus mejillas;
y en algunos perfumes encuentro más deleite
que en el aliento de mi amada.
Me cautiva su voz, y sin embargo sé bien
que la música tiene acentos más encantadores;
confieso que jamás he visto andar a una diosa,
porque mi amada, cuando anda pisa la tierra.
Y, sin embargo, por el cielo, creo que mi adorada
es tan sobresaliente que ante ella
todas las comparaciones son falsas.
Por eso el eros nos conduce a descubrir a la persona del otro como alguien absolutamente diferente, único, descubrimiento que se hace más allá de todo lo que se puede medir y comparar. Este es el universal lenguaje amoroso. Así dice él en el Cantar: Única es mi paloma, mi perfecta (Ct 6,9). Y también ella: Mi amado es fulgido y rubio, distinguido entre diez mil (Ct 5,10). El eros permite descubrir que la persona del amado o de la amada son únicos. El eros ve la persona en su esencia, en eso que la constituye en alguien único y original.
El eros es una dinámica, los sentimientos indican por sí mismos una búsqueda, un impulso a salir de si mismo para ir hacia el otro. Todo el Cantar se transforma en búsqueda, casi una persecución de ambos amantes, noche y día.
Me levantaré pues y recorreré la ciudad.
Por las calles y plazas buscaré al amor de mi alma ()
¿Habéis visto al amor de mi alma?
(Ct 3, 2 3 y muchos otros).
Como resumen, el «Cantar de los cantares» habla de una fuerte atracción recíproca, que tiene un primer apoyo en el deseo (sobre todo masculino): su deseo es hacia mí (Ct 7, 11) dice la esposa. El eros es la forma del amor humano en la que operan las energías del deseo y en el radica la consciencia subjetiva del recíproco pertenecerse. Ella se ve sumergida por la fuerza de la atracción: ¡Oh, ven, amado mío, salgamos al campo! / Pasaremos la noche en las aldeas. / De mañana iremos a las viñas () / Allí te entregaré el don de mis amores (Ct 7, 11 13).
Si te interesa o quieres saber más sobre este tema, te recomiendo mi libro sobre el enamoramiento.
Muy bueno
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